Él debe brillar cada vez más, mientras yo he de ir quedando en la sombra. (Juan 3:30)


Juan pudo hacer esa afirmación porque tenía su identidad clara y segura en Dios y, por tanto, no precisaba de un ministerio brillante para afirmarla, ni la sentía amenazada por el crecimiento imparable de Jesús, que suponía para el Bautista, como el mismo entendió, ir menguando progresivamente para que Jesús pudiera crecer. La identidad de Juan, su sentido de valor, dignidad, su validación como persona no venía del rol que ocupaba, ni del impacto que producía, sino más bien de su relación con Dios y la misión que le había encomendado. Cuando esto está claro, no únicamente en la mente, sino también en el corazón, uno ejerce el ministerio con libertad, paz, seguridad y confianza; no hay enemigos, rivales ni competidores a la vista; no hay peligro para nuestra identidad ni seguridad. Uno puedo menguar en su rol, incluso perderlo, sin que su identidad se vea afectada en lo más mínimo.

El problema es que muchos líderes confunden rol e identidad. Definen su identidad, no por la relación que tienen con Dios, no por el hecho de ser amados y aceptados incondicionalmente por Él, no por haber sido elevados a la categoría de hijos y herederos, sino por el rol y el ministerio que tienen y ejercen. Su identidad está vinculada al rol, éste es el que les dota de valor, dignidad y sentido; éste es el que los valida como personas. ¿Cuál es el resultado de todo eso? Pues que dichos líderes tienen horror a perder su rol; si lo pierden no son nadie, pues, como afirmé, su rol define su identidad y valor. Estos líderes ven el crecimiento de otros, su madurez, su desarrollo, como una amenaza a su rol y, consiguientemente, a su identidad. Esto llevará a esos líderes a reaccionar porque, en el fondo, no es su rol lo que les preocupa, sino su identidad; es ésta la que está en juego y, en muchas ocasiones, reaccionarán inconscientemente para protegerla. Para este tipo de líderes es muy difícil, si no imposible, el hacer suya, vivir y poner en práctica la afirmación del Bautista.


¿Cuán saludable es la relación entre tu rol y tu identidad?



 Él debe brillar cada vez más, mientras yo he de ir quedando en la sombra. (Juan 3:30)


Juan pudo hacer esa afirmación porque tenía su identidad clara y segura en Dios y, por tanto, no precisaba de un ministerio brillante para afirmarla, ni la sentía amenazada por el crecimiento imparable de Jesús, que suponía para el Bautista, como el mismo entendió, ir menguando progresivamente para que Jesús pudiera crecer. La identidad de Juan, su sentido de valor, dignidad, su validación como persona no venía del rol que ocupaba, ni del impacto que producía, sino más bien de su relación con Dios y la misión que le había encomendado. Cuando esto está claro, no únicamente en la mente, sino también en el corazón, uno ejerce el ministerio con libertad, paz, seguridad y confianza; no hay enemigos, rivales ni competidores a la vista; no hay peligro para nuestra identidad ni seguridad. Uno puedo menguar en su rol, incluso perderlo, sin que su identidad se vea afectada en lo más mínimo.

El problema es que muchos líderes confunden rol e identidad. Definen su identidad, no por la relación que tienen con Dios, no por el hecho de ser amados y aceptados incondicionalmente por Él, no por haber sido elevados a la categoría de hijos y herederos, sino por el rol y el ministerio que tienen y ejercen. Su identidad está vinculada al rol, éste es el que les dota de valor, dignidad y sentido; éste es el que los valida como personas. ¿Cuál es el resultado de todo eso? Pues que dichos líderes tienen horror a perder su rol; si lo pierden no son nadie, pues, como afirmé, su rol define su identidad y valor. Estos líderes ven el crecimiento de otros, su madurez, su desarrollo, como una amenaza a su rol y, consiguientemente, a su identidad. Esto llevará a esos líderes a reaccionar porque, en el fondo, no es su rol lo que les preocupa, sino su identidad; es ésta la que está en juego y, en muchas ocasiones, reaccionarán inconscientemente para protegerla. Para este tipo de líderes es muy difícil, si no imposible, el hacer suya, vivir y poner en práctica la afirmación del Bautista.


¿Cuán saludable es la relación entre tu rol y tu identidad?



 Él debe brillar cada vez más, mientras yo he de ir quedando en la sombra. (Juan 3:30)


Juan pudo hacer esa afirmación porque tenía su identidad clara y segura en Dios y, por tanto, no precisaba de un ministerio brillante para afirmarla, ni la sentía amenazada por el crecimiento imparable de Jesús, que suponía para el Bautista, como el mismo entendió, ir menguando progresivamente para que Jesús pudiera crecer. La identidad de Juan, su sentido de valor, dignidad, su validación como persona no venía del rol que ocupaba, ni del impacto que producía, sino más bien de su relación con Dios y la misión que le había encomendado. Cuando esto está claro, no únicamente en la mente, sino también en el corazón, uno ejerce el ministerio con libertad, paz, seguridad y confianza; no hay enemigos, rivales ni competidores a la vista; no hay peligro para nuestra identidad ni seguridad. Uno puedo menguar en su rol, incluso perderlo, sin que su identidad se vea afectada en lo más mínimo.

El problema es que muchos líderes confunden rol e identidad. Definen su identidad, no por la relación que tienen con Dios, no por el hecho de ser amados y aceptados incondicionalmente por Él, no por haber sido elevados a la categoría de hijos y herederos, sino por el rol y el ministerio que tienen y ejercen. Su identidad está vinculada al rol, éste es el que les dota de valor, dignidad y sentido; éste es el que los valida como personas. ¿Cuál es el resultado de todo eso? Pues que dichos líderes tienen horror a perder su rol; si lo pierden no son nadie, pues, como afirmé, su rol define su identidad y valor. Estos líderes ven el crecimiento de otros, su madurez, su desarrollo, como una amenaza a su rol y, consiguientemente, a su identidad. Esto llevará a esos líderes a reaccionar porque, en el fondo, no es su rol lo que les preocupa, sino su identidad; es ésta la que está en juego y, en muchas ocasiones, reaccionarán inconscientemente para protegerla. Para este tipo de líderes es muy difícil, si no imposible, el hacer suya, vivir y poner en práctica la afirmación del Bautista.


¿Cuán saludable es la relación entre tu rol y tu identidad?