Se marchó a un país lejano (Lucas 15:13)


Antes de marchar físicamente de casa, hay un marcha emocional. Hay un proceso que culmina con abandonar físicamente el hogar que ya hacía tiempo que se había abandonado emocional, psicológicamente. Salir del hogar es, simplemente, la culminación de un largo proceso. ¿Qué lleva a muchas personas, especialmente jóvenes, a abandonar el hogar? ¿Qué ha sucedido en sus mentes y en sus corazones que les ha llevado a considerar que es mucho mejor dejar la aparente seguridad y comodidad que la comunidad de los creyentes otorga o debería otorgar? Esto pensando en aquellos que la han abandonado físicamente, sin contar muchos otros que ya la han abandonado emocionalmente, y no lo hacen físicamente por diversas razones. Sus cuerpos están todavía allí, sin embargo, sus corazones ya hace tiempo que residen en ese país lejano. 

Hace unos pocos años leí una frase de un teólogo contemporáneo que afirmaba: "Nunca tanta gente como en estos días ha abandonado la iglesia, no porque hayan perdido la fe, sino para no perderla". ¿Es posible que nuestras comunidades sean lugares donde, no solamente no es posible hallar la fe, sino que se corre un severo riesgo de perderla? Todos nosotros podemos traer a nuestras mentes los rostros de muchas personas que son significativas para nosotros pero que su corazón ya está radicado en ese país lejano. Algunos de ellos han perdido la fe. Otros, como indicaba antes, marcharon en un intento de no perderla porque ya no podían vivir más con las muchas contradicciones que nuestros sistemas eclesiásticos generan.

Conocemos al padre de la parábola. Sabemos de su carácter amoroso y amable. Nos cuesta creer que fuera la razón por la cual el muchacho abandonó el hogar. Pero también conocemos el carácter del hermano mayor ¿Es posible que vivir bajo el mismo techo con él fuera un auténtico suplicio y, directa o indirectamente, influyera en la marcha del hogar del hermano menor? Pura especulación, soy consciente. Sin embargo, pensemos si nuestros entornos son tan irrespirables e incluso disfuncionales que más vale correr el riesgo de vivir en un país lejano.


¿Cuál es tu situación?


Se marchó a un país lejano (Lucas 15:13)


Antes de marchar físicamente de casa, hay un marcha emocional. Hay un proceso que culmina con abandonar físicamente el hogar que ya hacía tiempo que se había abandonado emocional, psicológicamente. Salir del hogar es, simplemente, la culminación de un largo proceso. ¿Qué lleva a muchas personas, especialmente jóvenes, a abandonar el hogar? ¿Qué ha sucedido en sus mentes y en sus corazones que les ha llevado a considerar que es mucho mejor dejar la aparente seguridad y comodidad que la comunidad de los creyentes otorga o debería otorgar? Esto pensando en aquellos que la han abandonado físicamente, sin contar muchos otros que ya la han abandonado emocionalmente, y no lo hacen físicamente por diversas razones. Sus cuerpos están todavía allí, sin embargo, sus corazones ya hace tiempo que residen en ese país lejano. 

Hace unos pocos años leí una frase de un teólogo contemporáneo que afirmaba: "Nunca tanta gente como en estos días ha abandonado la iglesia, no porque hayan perdido la fe, sino para no perderla". ¿Es posible que nuestras comunidades sean lugares donde, no solamente no es posible hallar la fe, sino que se corre un severo riesgo de perderla? Todos nosotros podemos traer a nuestras mentes los rostros de muchas personas que son significativas para nosotros pero que su corazón ya está radicado en ese país lejano. Algunos de ellos han perdido la fe. Otros, como indicaba antes, marcharon en un intento de no perderla porque ya no podían vivir más con las muchas contradicciones que nuestros sistemas eclesiásticos generan.

Conocemos al padre de la parábola. Sabemos de su carácter amoroso y amable. Nos cuesta creer que fuera la razón por la cual el muchacho abandonó el hogar. Pero también conocemos el carácter del hermano mayor ¿Es posible que vivir bajo el mismo techo con él fuera un auténtico suplicio y, directa o indirectamente, influyera en la marcha del hogar del hermano menor? Pura especulación, soy consciente. Sin embargo, pensemos si nuestros entornos son tan irrespirables e incluso disfuncionales que más vale correr el riesgo de vivir en un país lejano.


¿Cuál es tu situación?


Se marchó a un país lejano (Lucas 15:13)


Antes de marchar físicamente de casa, hay un marcha emocional. Hay un proceso que culmina con abandonar físicamente el hogar que ya hacía tiempo que se había abandonado emocional, psicológicamente. Salir del hogar es, simplemente, la culminación de un largo proceso. ¿Qué lleva a muchas personas, especialmente jóvenes, a abandonar el hogar? ¿Qué ha sucedido en sus mentes y en sus corazones que les ha llevado a considerar que es mucho mejor dejar la aparente seguridad y comodidad que la comunidad de los creyentes otorga o debería otorgar? Esto pensando en aquellos que la han abandonado físicamente, sin contar muchos otros que ya la han abandonado emocionalmente, y no lo hacen físicamente por diversas razones. Sus cuerpos están todavía allí, sin embargo, sus corazones ya hace tiempo que residen en ese país lejano. 

Hace unos pocos años leí una frase de un teólogo contemporáneo que afirmaba: "Nunca tanta gente como en estos días ha abandonado la iglesia, no porque hayan perdido la fe, sino para no perderla". ¿Es posible que nuestras comunidades sean lugares donde, no solamente no es posible hallar la fe, sino que se corre un severo riesgo de perderla? Todos nosotros podemos traer a nuestras mentes los rostros de muchas personas que son significativas para nosotros pero que su corazón ya está radicado en ese país lejano. Algunos de ellos han perdido la fe. Otros, como indicaba antes, marcharon en un intento de no perderla porque ya no podían vivir más con las muchas contradicciones que nuestros sistemas eclesiásticos generan.

Conocemos al padre de la parábola. Sabemos de su carácter amoroso y amable. Nos cuesta creer que fuera la razón por la cual el muchacho abandonó el hogar. Pero también conocemos el carácter del hermano mayor ¿Es posible que vivir bajo el mismo techo con él fuera un auténtico suplicio y, directa o indirectamente, influyera en la marcha del hogar del hermano menor? Pura especulación, soy consciente. Sin embargo, pensemos si nuestros entornos son tan irrespirables e incluso disfuncionales que más vale correr el riesgo de vivir en un país lejano.


¿Cuál es tu situación?