El hermano mayor se irritó al oír esto y se negó a entrar en casa. Su padre, entonces, salió para rogarle que entrara. (Lucas 15;28)


La gracia es injusta, escandalosamente injusta. La gracia no le da a las personas lo que se merecen, pasa por alto todo su historial "delictivo"; simplemente lo ignora. Todo eso es, a los ojos del hermano mayor absolutamente injusto. Le parece una manera inadecuada de proceder. Su razonamiento es correcto desde el punto de vista de la ley, quien la hace, la paga. Así ha sido siempre y así debería de continuar siendo. El comportamiento de su padre le parece indigno -no ha procedido como es justo- e indignante -un sentimiento de intenso enfado provocado por la injusta manera de proceder del padre que era percibida por el hijo mayor como dañina y perjudicial. 

Thimoty Keller, en su libro El Dios pródigo, ha retratado muy bien a ambos hermanos. Si alguien quiere adentrarse más a fondo en la mente de ambos hará bien en leer ese libro. Yo sólo quiero, de forma superficial además, resaltar algunos aspectos de este hermano mayor quien, en mi opinión, representa la religiosidad legalista. En primer lugar, su servicio al padre carecía de gozo. El posterior diálogo entre ambos lo muestra sin matices. Hay resentimiento por no haber recibido del padre aquello que esperaba. En segundo lugar, no entiende la gracia. Es alguien anclado en el legalismo. Se considera justo en su manera de proceder y, por tanto, con la capacidad de juzgar a otros. En tercer lugar, es incapaz de alegrarse con las bendiciones que otros reciben. Como sólo puede pensar en términos de justicia y mérito, considera injusto lo recibido por el hermano menor y, por tanto, es incapaz de gozar de su vuelta de la muerte a la vida. Finalmente, se toma la libertad de juzgar el comportamiento del padre, atentando al hacerlo a la dignidad de su progenitor. El hijo se considera más justo que el padre y, consecuentemente, se niega a entrar en la fiesta. 

He notado, con el paso del tiempo, que los seguidores de Jesús -que todos alguna vez fuimos pródigos- tenemos una gran tendencia a olvidar nuestra etapa pródigo y a convertirnos rápidamente en hermanos mayores y, consecuentemente, actuamos con la mentalidad de los mismos. Comenzamos a pensar que estar de nuevo en la casa del Padre es un derecho adquirido -no una gracia otorgada- y comenzamos el imparable camino de juzgar y condenar a otros e incluso a considerar injusto el trato que reciben de Dios. De ahí a que consideremos injusto a Dios hay sólo un paso.


¿Con qué mentalidad vives, la del hijo menor -redimido- o la del mayor -legalista-?


El hermano mayor se irritó al oír esto y se negó a entrar en casa. Su padre, entonces, salió para rogarle que entrara. (Lucas 15;28)


La gracia es injusta, escandalosamente injusta. La gracia no le da a las personas lo que se merecen, pasa por alto todo su historial "delictivo"; simplemente lo ignora. Todo eso es, a los ojos del hermano mayor absolutamente injusto. Le parece una manera inadecuada de proceder. Su razonamiento es correcto desde el punto de vista de la ley, quien la hace, la paga. Así ha sido siempre y así debería de continuar siendo. El comportamiento de su padre le parece indigno -no ha procedido como es justo- e indignante -un sentimiento de intenso enfado provocado por la injusta manera de proceder del padre que era percibida por el hijo mayor como dañina y perjudicial. 

