Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10:29)


Lucas recoge un diálogo entre Jesús y un maestro de la ley. Si hubiera que ponerle título al mismo podría ser: "Cristianismo básico". Jesús hace un brillante resumen de lo que significa la fe, su esencia, su médula, lo básico, lo no negociable. Simplemente es amar a Dios y al prójimo. Todo se resume única y exclusivamente en eso. Más claro, agua. Confrontado con la respuesta de Jesús y, tal y como nos indica Lucas, con la intención de justificarse a sí mismo le pregunto acerca de a quién debía considerar su prójimo. El concepto de un judío acerca de su prójimo era tremendamente limitado. En primer lugar tenía que ser únicamente judío. Un gentil no era considerado como prójimo. Un medio judío, como eran los samaritanos, era aún más despreciable. Pero el hecho de pertenecer al pueblo de Israel no garantizaba el tratamiento de prójimo. Cobradores de impuestos, pecadores y marginados en general no gozaban de dicha consideración y, por tanto, no merecían ser tratados como tales. El concepto era tan reducido y reduccionista que al final el prójimo era única y exclusivamente mi igual. Era aquel que pensaba, sentía y veía la vida de la misma forma que yo. Única y exclusivamente ante éste tenía una responsabilidad. La cuestión es bien simple. Dios pide que se ame al prójimo de la misma manera que se le ama a Él. Si podemos despojar de esa condición a otros seres humanos ya no estamos ligados por ninguna obligación. Han dejado de ser mis prójimos.

En respuesta a esa pregunta capciosa Jesús redefine radicalmente el concepto de prójimo por medio de la parábola del buena samaritano. El Maestro indica que el prójimo no es aquel que es igual a mí, antes al contrario, se trata de aquel que es diferente a mí, sea desde el punto de vista político, económico, social, religioso, de género, de nación y un etcétera tan largo como nosotros queramos hacerlo. El otro, sin limitaciones, es mi prójimo. Valdría la pena decir que cuánto más diferente es, menos afín es a mí y mi manera de ver la vida, más prójimo es; al menos eso es lo que nos enseña Jesús. Muchos de nosotros vivimos en situaciones políticas en las que nos es necesario y urgente redefinir, siempre desde una perspectiva bíblica, quién es nuestro prójimo. Nosotros, los seguidores de Jesús, no podemos entender al prójimo desde las perspectivas sociales al uso, éstas, necesariamente, siempre reducirán su concepto de prójimo.


¿Quién es tu prójimo? 


Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10:29)


Lucas recoge un diálogo entre Jesús y un maestro de la ley. Si hubiera que ponerle título al mismo podría ser: "Cristianismo básico". Jesús hace un brillante resumen de lo que significa la fe, su esencia, su médula, lo básico, lo no negociable. Simplemente es amar a Dios y al prójimo. Todo se resume única y exclusivamente en eso. Más claro, agua. Confrontado con la respuesta de Jesús y, tal y como nos indica Lucas, con la intención de justificarse a sí mismo le pregunto acerca de a quién debía considerar su prójimo. El concepto de un judío acerca de su prójimo era tremendamente limitado. En primer lugar tenía que ser únicamente judío. Un gentil no era considerado como prójimo. Un medio judío, como eran los samaritanos, era aún más despreciable. Pero el hecho de pertenecer al pueblo de Israel no garantizaba el tratamiento de prójimo. Cobradores de impuestos, pecadores y marginados en general no gozaban de dicha consideración y, por tanto, no merecían ser tratados como tales. El concepto era tan reducido y reduccionista que al final el prójimo era única y exclusivamente mi igual. Era aquel que pensaba, sentía y veía la vida de la misma forma que yo. Única y exclusivamente ante éste tenía una responsabilidad. La cuestión es bien simple. Dios pide que se ame al prójimo de la misma manera que se le ama a Él. Si podemos despojar de esa condición a otros seres humanos ya no estamos ligados por ninguna obligación. Han dejado de ser mis prójimos.

En respuesta a esa pregunta capciosa Jesús redefine radicalmente el concepto de prójimo por medio de la parábola del buena samaritano. El Maestro indica que el prójimo no es aquel que es igual a mí, antes al contrario, se trata de aquel que es diferente a mí, sea desde el punto de vista político, económico, social, religioso, de género, de nación y un etcétera tan largo como nosotros queramos hacerlo. El otro, sin limitaciones, es mi prójimo. Valdría la pena decir que cuánto más diferente es, menos afín es a mí y mi manera de ver la vida, más prójimo es; al menos eso es lo que nos enseña Jesús. Muchos de nosotros vivimos en situaciones políticas en las que nos es necesario y urgente redefinir, siempre desde una perspectiva bíblica, quién es nuestro prójimo. Nosotros, los seguidores de Jesús, no podemos entender al prójimo desde las perspectivas sociales al uso, éstas, necesariamente, siempre reducirán su concepto de prójimo.


¿Quién es tu prójimo? 


Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10:29)


Lucas recoge un diálogo entre Jesús y un maestro de la ley. Si hubiera que ponerle título al mismo podría ser: "Cristianismo básico". Jesús hace un brillante resumen de lo que significa la fe, su esencia, su médula, lo básico, lo no negociable. Simplemente es amar a Dios y al prójimo. Todo se resume única y exclusivamente en eso. Más claro, agua. Confrontado con la respuesta de Jesús y, tal y como nos indica Lucas, con la intención de justificarse a sí mismo le pregunto acerca de a quién debía considerar su prójimo. El concepto de un judío acerca de su prójimo era tremendamente limitado. En primer lugar tenía que ser únicamente judío. Un gentil no era considerado como prójimo. Un medio judío, como eran los samaritanos, era aún más despreciable. Pero el hecho de pertenecer al pueblo de Israel no garantizaba el tratamiento de prójimo. Cobradores de impuestos, pecadores y marginados en general no gozaban de dicha consideración y, por tanto, no merecían ser tratados como tales. El concepto era tan reducido y reduccionista que al final el prójimo era única y exclusivamente mi igual. Era aquel que pensaba, sentía y veía la vida de la misma forma que yo. Única y exclusivamente ante éste tenía una responsabilidad. La cuestión es bien simple. Dios pide que se ame al prójimo de la misma manera que se le ama a Él. Si podemos despojar de esa condición a otros seres humanos ya no estamos ligados por ninguna obligación. Han dejado de ser mis prójimos.

En respuesta a esa pregunta capciosa Jesús redefine radicalmente el concepto de prójimo por medio de la parábola del buena samaritano. El Maestro indica que el prójimo no es aquel que es igual a mí, antes al contrario, se trata de aquel que es diferente a mí, sea desde el punto de vista político, económico, social, religioso, de género, de nación y un etcétera tan largo como nosotros queramos hacerlo. El otro, sin limitaciones, es mi prójimo. Valdría la pena decir que cuánto más diferente es, menos afín es a mí y mi manera de ver la vida, más prójimo es; al menos eso es lo que nos enseña Jesús. Muchos de nosotros vivimos en situaciones políticas en las que nos es necesario y urgente redefinir, siempre desde una perspectiva bíblica, quién es nuestro prójimo. Nosotros, los seguidores de Jesús, no podemos entender al prójimo desde las perspectivas sociales al uso, éstas, necesariamente, siempre reducirán su concepto de prójimo.


¿Quién es tu prójimo?