Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12)


Del mismo modo que el agua y el pan, la luz es un elemento esencial para la vida humana. Entiendo que cuando Jesús habla acerca de ella se está refiriendo a la luz solar pues la eléctrica carecía de existencia en aquellos momentos. Los ritmos de la vida durante siglos han estado marcados por el sol. La oscuridad limitaba considerablemente las posibilidades de realizar cualquier tipo de tarea y en muchos lugares significaba la inseguridad total. La historia nos cuenta que tras la puesta del sol las calles de la antigua Roma, la capital del imperio mundial, se volvían totalmente intransitables a causa de la violencia que imperaba con la oscuridad. Así mismo la luz es precisa para que determinados procesos químicos puedan llevarse a cabo en los organismos vivos. No podría existir ningún tipo de vida sin luz.

Cuando pienso acerca de la luz veo que tiene dos vertientes: Una que podríamos llamar positiva y la otra, por describirla de alguna manera, negativa. Tratemos la primera de ellas. La presencia de la luz nos permite ubicarnos y orientarnos. Nos da perspectiva y una comprensión de lo que hay a nuestro alrededor. Provee también de seguridad. Todos hemos experimentando las sensaciones asociadas a la oscuridad e incluso el miedo que puede producir encontrarnos en un lugar donde carecemos de luz para poder hacernos una idea de la situación. Todo parece indicar que la oscuridad tiene la capacidad de despertar en muchos de nosotros miedos ancestrales e incluso irracionales. Todo cambia cuando no hay luz. Yo mismo he experimentado la inmensa diferencia que significa llegar a un país extranjero que desconoces en la noche o hacerlo durante el día. Las sensaciones son totalmente diferentes. 

Jesús afirma ser la luz del mundo y, consecuentemente, aquel que le sigue no andará en tinieblas. Cuando Jesús hace semejante afirmación lo visualizo como si fuera un faro en medio de la oscuridad. Su luz me da un punto de referencia, me alerta de los peligros a mi alrededor y, a la vez, me permite orientarme en la dirección correcta. Personalmente preciso de todos esos ingredientes a fin de poder manejar mi propio proyecto vital. En medio de entornos tremendamente convulsos y cambiantes es urgente e imprescindible tener esas referencias que le permiten a uno mantenerse orientado en la dirección correcta. Muchas veces parecemos los zombies de la película "The walking dead", simplemente moviéndonos mecánicamente de un lugar a otro, rodeados de muchos similares a nosotros, pero sin un propósito claro ni definido. No es de extrañar que experimentemos en nuestras vidas muchas de las sensaciones asociadas a la falta de luz y que ya he mencionado anteriormente. Por eso preciso de Jesús y la vertiente positiva de la luz. Lo necesito para ver la realidad, para hacerme una idea de dónde estoy y hacia dónde debo ir. Es indispensable para tener perspectiva y claridad. Un poco de luz, por pequeña que sea su intensidad, cambia por completo las cosas.


¿De qué formas prácticas puedes aplicar a tu vida esta gran verdad de que Jesús es la luz del mundo?



Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12)


Del mismo modo que el agua y el pan, la luz es un elemento esencial para la vida humana. Entiendo que cuando Jesús habla acerca de ella se está refiriendo a la luz solar pues la eléctrica carecía de existencia en aquellos momentos. Los ritmos de la vida durante siglos han estado marcados por el sol. La oscuridad limitaba considerablemente las posibilidades de realizar cualquier tipo de tarea y en muchos lugares significaba la inseguridad total. La historia nos cuenta que tras la puesta del sol las calles de la antigua Roma, la capital del imperio mundial, se volvían totalmente intransitables a causa de la violencia que imperaba con la oscuridad. Así mismo la luz es precisa para que determinados procesos químicos puedan llevarse a cabo en los organismos vivos. No podría existir ningún tipo de vida sin luz.

Cuando pienso acerca de la luz veo que tiene dos vertientes: Una que podríamos llamar positiva y la otra, por describirla de alguna manera, negativa. Tratemos la primera de ellas. La presencia de la luz nos permite ubicarnos y orientarnos. Nos da perspectiva y una comprensión de lo que hay a nuestro alrededor. Provee también de seguridad. Todos hemos experimentando las sensaciones asociadas a la oscuridad e incluso el miedo que puede producir encontrarnos en un lugar donde carecemos de luz para poder hacernos una idea de la situación. Todo parece indicar que la oscuridad tiene la capacidad de despertar en muchos de nosotros miedos ancestrales e incluso irracionales. Todo cambia cuando no hay luz. Yo mismo he experimentado la inmensa diferencia que significa llegar a un país extranjero que desconoces en la noche o hacerlo durante el día. Las sensaciones son totalmente diferentes. 