Thimoty Keller, en su libro El Dios pródigo, ha retratado muy bien a ambos hermanos. Si alguien quiere adentrarse más a fondo en la mente de ambos hará bien en leer ese libro. Yo sólo quiero, de forma superficial además, resaltar algunos aspectos de este hermano mayor quien, en mi opinión, representa la religiosidad legalista. En primer lugar, su servicio al padre carecía de gozo. El posterior diálogo entre ambos lo muestra sin matices. Hay resentimiento por no haber recibido del padre aquello que esperaba. En segundo lugar, no entiende la gracia. Es alguien anclado en el legalismo. Se considera justo en su manera de proceder y, por tanto, con la capacidad de juzgar a otros. En tercer lugar, es incapaz de alegrarse con las bendiciones que otros reciben. Como sólo puede pensar en términos de justicia y mérito, considera injusto lo recibido por el hermano menor y, por tanto, es incapaz de gozar de su vuelta de la muerte a la vida. Finalmente, se toma la libertad de juzgar el comportamiento del padre, atentando al hacerlo a la dignidad de su progenitor. El hijo se considera más justo que el padre y, consecuentemente, se niega a entrar en la fiesta. 

He notado, con el paso del tiempo, que los seguidores de Jesús -que todos alguna vez fuimos pródigos- tenemos una gran tendencia a olvidar nuestra etapa pródigo y a convertirnos rápidamente en hermanos mayores y, consecuentemente, actuamos con la mentalidad de los mismos. Comenzamos a pensar que estar de nuevo en la casa del Padre es un derecho adquirido -no una gracia otorgada- y comenzamos el imparable camino de juzgar y condenar a otros e incluso a considerar injusto el trato que reciben de Dios. De ahí a que consideremos injusto a Dios hay sólo un paso.


¿Con qué mentalidad vives, la del hijo menor -redimido- o la del mayor -legalista-?


El hermano mayor se irritó al oír esto y se negó a entrar en casa. Su padre, entonces, salió para rogarle que entrara. (Lucas 15;28)


La gracia es injusta, escandalosamente injusta. La gracia no le da a las personas lo que se merecen, pasa por alto todo su historial "delictivo"; simplemente lo ignora. Todo eso es, a los ojos del hermano mayor absolutamente injusto. Le parece una manera inadecuada de proceder. Su razonamiento es correcto desde el punto de vista de la ley, quien la hace, la paga. Así ha sido siempre y así debería de continuar siendo. El comportamiento de su padre le parece indigno -no ha procedido como es justo- e indignante -un sentimiento de intenso enfado provocado por la injusta manera de proceder del padre que era percibida por el hijo mayor como dañina y perjudicial. 

Thimoty Keller, en su libro El Dios pródigo, ha retratado muy bien a ambos hermanos. Si alguien quiere adentrarse más a fondo en la mente de ambos hará bien en leer ese libro. Yo sólo quiero, de forma superficial además, resaltar algunos aspectos de este hermano mayor quien, en mi opinión, representa la religiosidad legalista. En primer lugar, su servicio al padre carecía de gozo. El posterior diálogo entre ambos lo muestra sin matices. Hay resentimiento por no haber recibido del padre aquello que esperaba. En segundo lugar, no entiende la gracia. Es alguien anclado en el legalismo. Se considera justo en su manera de proceder y, por tanto, con la capacidad de juzgar a otros. En tercer lugar, es incapaz de alegrarse con las bendiciones que otros reciben. Como sólo puede pensar en términos de justicia y mérito, considera injusto lo recibido por el hermano menor y, por tanto, es incapaz de gozar de su vuelta de la muerte a la vida. Finalmente, se toma la libertad de juzgar el comportamiento del padre, atentando al hacerlo a la dignidad de su progenitor. El hijo se considera más justo que el padre y, consecuentemente, se niega a entrar en la fiesta. 

He notado, con el paso del tiempo, que los seguidores de Jesús -que todos alguna vez fuimos pródigos- tenemos una gran tendencia a olvidar nuestra etapa pródigo y a convertirnos rápidamente en hermanos mayores y, consecuentemente, actuamos con la mentalidad de los mismos. Comenzamos a pensar que estar de nuevo en la casa del Padre es un derecho adquirido -no una gracia otorgada- y comenzamos el imparable camino de juzgar y condenar a otros e incluso a considerar injusto el trato que reciben de Dios. De ahí a que consideremos injusto a Dios hay sólo un paso.


¿Con qué mentalidad vives, la del hijo menor -redimido- o la del mayor -legalista-?