¿Es que no había sepulcros en Egipto, para que nos hicieses venir a morir en el desierto? ¿Para esto nos has sacado de Egipto? ¿No te decíamos allí  que nos dejaras en paz sirviendo a los egipcios, pues más nos valía ser esclavos suyos que morir en el desierto. (Éxodo 14:11)


Dicho del miedo o del terrorExtremado o muy intensoy que a menudo es colectivo y contagioso. Así define el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua el pánico; y eso es lo que experimentó el pueblo de Israel cuando se encontró entre los egipcios y el mar. Una de las consecuencias del mismo es la distorsión de la realidad; lo veo de forma evidente entre el pueblo que olvida la intervención milagrosa del Señor hacia tan sólo unos días e idealiza su estado de esclavitud en Egipto. Durante semanas habían experimentado cómo Dios actuaba de forma sobrenatural entre ellos; cómo los preservaba de la muerte de los primogénitos de los egipcios. Ahora, sin embargo, cuando por primera vez tienen que ejercer confianza y dependencia del Señor entran en un estado de pánico, se arrepienten de haber dejado el país que los esclavizaba y desean volver a su estado previo. El pánico les bloquea la capacidad de pensar, reflexionar, valorar cómo Dios había sido fiel en el pasado reciente con ellos y tomar el riesgo de confiar en Él para la situación presente. Ante el mar por un lado y los egipcios por otro cunde el pánico.

Como siempre es fácil juzgar a los pobres israelitas desde la comodidad de nuestra situación. Sin embargo, al mirarme en su espejo me veo forzado a pensar en cuántas ocasiones no he reaccionado con el mismo pánico que ellos lo hicieron. Han habido situaciones en que me he encontrado -literariamente hablando- entre el mar y los egipcios; habrán, sin duda, más ocasiones en mi vida en que eso se repetirá. Me doy cuenta que no estoy exento de caer en un estado de pánico que me haga olvidar y perder la perspectiva de todas las veces que el Señor ha intervenido en mi vida; que difumine su fidelidad e intervención; que me haga buscar salidas desesperadas y locas e incluso el añorar los tiempo de vivir sin Él. Pienso que el único antídoto contra el pánico es pararse, respirar hondo y centrarnos en la fidelidad y misericordia del Señor en el pasado en nuestra propia experiencia personal. Reconocer tantas y tantas veces en que intervino de un modo sobrenatural y en fe comenzar a andar hacia nuestro mar Rojo particular y personal. No creo que deba sentir vergüenza del miedo que surge cuando me encuentro entre el mar y los egipcios ¡En absoluto! El problema no es tener miedo, sino cómo reconocerlo y dárselo al Señor.


¿Entre el mar Rojo y los egipcios? ¿Qué deberías hacer al respecto? ¿De qué modo la fidelidad del Señor en el pasado puede ayudarte a comenzar a caminar sobre el mar?



¿Es que no había sepulcros en Egipto, para que nos hicieses venir a morir en el desierto? ¿Para esto nos has sacado de Egipto? ¿No te decíamos allí  que nos dejaras en paz sirviendo a los egipcios, pues más nos valía ser esclavos suyos que morir en el desierto. (Éxodo 14:11)


Dicho del miedo o del terrorExtremado o muy intensoy que a menudo es colectivo y contagioso. Así define el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua el pánico; y eso es lo que experimentó el pueblo de Israel cuando se encontró entre los egipcios y el mar. Una de las consecuencias del mismo es la distorsión de la realidad; lo veo de forma evidente entre el pueblo que olvida la intervención milagrosa del Señor hacia tan sólo unos días e idealiza su estado de esclavitud en Egipto. Durante semanas habían experimentado cómo Dios actuaba de forma sobrenatural entre ellos; cómo los preservaba de la muerte de los primogénitos de los egipcios. Ahora, sin embargo, cuando por primera vez tienen que ejercer confianza y dependencia del Señor entran en un estado de pánico, se arrepienten de haber dejado el país que los esclavizaba y desean volver a su estado previo. El pánico les bloquea la capacidad de pensar, reflexionar, valorar cómo Dios había sido fiel en el pasado reciente con ellos y tomar el riesgo de confiar en Él para la situación presente. Ante el mar por un lado y los egipcios por otro cunde el pánico.

