Y todos los discípulos lo abandonaron y huyeron (Marcos 14:50)


Todos los discípulos, sin excepción huyen en el momento del arresto de Jesús y lo abandonan. En breve, Pedro, el bravucón de Pedro, lo negará tres veces, a pesar de haber dicho en público que aunque todos lo dejaran, él nunca lo abandonaría. Cuando uno lee los relatos evangélicos se puede oscilar entre un rápido juicio de la inconsistencia de los discípulos y, una actitud de compasión y misericordia hacia ellos al pensar en la fragilidad propia. Yo, personalmente, opto por esta última.

Porque mis abandonos y negaciones del Maestro no son, como las de aquellos discípulos, tan espectaculares, llamativas o dramáticas, pero continúan siendo abandonos y negaciones. Lo niego y abandono cada vez que opto por no bendecir y añadir valor a la vida de las personas. Cada vez que, con conciencia o sin ella, dejo de ver a Jesús en el necesitado, no sólo de atención física, sino emocional, intelectual, espiritual. Cada vez que no actúo como un agente de restauración y reconciliación en un mundo roto.

Son pequeños abandonos, huidas casi imperceptibles y fácilmente justificables, que pueden pasar desapercibidas para la sociedad e incluso para mis hermanos -preocupados muchos de éstos en sus propias huidas y abandonos-, pero que no para Jesús que se queda solo, abandonado en la ingente tarea de hacer que este mundo sea como el Padre desea y no como el pecado ha hecho.


¿Qué conciencia tienes de tus propias huidas?


Y todos los discípulos lo abandonaron y huyeron (Marcos 14:50)


Todos los discípulos, sin excepción huyen en el momento del arresto de Jesús y lo abandonan. En breve, Pedro, el bravucón de Pedro, lo negará tres veces, a pesar de haber dicho en público que aunque todos lo dejaran, él nunca lo abandonaría. Cuando uno lee los relatos evangélicos se puede oscilar entre un rápido juicio de la inconsistencia de los discípulos y, una actitud de compasión y misericordia hacia ellos al pensar en la fragilidad propia. Yo, personalmente, opto por esta última.

Porque mis abandonos y negaciones del Maestro no son, como las de aquellos discípulos, tan espectaculares, llamativas o dramáticas, pero continúan siendo abandonos y negaciones. Lo niego y abandono cada vez que opto por no bendecir y añadir valor a la vida de las personas. Cada vez que, con conciencia o sin ella, dejo de ver a Jesús en el necesitado, no sólo de atención física, sino emocional, intelectual, espiritual. Cada vez que no actúo como un agente de restauración y reconciliación en un mundo roto.

Son pequeños abandonos, huidas casi imperceptibles y fácilmente justificables, que pueden pasar desapercibidas para la sociedad e incluso para mis hermanos -preocupados muchos de éstos en sus propias huidas y abandonos-, pero que no para Jesús que se queda solo, abandonado en la ingente tarea de hacer que este mundo sea como el Padre desea y no como el pecado ha hecho.


¿Qué conciencia tienes de tus propias huidas?


Y todos los discípulos lo abandonaron y huyeron (Marcos 14:50)


Todos los discípulos, sin excepción huyen en el momento del arresto de Jesús y lo abandonan. En breve, Pedro, el bravucón de Pedro, lo negará tres veces, a pesar de haber dicho en público que aunque todos lo dejaran, él nunca lo abandonaría. Cuando uno lee los relatos evangélicos se puede oscilar entre un rápido juicio de la inconsistencia de los discípulos y, una actitud de compasión y misericordia hacia ellos al pensar en la fragilidad propia. Yo, personalmente, opto por esta última.

Porque mis abandonos y negaciones del Maestro no son, como las de aquellos discípulos, tan espectaculares, llamativas o dramáticas, pero continúan siendo abandonos y negaciones. Lo niego y abandono cada vez que opto por no bendecir y añadir valor a la vida de las personas. Cada vez que, con conciencia o sin ella, dejo de ver a Jesús en el necesitado, no sólo de atención física, sino emocional, intelectual, espiritual. Cada vez que no actúo como un agente de restauración y reconciliación en un mundo roto.

Son pequeños abandonos, huidas casi imperceptibles y fácilmente justificables, que pueden pasar desapercibidas para la sociedad e incluso para mis hermanos -preocupados muchos de éstos en sus propias huidas y abandonos-, pero que no para Jesús que se queda solo, abandonado en la ingente tarea de hacer que este mundo sea como el Padre desea y no como el pecado ha hecho.


¿Qué conciencia tienes de tus propias huidas?