Todos, en efecto, pecamos con frecuencia. Ahora bien, quien no se desliza en el hablar, es persona cabal, capaz de mantener a raya todo su cuerpo. (Santiago 3:2)


El problema no es la lengua, el problema es el corazón. Aquella no es sino un instrumento de este último. Jesús mismo afirmó la centralidad del corazón en el pecado humano (Véase Mate 15:19 y todo el contexto), la lengua es un mero instrumento que ejecuta los mandatos del corazón. La lengua es neutra tal y como dice el escritor de la carta, sin embargo, es un instrumento de fácil uso y con un increíble poder destructivo en comparación con su tamaño. Las palabras son fáciles de decir pero no siempre podemos medir las terribles consecuencias que pueden generar tanto en el que las oye, como en aquel que no las oye pero es acerca del cual estamos hablando. 

Podemos usar la lengua para bendecir, dar una palabra de ánimo, reconocer el trabajo y el esfuerzo hecho por otra persona, consolar, aumentar la perspectiva que una persona tiene acerca de su realidad, aconsejar, exhortar, incluso reprender si lo hacemos en amor. El escritor de Proverbios dice que cuando usamos de este modo nuestra lengua podemos ser medicina para el alma. Pero tristemente también podemos usar la lengua para maldecir, hacer daño, criticar, mentir, difamar, insultar, sembrar cizaña, destruir la reputación de otros, echar por tierra su trabajo y un largo etcétera.

El uso de la lengua en un sentido u otro depende totalmente de nosotros. Pero, a la hora de usarla o dejar de hacerlo, pensemos en dos textos bíblicos. El primero afirma en el libro de Proverbios que, hasta un necio pasa por sabio cuando calla (17:28), el segundo son las palabras del Maestro cuando indica, que de la abundancia de tu corazón habla tu boca (Mateo 12:34)


¿Qué muestra acerca de ti el uso de tu lengua?



Todos, en efecto, pecamos con frecuencia. Ahora bien, quien no se desliza en el hablar, es persona cabal, capaz de mantener a raya todo su cuerpo. (Santiago 3:2)


El problema no es la lengua, el problema es el corazón. Aquella no es sino un instrumento de este último. Jesús mismo afirmó la centralidad del corazón en el pecado humano (Véase Mate 15:19 y todo el contexto), la lengua es un mero instrumento que ejecuta los mandatos del corazón. La lengua es neutra tal y como dice el escritor de la carta, sin embargo, es un instrumento de fácil uso y con un increíble poder destructivo en comparación con su tamaño. Las palabras son fáciles de decir pero no siempre podemos medir las terribles consecuencias que pueden generar tanto en el que las oye, como en aquel que no las oye pero es acerca del cual estamos hablando. 

Podemos usar la lengua para bendecir, dar una palabra de ánimo, reconocer el trabajo y el esfuerzo hecho por otra persona, consolar, aumentar la perspectiva que una persona tiene acerca de su realidad, aconsejar, exhortar, incluso reprender si lo hacemos en amor. El escritor de Proverbios dice que cuando usamos de este modo nuestra lengua podemos ser medicina para el alma. Pero tristemente también podemos usar la lengua para maldecir, hacer daño, criticar, mentir, difamar, insultar, sembrar cizaña, destruir la reputación de otros, echar por tierra su trabajo y un largo etcétera.

El uso de la lengua en un sentido u otro depende totalmente de nosotros. Pero, a la hora de usarla o dejar de hacerlo, pensemos en dos textos bíblicos. El primero afirma en el libro de Proverbios que, hasta un necio pasa por sabio cuando calla (17:28), el segundo son las palabras del Maestro cuando indica, que de la abundancia de tu corazón habla tu boca (Mateo 12:34)


¿Qué muestra acerca de ti el uso de tu lengua?



Todos, en efecto, pecamos con frecuencia. Ahora bien, quien no se desliza en el hablar, es persona cabal, capaz de mantener a raya todo su cuerpo. (Santiago 3:2)


El problema no es la lengua, el problema es el corazón. Aquella no es sino un instrumento de este último. Jesús mismo afirmó la centralidad del corazón en el pecado humano (Véase Mate 15:19 y todo el contexto), la lengua es un mero instrumento que ejecuta los mandatos del corazón. La lengua es neutra tal y como dice el escritor de la carta, sin embargo, es un instrumento de fácil uso y con un increíble poder destructivo en comparación con su tamaño. Las palabras son fáciles de decir pero no siempre podemos medir las terribles consecuencias que pueden generar tanto en el que las oye, como en aquel que no las oye pero es acerca del cual estamos hablando. 

Podemos usar la lengua para bendecir, dar una palabra de ánimo, reconocer el trabajo y el esfuerzo hecho por otra persona, consolar, aumentar la perspectiva que una persona tiene acerca de su realidad, aconsejar, exhortar, incluso reprender si lo hacemos en amor. El escritor de Proverbios dice que cuando usamos de este modo nuestra lengua podemos ser medicina para el alma. Pero tristemente también podemos usar la lengua para maldecir, hacer daño, criticar, mentir, difamar, insultar, sembrar cizaña, destruir la reputación de otros, echar por tierra su trabajo y un largo etcétera.

El uso de la lengua en un sentido u otro depende totalmente de nosotros. Pero, a la hora de usarla o dejar de hacerlo, pensemos en dos textos bíblicos. El primero afirma en el libro de Proverbios que, hasta un necio pasa por sabio cuando calla (17:28), el segundo son las palabras del Maestro cuando indica, que de la abundancia de tu corazón habla tu boca (Mateo 12:34)


¿Qué muestra acerca de ti el uso de tu lengua?



Todos, en efecto, pecamos con frecuencia. Ahora bien, quien no se desliza en el hablar, es persona cabal, capaz de mantener a raya todo su cuerpo. (Santiago 3:2)


El problema no es la lengua, el problema es el corazón. Aquella no es sino un instrumento de este último. Jesús mismo afirmó la centralidad del corazón en el pecado humano (Véase Mate 15:19 y todo el contexto), la lengua es un mero instrumento que ejecuta los mandatos del corazón. La lengua es neutra tal y como dice el escritor de la carta, sin embargo, es un instrumento de fácil uso y con un increíble poder destructivo en comparación con su tamaño. Las palabras son fáciles de decir pero no siempre podemos medir las terribles consecuencias que pueden generar tanto en el que las oye, como en aquel que no las oye pero es acerca del cual estamos hablando. 

Podemos usar la lengua para bendecir, dar una palabra de ánimo, reconocer el trabajo y el esfuerzo hecho por otra persona, consolar, aumentar la perspectiva que una persona tiene acerca de su realidad, aconsejar, exhortar, incluso reprender si lo hacemos en amor. El escritor de Proverbios dice que cuando usamos de este modo nuestra lengua podemos ser medicina para el alma. Pero tristemente también podemos usar la lengua para maldecir, hacer daño, criticar, mentir, difamar, insultar, sembrar cizaña, destruir la reputación de otros, echar por tierra su trabajo y un largo etcétera.

El uso de la lengua en un sentido u otro depende totalmente de nosotros. Pero, a la hora de usarla o dejar de hacerlo, pensemos en dos textos bíblicos. El primero afirma en el libro de Proverbios que, hasta un necio pasa por sabio cuando calla (17:28), el segundo son las palabras del Maestro cuando indica, que de la abundancia de tu corazón habla tu boca (Mateo 12:34)


¿Qué muestra acerca de ti el uso de tu lengua?