No tendrás otros dioses aparte de mí (Éxodo 3:20)


Uno de los problemas que tiene el ser humano -en mi humilde opinión- es que está diseñado para adorar, y cuando deja de hacerlo al verdadero Dios, adora cualquier cosa. Es interesante que las personas populares en el mundo de la música o el deporte sean denominados ídolos y así sean considerados por sus seguidores que en casos extremos, como sucedía en la antigüedad, les ofrecen sus propios cuerpos para ser usados por aquel o aquella a quien adoran.

Puede ser que muchos de nosotros al ver esta foto y lo que ello evoca dibujemos un rictus de desprecio y desagrado en nuestros labios. Sin embargo, si vamos más al fondo y no nos quedamos en lo pura y meramente superficial veremos que es muy posible que también nosotros tengamos nuestros propios ídolos, nuestros dioses ajenos al verdadero Dios aunque reconozcamos nominalmente a este último. O puede ser que estemos viviendo en una sutil idolatría, donde nuestro corazón esté partido entre el verdadero Dios y el trabajo, el sexo, el placer, la influencia, el poder, el dinero, e incluso el ministerio y la iglesia. Al fin y al cabo, como sabiamente afirmaba Martín Lutero, dios es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en tu corazón. 


¿Qué o quién ocupa el primer lugar en tu corazón?


No tendrás otros dioses aparte de mí (Éxodo 3:20)


Uno de los problemas que tiene el ser humano -en mi humilde opinión- es que está diseñado para adorar, y cuando deja de hacerlo al verdadero Dios, adora cualquier cosa. Es interesante que las personas populares en el mundo de la música o el deporte sean denominados ídolos y así sean considerados por sus seguidores que en casos extremos, como sucedía en la antigüedad, les ofrecen sus propios cuerpos para ser usados por aquel o aquella a quien adoran.

Puede ser que muchos de nosotros al ver esta foto y lo que ello evoca dibujemos un rictus de desprecio y desagrado en nuestros labios. Sin embargo, si vamos más al fondo y no nos quedamos en lo pura y meramente superficial veremos que es muy posible que también nosotros tengamos nuestros propios ídolos, nuestros dioses ajenos al verdadero Dios aunque reconozcamos nominalmente a este último. O puede ser que estemos viviendo en una sutil idolatría, donde nuestro corazón esté partido entre el verdadero Dios y el trabajo, el sexo, el placer, la influencia, el poder, el dinero, e incluso el ministerio y la iglesia. Al fin y al cabo, como sabiamente afirmaba Martín Lutero, dios es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en tu corazón. 


¿Qué o quién ocupa el primer lugar en tu corazón?


No tendrás otros dioses aparte de mí (Éxodo 3:20)


Uno de los problemas que tiene el ser humano -en mi humilde opinión- es que está diseñado para adorar, y cuando deja de hacerlo al verdadero Dios, adora cualquier cosa. Es interesante que las personas populares en el mundo de la música o el deporte sean denominados ídolos y así sean considerados por sus seguidores que en casos extremos, como sucedía en la antigüedad, les ofrecen sus propios cuerpos para ser usados por aquel o aquella a quien adoran.

Puede ser que muchos de nosotros al ver esta foto y lo que ello evoca dibujemos un rictus de desprecio y desagrado en nuestros labios. Sin embargo, si vamos más al fondo y no nos quedamos en lo pura y meramente superficial veremos que es muy posible que también nosotros tengamos nuestros propios ídolos, nuestros dioses ajenos al verdadero Dios aunque reconozcamos nominalmente a este último. O puede ser que estemos viviendo en una sutil idolatría, donde nuestro corazón esté partido entre el verdadero Dios y el trabajo, el sexo, el placer, la influencia, el poder, el dinero, e incluso el ministerio y la iglesia. Al fin y al cabo, como sabiamente afirmaba Martín Lutero, dios es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en tu corazón. 


¿Qué o quién ocupa el primer lugar en tu corazón?