Pues yo te aseguro que sólo el que nace de nuevo podrá alcanzar el reino de Dios. (Juan 3:3)


Estas palabras se las dijo Jesús a Nicodemo, un fariseo, un hombre de una profunda espiritualidad y compromiso con Dios y su Ley. Si alguien podía sentirse seguro y orgulloso de su religiosidad era Nicodemo. Sin embargo, debía de tener una clara conciencia de que a pesar de todo algo le faltaba y esa carencia le empujó a verse con el Maestro. Siendo su interlocutor un fariseo y teniendo conocimiento como lo tenía del corazón de las personas, Jesús sabía perfectamente cuál era la necesidad de aquel hombre. De entrada le presentó su carencia y necesidad: nacer de nuevo.

Jesús le estaba diciendo -y por extensión a cada uno de nosotros- que la religiosidad no es suficiente para entrar en el reino de Dios. Es preciso una experiencia transformadora, un salto cuántico espiritual que nos adentra en una nueva dimensión y que por su naturaleza sólo puede ser comparado con un nuevo nacimiento, una nueva vida. Algo que, como añadiría posteriormente Jesús en la misma conversación, sólo puede ser producido por el Espíritu de Dios.

La idea de nacer a una nueva vida se repite posteriormente una y otra vez en las páginas del Nuevo Testamento. De hecho, hay tres ideas relacionadas con ella: entrar en el reino, ser hijos de Dios y poseer vida eterna. El reino tiene que ver con el cumplimiento de la voluntad del Padre en nuestras vidas y en el mundo en el que vivimos. Hijos tiene que ver con vivir de una manera digna de aquel a quien reconocemos por Padre. Vida tiene que ver con expresar a través nuestro la vida de Jesús, nuestro modelo y Maestro.


¿Es tu experiencia una de religiosidad o de auténtico nuevo nacimiento? ¿Cuáles son en tu vida las evidencias del mismo?



Pues yo te aseguro que sólo el que nace de nuevo podrá alcanzar el reino de Dios. (Juan 3:3)


Estas palabras se las dijo Jesús a Nicodemo, un fariseo, un hombre de una profunda espiritualidad y compromiso con Dios y su Ley. Si alguien podía sentirse seguro y orgulloso de su religiosidad era Nicodemo. Sin embargo, debía de tener una clara conciencia de que a pesar de todo algo le faltaba y esa carencia le empujó a verse con el Maestro. Siendo su interlocutor un fariseo y teniendo conocimiento como lo tenía del corazón de las personas, Jesús sabía perfectamente cuál era la necesidad de aquel hombre. De entrada le presentó su carencia y necesidad: nacer de nuevo.

Jesús le estaba diciendo -y por extensión a cada uno de nosotros- que la religiosidad no es suficiente para entrar en el reino de Dios. Es preciso una experiencia transformadora, un salto cuántico espiritual que nos adentra en una nueva dimensión y que por su naturaleza sólo puede ser comparado con un nuevo nacimiento, una nueva vida. Algo que, como añadiría posteriormente Jesús en la misma conversación, sólo puede ser producido por el Espíritu de Dios.

La idea de nacer a una nueva vida se repite posteriormente una y otra vez en las páginas del Nuevo Testamento. De hecho, hay tres ideas relacionadas con ella: entrar en el reino, ser hijos de Dios y poseer vida eterna. El reino tiene que ver con el cumplimiento de la voluntad del Padre en nuestras vidas y en el mundo en el que vivimos. Hijos tiene que ver con vivir de una manera digna de aquel a quien reconocemos por Padre. Vida tiene que ver con expresar a través nuestro la vida de Jesús, nuestro modelo y Maestro.


¿Es tu experiencia una de religiosidad o de auténtico nuevo nacimiento? ¿Cuáles son en tu vida las evidencias del mismo?



Pues yo te aseguro que sólo el que nace de nuevo podrá alcanzar el reino de Dios. (Juan 3:3)


Estas palabras se las dijo Jesús a Nicodemo, un fariseo, un hombre de una profunda espiritualidad y compromiso con Dios y su Ley. Si alguien podía sentirse seguro y orgulloso de su religiosidad era Nicodemo. Sin embargo, debía de tener una clara conciencia de que a pesar de todo algo le faltaba y esa carencia le empujó a verse con el Maestro. Siendo su interlocutor un fariseo y teniendo conocimiento como lo tenía del corazón de las personas, Jesús sabía perfectamente cuál era la necesidad de aquel hombre. De entrada le presentó su carencia y necesidad: nacer de nuevo.

Jesús le estaba diciendo -y por extensión a cada uno de nosotros- que la religiosidad no es suficiente para entrar en el reino de Dios. Es preciso una experiencia transformadora, un salto cuántico espiritual que nos adentra en una nueva dimensión y que por su naturaleza sólo puede ser comparado con un nuevo nacimiento, una nueva vida. Algo que, como añadiría posteriormente Jesús en la misma conversación, sólo puede ser producido por el Espíritu de Dios.

La idea de nacer a una nueva vida se repite posteriormente una y otra vez en las páginas del Nuevo Testamento. De hecho, hay tres ideas relacionadas con ella: entrar en el reino, ser hijos de Dios y poseer vida eterna. El reino tiene que ver con el cumplimiento de la voluntad del Padre en nuestras vidas y en el mundo en el que vivimos. Hijos tiene que ver con vivir de una manera digna de aquel a quien reconocemos por Padre. Vida tiene que ver con expresar a través nuestro la vida de Jesús, nuestro modelo y Maestro.


¿Es tu experiencia una de religiosidad o de auténtico nuevo nacimiento? ¿Cuáles son en tu vida las evidencias del mismo?