A mí me lo habéis hecho. (Mateo 25:40)


Jesús no sólo ha redefinido el concepto de prójimo sino también la relación que deberíamos tener con él. Universalizar quién debía ser considerado como mi prójimo ya significó un cambio revolucionario de perspectiva y paradigma. Pero aún lo es más, si es que fuera posible, establecer nuevas y radicales normas del juego para relacionarme con él. El Maestro afirma llana y claramente que cuando estamos teniendo interacción con nuestro prójimo es con Él mismo con quien lo hacemos. Es decir, el prójimo es Jesús. Soy consciente de que a nivel intelectual uno puede llegar a entenderlo; puede costar más o menos pero es posible. Sin embargo, a nivel interno, emocional, de paradigma, de visión de la vida es mucho más complicado. Como idea hasta puede resultar romántica, épica, poética incluso. Como motor de vida es brutalmente desafiante. 

Fijémonos bien en las palabras de Jesús. No afirma que tratemos al prójimo como lo haríamos con Él. Eso, ciertamente, sería un paso adelante y radical en nuestras relaciones interpersonales. Sin embargo, el Maestro va mucho mas allá en su radicalidad. Afirma sin tapujos que aquello que le hacemos o dejamos de hacer al prójimo (pues Jesús habla tanto y pone al mismo nivel las acciones como las omisiones) es hecho o dejado de hacer directamente a Él. De tal modo que cuando me encuentro con mi prójimo, tanto el agradable como el desagradable, el igual a mí como el contrario a mí, el que ve la vida como yo la veo y aquel que la ve de forma, no sólo diferente, sino incluso opuesta e irreconciliable a mí, me estoy encontrando con Jesús y eso debería de guiar mi relación e interacción con Él. Eso es mucho más desafiante, radical, revolucionario y exigente que ese cristianismo orientado y centrado en nosotros mismos. Nos exige más que una fe que presenta al Señor como un megalómano cósmico sediento de reconocimiento y comprometido con nosotros y todas nuestras necesidades pero que no nos exige una vida transformada y comprometida con nuestro prójimo.


Hoy, en nuestra relación con muchas personas, nos vamos a encontrar con Jesús ¿Cómo reaccionaremos?



A mí me lo habéis hecho. (Mateo 25:40)


Jesús no sólo ha redefinido el concepto de prójimo sino también la relación que deberíamos tener con él. Universalizar quién debía ser considerado como mi prójimo ya significó un cambio revolucionario de perspectiva y paradigma. Pero aún lo es más, si es que fuera posible, establecer nuevas y radicales normas del juego para relacionarme con él. El Maestro afirma llana y claramente que cuando estamos teniendo interacción con nuestro prójimo es con Él mismo con quien lo hacemos. Es decir, el prójimo es Jesús. Soy consciente de que a nivel intelectual uno puede llegar a entenderlo; puede costar más o menos pero es posible. Sin embargo, a nivel interno, emocional, de paradigma, de visión de la vida es mucho más complicado. Como idea hasta puede resultar romántica, épica, poética incluso. Como motor de vida es brutalmente desafiante. 

Fijémonos bien en las palabras de Jesús. No afirma que tratemos al prójimo como lo haríamos con Él. Eso, ciertamente, sería un paso adelante y radical en nuestras relaciones interpersonales. Sin embargo, el Maestro va mucho mas allá en su radicalidad. Afirma sin tapujos que aquello que le hacemos o dejamos de hacer al prójimo (pues Jesús habla tanto y pone al mismo nivel las acciones como las omisiones) es hecho o dejado de hacer directamente a Él. De tal modo que cuando me encuentro con mi prójimo, tanto el agradable como el desagradable, el igual a mí como el contrario a mí, el que ve la vida como yo la veo y aquel que la ve de forma, no sólo diferente, sino incluso opuesta e irreconciliable a mí, me estoy encontrando con Jesús y eso debería de guiar mi relación e interacción con Él. Eso es mucho más desafiante, radical, revolucionario y exigente que ese cristianismo orientado y centrado en nosotros mismos. Nos exige más que una fe que presenta al Señor como un megalómano cósmico sediento de reconocimiento y comprometido con nosotros y todas nuestras necesidades pero que no nos exige una vida transformada y comprometida con nuestro prójimo.


Hoy, en nuestra relación con muchas personas, nos vamos a encontrar con Jesús ¿Cómo reaccionaremos?



A mí me lo habéis hecho. (Mateo 25:40)


Jesús no sólo ha redefinido el concepto de prójimo sino también la relación que deberíamos tener con él. Universalizar quién debía ser considerado como mi prójimo ya significó un cambio revolucionario de perspectiva y paradigma. Pero aún lo es más, si es que fuera posible, establecer nuevas y radicales normas del juego para relacionarme con él. El Maestro afirma llana y claramente que cuando estamos teniendo interacción con nuestro prójimo es con Él mismo con quien lo hacemos. Es decir, el prójimo es Jesús. Soy consciente de que a nivel intelectual uno puede llegar a entenderlo; puede costar más o menos pero es posible. Sin embargo, a nivel interno, emocional, de paradigma, de visión de la vida es mucho más complicado. Como idea hasta puede resultar romántica, épica, poética incluso. Como motor de vida es brutalmente desafiante. 

Fijémonos bien en las palabras de Jesús. No afirma que tratemos al prójimo como lo haríamos con Él. Eso, ciertamente, sería un paso adelante y radical en nuestras relaciones interpersonales. Sin embargo, el Maestro va mucho mas allá en su radicalidad. Afirma sin tapujos que aquello que le hacemos o dejamos de hacer al prójimo (pues Jesús habla tanto y pone al mismo nivel las acciones como las omisiones) es hecho o dejado de hacer directamente a Él. De tal modo que cuando me encuentro con mi prójimo, tanto el agradable como el desagradable, el igual a mí como el contrario a mí, el que ve la vida como yo la veo y aquel que la ve de forma, no sólo diferente, sino incluso opuesta e irreconciliable a mí, me estoy encontrando con Jesús y eso debería de guiar mi relación e interacción con Él. Eso es mucho más desafiante, radical, revolucionario y exigente que ese cristianismo orientado y centrado en nosotros mismos. Nos exige más que una fe que presenta al Señor como un megalómano cósmico sediento de reconocimiento y comprometido con nosotros y todas nuestras necesidades pero que no nos exige una vida transformada y comprometida con nuestro prójimo.


Hoy, en nuestra relación con muchas personas, nos vamos a encontrar con Jesús ¿Cómo reaccionaremos?