Como siempre es fácil juzgar a los pobres israelitas desde la comodidad de nuestra situación. Sin embargo, al mirarme en su espejo me veo forzado a pensar en cuántas ocasiones no he reaccionado con el mismo pánico que ellos lo hicieron. Han habido situaciones en que me he encontrado -literariamente hablando- entre el mar y los egipcios; habrán, sin duda, más ocasiones en mi vida en que eso se repetirá. Me doy cuenta que no estoy exento de caer en un estado de pánico que me haga olvidar y perder la perspectiva de todas las veces que el Señor ha intervenido en mi vida; que difumine su fidelidad e intervención; que me haga buscar salidas desesperadas y locas e incluso el añorar los tiempo de vivir sin Él. Pienso que el único antídoto contra el pánico es pararse, respirar hondo y centrarnos en la fidelidad y misericordia del Señor en el pasado en nuestra propia experiencia personal. Reconocer tantas y tantas veces en que intervino de un modo sobrenatural y en fe comenzar a andar hacia nuestro mar Rojo particular y personal. No creo que deba sentir vergüenza del miedo que surge cuando me encuentro entre el mar y los egipcios ¡En absoluto! El problema no es tener miedo, sino cómo reconocerlo y dárselo al Señor.


¿Entre el mar Rojo y los egipcios? ¿Qué deberías hacer al respecto? ¿De qué modo la fidelidad del Señor en el pasado puede ayudarte a comenzar a caminar sobre el mar?



¿Es que no había sepulcros en Egipto, para que nos hicieses venir a morir en el desierto? ¿Para esto nos has sacado de Egipto? ¿No te decíamos allí  que nos dejaras en paz sirviendo a los egipcios, pues más nos valía ser esclavos suyos que morir en el desierto. (Éxodo 14:11)


Dicho del miedo o del terrorExtremado o muy intensoy que a menudo es colectivo y contagioso. Así define el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua el pánico; y eso es lo que experimentó el pueblo de Israel cuando se encontró entre los egipcios y el mar. Una de las consecuencias del mismo es la distorsión de la realidad; lo veo de forma evidente entre el pueblo que olvida la intervención milagrosa del Señor hacia tan sólo unos días e idealiza su estado de esclavitud en Egipto. Durante semanas habían experimentado cómo Dios actuaba de forma sobrenatural entre ellos; cómo los preservaba de la muerte de los primogénitos de los egipcios. Ahora, sin embargo, cuando por primera vez tienen que ejercer confianza y dependencia del Señor entran en un estado de pánico, se arrepienten de haber dejado el país que los esclavizaba y desean volver a su estado previo. El pánico les bloquea la capacidad de pensar, reflexionar, valorar cómo Dios había sido fiel en el pasado reciente con ellos y tomar el riesgo de confiar en Él para la situación presente. Ante el mar por un lado y los egipcios por otro cunde el pánico.

Como siempre es fácil juzgar a los pobres israelitas desde la comodidad de nuestra situación. Sin embargo, al mirarme en su espejo me veo forzado a pensar en cuántas ocasiones no he reaccionado con el mismo pánico que ellos lo hicieron. Han habido situaciones en que me he encontrado -literariamente hablando- entre el mar y los egipcios; habrán, sin duda, más ocasiones en mi vida en que eso se repetirá. Me doy cuenta que no estoy exento de caer en un estado de pánico que me haga olvidar y perder la perspectiva de todas las veces que el Señor ha intervenido en mi vida; que difumine su fidelidad e intervención; que me haga buscar salidas desesperadas y locas e incluso el añorar los tiempo de vivir sin Él. Pienso que el único antídoto contra el pánico es pararse, respirar hondo y centrarnos en la fidelidad y misericordia del Señor en el pasado en nuestra propia experiencia personal. Reconocer tantas y tantas veces en que intervino de un modo sobrenatural y en fe comenzar a andar hacia nuestro mar Rojo particular y personal. No creo que deba sentir vergüenza del miedo que surge cuando me encuentro entre el mar y los egipcios ¡En absoluto! El problema no es tener miedo, sino cómo reconocerlo y dárselo al Señor.


¿Entre el mar Rojo y los egipcios? ¿Qué deberías hacer al respecto? ¿De qué modo la fidelidad del Señor en el pasado puede ayudarte a comenzar a caminar sobre el mar?