Dios lo envió para liberar a todos los que teníamos que obedecer la ley, y luego nos adoptó como hijos suyos. Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: «Papá, querido Papá». Ustedes ya no son como los esclavos de cualquier familia, sino que son hijos de Dios. Y como son sus hijos, gracias a él tienen derecho a recibir su herencia. (Galanas 4:5-7)


Eso mismo, ni más ni menos, es lo que dice de mi y, naturalmente de cada seguidor de Jesús, el apóstol Pablo. Significa que ahora mi identidad es definida de una nueva manera; primero y ante todo soy hijo del Dios que ha creado y mantiene el universo, con el derecho a llamarlo papi y a recibir, juntamente con Jesús, mi hermano mayor la herencia de todo el universo ¡Ni más ni menos! Nadie dentro de la comunidad de los creyentes es superior a mí en dignidad y categoría. Jesús es el único hermano mayor, el resto todos hermanos. Sin duda, podemos y de hecho sucede, tener diferentes funciones y responsabilidades en la construcción del Reino, pero eso, para nada implica ni significa superioridad. El líder, como bien nos enseñó el Maestro, es el menor de todos, el servidor de todos. Aquel que se enseñorea de sus hermanos lidera según el paradigma social, no el del Reino. 

Pero además, esta identidad primaria en Jesús como hijos y herederos, nos ha de generar una gran seguridad cuando nos desenvolvemos en sociedad. El mundo tiene su propia escala de importancia y ésta es atribuida a la gente que tiene poder, recursos, estatus; recientemente a aquellos a los que otorga el título de "influencers". Es posible que ni tú ni yo obtengamos ese reconocimiento social ¡No lo precisamos! Nuestra seguridad está en lo que Dios dice de nosotros: "mi hijo y heredero", no en lo que otros piensen. Lo patético es si renunciamos a nuestra dignidad permanente en Cristo para adoptar dignidades prestadas por la sociedad.


¿Quién eres?


 Dios lo envió para liberar a todos los que teníamos que obedecer la ley, y luego nos adoptó como hijos suyos. Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: «Papá, querido Papá». Ustedes ya no son como los esclavos de cualquier familia, sino que son hijos de Dios. Y como son sus hijos, gracias a él tienen derecho a recibir su herencia. (Galanas 4:5-7)


Eso mismo, ni más ni menos, es lo que dice de mi y, naturalmente de cada seguidor de Jesús, el apóstol Pablo. Significa que ahora mi identidad es definida de una nueva manera; primero y ante todo soy hijo del Dios que ha creado y mantiene el universo, con el derecho a llamarlo papi y a recibir, juntamente con Jesús, mi hermano mayor la herencia de todo el universo ¡Ni más ni menos! Nadie dentro de la comunidad de los creyentes es superior a mí en dignidad y categoría. Jesús es el único hermano mayor, el resto todos hermanos. Sin duda, podemos y de hecho sucede, tener diferentes funciones y responsabilidades en la construcción del Reino, pero eso, para nada implica ni significa superioridad. El líder, como bien nos enseñó el Maestro, es el menor de todos, el servidor de todos. Aquel que se enseñorea de sus hermanos lidera según el paradigma social, no el del Reino. 

Pero además, esta identidad primaria en Jesús como hijos y herederos, nos ha de generar una gran seguridad cuando nos desenvolvemos en sociedad. El mundo tiene su propia escala de importancia y ésta es atribuida a la gente que tiene poder, recursos, estatus; recientemente a aquellos a los que otorga el título de "influencers". Es posible que ni tú ni yo obtengamos ese reconocimiento social ¡No lo precisamos! Nuestra seguridad está en lo que Dios dice de nosotros: "mi hijo y heredero", no en lo que otros piensen. Lo patético es si renunciamos a nuestra dignidad permanente en Cristo para adoptar dignidades prestadas por la sociedad.


¿Quién eres?


 Dios lo envió para liberar a todos los que teníamos que obedecer la ley, y luego nos adoptó como hijos suyos. Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: «Papá, querido Papá». Ustedes ya no son como los esclavos de cualquier familia, sino que son hijos de Dios. Y como son sus hijos, gracias a él tienen derecho a recibir su herencia. (Galanas 4:5-7)


Eso mismo, ni más ni menos, es lo que dice de mi y, naturalmente de cada seguidor de Jesús, el apóstol Pablo. Significa que ahora mi identidad es definida de una nueva manera; primero y ante todo soy hijo del Dios que ha creado y mantiene el universo, con el derecho a llamarlo papi y a recibir, juntamente con Jesús, mi hermano mayor la herencia de todo el universo ¡Ni más ni menos! Nadie dentro de la comunidad de los creyentes es superior a mí en dignidad y categoría. Jesús es el único hermano mayor, el resto todos hermanos. Sin duda, podemos y de hecho sucede, tener diferentes funciones y responsabilidades en la construcción del Reino, pero eso, para nada implica ni significa superioridad. El líder, como bien nos enseñó el Maestro, es el menor de todos, el servidor de todos. Aquel que se enseñorea de sus hermanos lidera según el paradigma social, no el del Reino. 

Pero además, esta identidad primaria en Jesús como hijos y herederos, nos ha de generar una gran seguridad cuando nos desenvolvemos en sociedad. El mundo tiene su propia escala de importancia y ésta es atribuida a la gente que tiene poder, recursos, estatus; recientemente a aquellos a los que otorga el título de "influencers". Es posible que ni tú ni yo obtengamos ese reconocimiento social ¡No lo precisamos! Nuestra seguridad está en lo que Dios dice de nosotros: "mi hijo y heredero", no en lo que otros piensen. Lo patético es si renunciamos a nuestra dignidad permanente en Cristo para adoptar dignidades prestadas por la sociedad.


¿Quién eres?