Jesús afirma ser la luz del mundo y, consecuentemente, aquel que le sigue no andará en tinieblas. Cuando Jesús hace semejante afirmación lo visualizo como si fuera un faro en medio de la oscuridad. Su luz me da un punto de referencia, me alerta de los peligros a mi alrededor y, a la vez, me permite orientarme en la dirección correcta. Personalmente preciso de todos esos ingredientes a fin de poder manejar mi propio proyecto vital. En medio de entornos tremendamente convulsos y cambiantes es urgente e imprescindible tener esas referencias que le permiten a uno mantenerse orientado en la dirección correcta. Muchas veces parecemos los zombies de la película "The walking dead", simplemente moviéndonos mecánicamente de un lugar a otro, rodeados de muchos similares a nosotros, pero sin un propósito claro ni definido. No es de extrañar que experimentemos en nuestras vidas muchas de las sensaciones asociadas a la falta de luz y que ya he mencionado anteriormente. Por eso preciso de Jesús y la vertiente positiva de la luz. Lo necesito para ver la realidad, para hacerme una idea de dónde estoy y hacia dónde debo ir. Es indispensable para tener perspectiva y claridad. Un poco de luz, por pequeña que sea su intensidad, cambia por completo las cosas.


¿De qué formas prácticas puedes aplicar a tu vida esta gran verdad de que Jesús es la luz del mundo?



Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12)


Del mismo modo que el agua y el pan, la luz es un elemento esencial para la vida humana. Entiendo que cuando Jesús habla acerca de ella se está refiriendo a la luz solar pues la eléctrica carecía de existencia en aquellos momentos. Los ritmos de la vida durante siglos han estado marcados por el sol. La oscuridad limitaba considerablemente las posibilidades de realizar cualquier tipo de tarea y en muchos lugares significaba la inseguridad total. La historia nos cuenta que tras la puesta del sol las calles de la antigua Roma, la capital del imperio mundial, se volvían totalmente intransitables a causa de la violencia que imperaba con la oscuridad. Así mismo la luz es precisa para que determinados procesos químicos puedan llevarse a cabo en los organismos vivos. No podría existir ningún tipo de vida sin luz.

Cuando pienso acerca de la luz veo que tiene dos vertientes: Una que podríamos llamar positiva y la otra, por describirla de alguna manera, negativa. Tratemos la primera de ellas. La presencia de la luz nos permite ubicarnos y orientarnos. Nos da perspectiva y una comprensión de lo que hay a nuestro alrededor. Provee también de seguridad. Todos hemos experimentando las sensaciones asociadas a la oscuridad e incluso el miedo que puede producir encontrarnos en un lugar donde carecemos de luz para poder hacernos una idea de la situación. Todo parece indicar que la oscuridad tiene la capacidad de despertar en muchos de nosotros miedos ancestrales e incluso irracionales. Todo cambia cuando no hay luz. Yo mismo he experimentado la inmensa diferencia que significa llegar a un país extranjero que desconoces en la noche o hacerlo durante el día. Las sensaciones son totalmente diferentes. 

Jesús afirma ser la luz del mundo y, consecuentemente, aquel que le sigue no andará en tinieblas. Cuando Jesús hace semejante afirmación lo visualizo como si fuera un faro en medio de la oscuridad. Su luz me da un punto de referencia, me alerta de los peligros a mi alrededor y, a la vez, me permite orientarme en la dirección correcta. Personalmente preciso de todos esos ingredientes a fin de poder manejar mi propio proyecto vital. En medio de entornos tremendamente convulsos y cambiantes es urgente e imprescindible tener esas referencias que le permiten a uno mantenerse orientado en la dirección correcta. Muchas veces parecemos los zombies de la película "The walking dead", simplemente moviéndonos mecánicamente de un lugar a otro, rodeados de muchos similares a nosotros, pero sin un propósito claro ni definido. No es de extrañar que experimentemos en nuestras vidas muchas de las sensaciones asociadas a la falta de luz y que ya he mencionado anteriormente. Por eso preciso de Jesús y la vertiente positiva de la luz. Lo necesito para ver la realidad, para hacerme una idea de dónde estoy y hacia dónde debo ir. Es indispensable para tener perspectiva y claridad. Un poco de luz, por pequeña que sea su intensidad, cambia por completo las cosas.


¿De qué formas prácticas puedes aplicar a tu vida esta gran verdad de que Jesús es la luz del mundo?