Moisés y Aarón hicieron exactamente lo que les ordenó el Señor. Cuando hablaron con el faraón, Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres (Éxodo 7:6-7)


Cuando leo este pasaje me encuentro con un par de abuelitos; más listos para cuidar de sus nietos que para grandes aventuras épicas. Cierto que en aquella época se valoraba al anciano, especialmente por su sabiduría, por su especial contribución a la comunidad debido a su experiencia de vida acumulada. Eso no significa que se esperara de ellos encabezar una rebelión social contra uno de los imperios más poderosos del mundo antiguo. También me parece significativo que la Biblia mencione la edad de ambos. Estoy convencido de que nada en la Escritura es casual y, consecuentemente, hay un propósito claro y específico en hacernos saber cuán viejos eran; Dios no tiene edad cuando decide usar a las personas para llevar a cabo sus planes en la historia; sean estos espectaculares o humildes.

A diferencia de las sociedades tradiciones la nuestra no valora la edad y no la ve como una ventaja añadida. La juventud ocupa el centro; se ha convertido en una valor social y los viejos nos resistimos a aceptar nuestra realidad y tratamos de retrasar el proceso natural o, al menos disimularlo con nuestra forma de vestir, comportarnos, cuidarnos, etc. Pero eso contrasta totalmente con la perspectiva de Dios.

Aarón y Moisés son un espejo en el que al mirarnos vemos que no importa cuál sea tu condición -en su caso era la edad avanzada- Dios puede usarte como parte de su gran plan de reconciliar y restaurar el mundo con Él mismo por medio de Cristo. Esta pareja que deberían estar tomando el sol en un banco de cualquier plaza pública juegan un papel importante y estelar en los planes del Señor de fundar una nación. La edad no es un impedimento para colaborar en la construcción del Reino de Dios; ciertamente puede condicionar el alcance de tu contribución, pero en absoluto eliminarla. El reto es aceptar que todavía tenemos una contribución que llevar a cabo y discernir cuál es la misma.

No podemos ni debemos caer en la trampa social que arrincona a las personas que ya no son jóvenes. No podemos aceptar el hecho de que no hay ninguna contribución posible para una persona de edad ¡La hay! y además tenemos la responsabilidad, primero de discernirla en diálogo con el Señor; después, aplicar con el poder de su Espíritu.

Una vez más el Señor nos muestra que sus caminos no son los nuestros y sus pensamientos tampoco tienen nada que ver con los nuestros.


A tu edad ¿Cuál es la contribución a la construcción del Reino que el Señor espera de ti?



Moisés y Aarón hicieron exactamente lo que les ordenó el Señor. Cuando hablaron con el faraón, Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres (Éxodo 7:6-7)


Cuando leo este pasaje me encuentro con un par de abuelitos; más listos para cuidar de sus nietos que para grandes aventuras épicas. Cierto que en aquella época se valoraba al anciano, especialmente por su sabiduría, por su especial contribución a la comunidad debido a su experiencia de vida acumulada. Eso no significa que se esperara de ellos encabezar una rebelión social contra uno de los imperios más poderosos del mundo antiguo. También me parece significativo que la Biblia mencione la edad de ambos. Estoy convencido de que nada en la Escritura es casual y, consecuentemente, hay un propósito claro y específico en hacernos saber cuán viejos eran; Dios no tiene edad cuando decide usar a las personas para llevar a cabo sus planes en la historia; sean estos espectaculares o humildes.

A diferencia de las sociedades tradiciones la nuestra no valora la edad y no la ve como una ventaja añadida. La juventud ocupa el centro; se ha convertido en una valor social y los viejos nos resistimos a aceptar nuestra realidad y tratamos de retrasar el proceso natural o, al menos disimularlo con nuestra forma de vestir, comportarnos, cuidarnos, etc. Pero eso contrasta totalmente con la perspectiva de Dios.

Aarón y Moisés son un espejo en el que al mirarnos vemos que no importa cuál sea tu condición -en su caso era la edad avanzada- Dios puede usarte como parte de su gran plan de reconciliar y restaurar el mundo con Él mismo por medio de Cristo. Esta pareja que deberían estar tomando el sol en un banco de cualquier plaza pública juegan un papel importante y estelar en los planes del Señor de fundar una nación. La edad no es un impedimento para colaborar en la construcción del Reino de Dios; ciertamente puede condicionar el alcance de tu contribución, pero en absoluto eliminarla. El reto es aceptar que todavía tenemos una contribución que llevar a cabo y discernir cuál es la misma.

No podemos ni debemos caer en la trampa social que arrincona a las personas que ya no son jóvenes. No podemos aceptar el hecho de que no hay ninguna contribución posible para una persona de edad ¡La hay! y además tenemos la responsabilidad, primero de discernirla en diálogo con el Señor; después, aplicar con el poder de su Espíritu.

Una vez más el Señor nos muestra que sus caminos no son los nuestros y sus pensamientos tampoco tienen nada que ver con los nuestros.


A tu edad ¿Cuál es la contribución a la construcción del Reino que el Señor espera de ti?



Moisés y Aarón hicieron exactamente lo que les ordenó el Señor. Cuando hablaron con el faraón, Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres (Éxodo 7:6-7)


Cuando leo este pasaje me encuentro con un par de abuelitos; más listos para cuidar de sus nietos que para grandes aventuras épicas. Cierto que en aquella época se valoraba al anciano, especialmente por su sabiduría, por su especial contribución a la comunidad debido a su experiencia de vida acumulada. Eso no significa que se esperara de ellos encabezar una rebelión social contra uno de los imperios más poderosos del mundo antiguo. También me parece significativo que la Biblia mencione la edad de ambos. Estoy convencido de que nada en la Escritura es casual y, consecuentemente, hay un propósito claro y específico en hacernos saber cuán viejos eran; Dios no tiene edad cuando decide usar a las personas para llevar a cabo sus planes en la historia; sean estos espectaculares o humildes.

A diferencia de las sociedades tradiciones la nuestra no valora la edad y no la ve como una ventaja añadida. La juventud ocupa el centro; se ha convertido en una valor social y los viejos nos resistimos a aceptar nuestra realidad y tratamos de retrasar el proceso natural o, al menos disimularlo con nuestra forma de vestir, comportarnos, cuidarnos, etc. Pero eso contrasta totalmente con la perspectiva de Dios.

Aarón y Moisés son un espejo en el que al mirarnos vemos que no importa cuál sea tu condición -en su caso era la edad avanzada- Dios puede usarte como parte de su gran plan de reconciliar y restaurar el mundo con Él mismo por medio de Cristo. Esta pareja que deberían estar tomando el sol en un banco de cualquier plaza pública juegan un papel importante y estelar en los planes del Señor de fundar una nación. La edad no es un impedimento para colaborar en la construcción del Reino de Dios; ciertamente puede condicionar el alcance de tu contribución, pero en absoluto eliminarla. El reto es aceptar que todavía tenemos una contribución que llevar a cabo y discernir cuál es la misma.

No podemos ni debemos caer en la trampa social que arrincona a las personas que ya no son jóvenes. No podemos aceptar el hecho de que no hay ninguna contribución posible para una persona de edad ¡La hay! y además tenemos la responsabilidad, primero de discernirla en diálogo con el Señor; después, aplicar con el poder de su Espíritu.

Una vez más el Señor nos muestra que sus caminos no son los nuestros y sus pensamientos tampoco tienen nada que ver con los nuestros.


A tu edad ¿Cuál es la contribución a la construcción del Reino que el Señor espera de ti?