Yo soy el pan de la vida (Juan 6:48)


Todas las culturas tienen un alimento básico que las sustenta. Puede ser el arroz, el maíz, las patatas, etc. En el mundo mediterráneo, al cual perteneció Jesús, era el trigo y sus derivados, concretamente el pan. En su época no había excesiva variedad en la dieta y contento podía estar aquel que tenía un bocado de pan que echarse a la boca cada día. Esa, lamentablemente, sigue siendo la realidad hoy en día de millones de personas en nuestro planeta. No es de extrañar, por tanto, que el Maestro nos enseñara a pedir por nuestro pan cotidiana, la porción que necesitamos cada día para sustentar la vida. 

Jesús usa la afirmación acerca del pan justo después de haber alimentado a varios miles de personas. No es difícil ponerse en la mente de las mismas. Resultaría maravilloso tener como líder a alguien que día tras día pudiera suplirles del alimento básico de una manera inagotable. El texto de Juan nos indica que todos aquellos comieron hasta saciarse. Es decir, calmaron total y absolutamente su hambre. Así que ni cortos ni perezosos deciden que lo proclamarán rey. De forma definitiva se acabaría su hambre y tendrían un futuro asegurado. Sin embargo, aquel plan no coincidía para nada con el de Jesús. 

Al usar el símbolo del pan, un alimento básico, el Maestro estaba afirmando que tiene el compromiso y la capacidad de satisfacer nuestra necesidad básica y fundamental. En sociedades mínimamente avanzadas como las nuestras ¿De qué tiene hambre aquel que ya ha visto cubierta su necesidad primaria de alimento? Mi respuesta sería que existe un hambre de sentido, de significado, de propósito, de ser amado, considerado y aceptado, de tener valor y dignidad. Éstas entre otras muchas cosas. Y esa hambre de significado cada cual intenta saciarla como buenamente puede. Cada sociedad y cada época tiene "sus panes" en los cuales busca cubrirla. El placer, el poder, el estatus, las experiencias, las posesiones, el dinero con todo lo que éste puede proporcionar, forman parte del menú diario que nuestra sociedad ofrece para, si no saciar y satisfacer, al menos intentar calmar ese hambre profunda de significado. 

El problema es que nos seguidores de Jesús no estamos exentos de la tentación de cubrir nuestra necesidad con la dieta que ofrece la sociedad. Con frecuencia olvidamos que todo aquel que como de esos panes volverá a tener hambre y necesitará una dosis cada vez mayor para calmar el dolor del hambre de sentido, propósito y significado.


¿Cuál es la base de tu dieta?








Yo soy el pan de la vida (Juan 6:48)


Todas las culturas tienen un alimento básico que las sustenta. Puede ser el arroz, el maíz, las patatas, etc. En el mundo mediterráneo, al cual perteneció Jesús, era el trigo y sus derivados, concretamente el pan. En su época no había excesiva variedad en la dieta y contento podía estar aquel que tenía un bocado de pan que echarse a la boca cada día. Esa, lamentablemente, sigue siendo la realidad hoy en día de millones de personas en nuestro planeta. No es de extrañar, por tanto, que el Maestro nos enseñara a pedir por nuestro pan cotidiana, la porción que necesitamos cada día para sustentar la vida. 

Jesús usa la afirmación acerca del pan justo después de haber alimentado a varios miles de personas. No es difícil ponerse en la mente de las mismas. Resultaría maravilloso tener como líder a alguien que día tras día pudiera suplirles del alimento básico de una manera inagotable. El texto de Juan nos indica que todos aquellos comieron hasta saciarse. Es decir, calmaron total y absolutamente su hambre. Así que ni cortos ni perezosos deciden que lo proclamarán rey. De forma definitiva se acabaría su hambre y tendrían un futuro asegurado. Sin embargo, aquel plan no coincidía para nada con el de Jesús. 

Al usar el símbolo del pan, un alimento básico, el Maestro estaba afirmando que tiene el compromiso y la capacidad de satisfacer nuestra necesidad básica y fundamental. En sociedades mínimamente avanzadas como las nuestras ¿De qué tiene hambre aquel que ya ha visto cubierta su necesidad primaria de alimento? Mi respuesta sería que existe un hambre de sentido, de significado, de propósito, de ser amado, considerado y aceptado, de tener valor y dignidad. Éstas entre otras muchas cosas. Y esa hambre de significado cada cual intenta saciarla como buenamente puede. Cada sociedad y cada época tiene "sus panes" en los cuales busca cubrirla. El placer, el poder, el estatus, las experiencias, las posesiones, el dinero con todo lo que éste puede proporcionar, forman parte del menú diario que nuestra sociedad ofrece para, si no saciar y satisfacer, al menos intentar calmar ese hambre profunda de significado. 

El problema es que nos seguidores de Jesús no estamos exentos de la tentación de cubrir nuestra necesidad con la dieta que ofrece la sociedad. Con frecuencia olvidamos que todo aquel que como de esos panes volverá a tener hambre y necesitará una dosis cada vez mayor para calmar el dolor del hambre de sentido, propósito y significado.


¿Cuál es la base de tu dieta?








Yo soy el pan de la vida (Juan 6:48)


Todas las culturas tienen un alimento básico que las sustenta. Puede ser el arroz, el maíz, las patatas, etc. En el mundo mediterráneo, al cual perteneció Jesús, era el trigo y sus derivados, concretamente el pan. En su época no había excesiva variedad en la dieta y contento podía estar aquel que tenía un bocado de pan que echarse a la boca cada día. Esa, lamentablemente, sigue siendo la realidad hoy en día de millones de personas en nuestro planeta. No es de extrañar, por tanto, que el Maestro nos enseñara a pedir por nuestro pan cotidiana, la porción que necesitamos cada día para sustentar la vida. 

Jesús usa la afirmación acerca del pan justo después de haber alimentado a varios miles de personas. No es difícil ponerse en la mente de las mismas. Resultaría maravilloso tener como líder a alguien que día tras día pudiera suplirles del alimento básico de una manera inagotable. El texto de Juan nos indica que todos aquellos comieron hasta saciarse. Es decir, calmaron total y absolutamente su hambre. Así que ni cortos ni perezosos deciden que lo proclamarán rey. De forma definitiva se acabaría su hambre y tendrían un futuro asegurado. Sin embargo, aquel plan no coincidía para nada con el de Jesús. 

Al usar el símbolo del pan, un alimento básico, el Maestro estaba afirmando que tiene el compromiso y la capacidad de satisfacer nuestra necesidad básica y fundamental. En sociedades mínimamente avanzadas como las nuestras ¿De qué tiene hambre aquel que ya ha visto cubierta su necesidad primaria de alimento? Mi respuesta sería que existe un hambre de sentido, de significado, de propósito, de ser amado, considerado y aceptado, de tener valor y dignidad. Éstas entre otras muchas cosas. Y esa hambre de significado cada cual intenta saciarla como buenamente puede. Cada sociedad y cada época tiene "sus panes" en los cuales busca cubrirla. El placer, el poder, el estatus, las experiencias, las posesiones, el dinero con todo lo que éste puede proporcionar, forman parte del menú diario que nuestra sociedad ofrece para, si no saciar y satisfacer, al menos intentar calmar ese hambre profunda de significado. 

El problema es que nos seguidores de Jesús no estamos exentos de la tentación de cubrir nuestra necesidad con la dieta que ofrece la sociedad. Con frecuencia olvidamos que todo aquel que como de esos panes volverá a tener hambre y necesitará una dosis cada vez mayor para calmar el dolor del hambre de sentido, propósito y significado.


¿Cuál es la base de tu dieta?