El Señor hizo que el faraón se mantuviera intransigente y que no los dejara salir. (Éxodo 10:27)


Los capítulos siete al once son la sucesión de las plagas que Egipto tuvo que sufrir. En todos estos episodios hay un factor común que se repite una y otra vez, la intransigencia o dureza del corazón del faraón. La lectura de estos hechos le generan a uno cuestiones teológicas muy profundas. Repetidamente se indica que fue el Señor quien hizo que el corazón del rey fuera duro e impidiera la salida de su pueblo. A mí, personalmente, me plantea el difícil y nunca resuelto problema de la soberanía de Dios y la libertad del ser humano. Para aquellos que acostumbran a ver el universo en blanco y negro, sin matices de color, todo está claro. Yo nuevamente me encuentro con el misterio; aquello que mi mente infinita no puede ni procesar ni comprender. Siempre he sospechado que nosotros, por nuestra educación tan influenciada por el pensamiento griego, tenemos la tendencia a pensar de forma excluyente; si Dios es soberano el hombre no puede ser libre; si el ser humano es libre no sabemos qué hacer con la soberanía de Dios. Mi humilde opinión, que no tiene más valor que el ser mía, es que el Dios es 100% soberano y el ser humano es 100% libre ¡En eso radica el misterio! Eso, sin embargo, es otro tema. 

Al margen de como balanceemos esa tensión entre soberanía y libertad, lo cierto es que el corazón del faraón se volvió duro e intransigente hacia la voz de Dios; sin importar cuántas señales y prodigios hiciera el Señor. Como tantas veces esta persona de la Biblia es un buen espejo donde mirarse y reflexionar sobre lo que nos devuelve. El rey me hace pensar hasta qué punto yo mismo estoy permitiendo que mi corazón se endurezca, se vuelva intransigente ante los requerimientos del Señor. La dureza de corazón es un proceso, no es algo que se produzca de un día para otro. Todo comienza con ignorar la voz de Dios. Al principio es molesto convivir con ella debido a su persistencia. Sin embargo, si uno resiste el tiempo suficiente se va acallando y el corazón se vuelve más y más insensible, duro, intransigente. La voz del Señor desaparece totalmente y ya no encuentra ningún tipo de eco en nuestra vida. Es como una especie de esclerosis espiritual que bloquea totalmente nuestro corazón y lo vuelve de piedra, insensible a Dios.

Faraón es un aviso para caminantes. Nos indica lo peligroso que es cerrar nuestros oídos y corazón al Señor. No responder con presteza a sus demandas. Permitir que la insensibilidad espiritual crezca en nuestro corazón hasta que lo endurezca total y definitivamente. Ningún seguidor de Jesús está a salvo de este peligro.


¿Qué evidencias de dureza hay en tu corazón?



El Señor hizo que el faraón se mantuviera intransigente y que no los dejara salir. (Éxodo 10:27)


Los capítulos siete al once son la sucesión de las plagas que Egipto tuvo que sufrir. En todos estos episodios hay un factor común que se repite una y otra vez, la intransigencia o dureza del corazón del faraón. La lectura de estos hechos le generan a uno cuestiones teológicas muy profundas. Repetidamente se indica que fue el Señor quien hizo que el corazón del rey fuera duro e impidiera la salida de su pueblo. A mí, personalmente, me plantea el difícil y nunca resuelto problema de la soberanía de Dios y la libertad del ser humano. Para aquellos que acostumbran a ver el universo en blanco y negro, sin matices de color, todo está claro. Yo nuevamente me encuentro con el misterio; aquello que mi mente infinita no puede ni procesar ni comprender. Siempre he sospechado que nosotros, por nuestra educación tan influenciada por el pensamiento griego, tenemos la tendencia a pensar de forma excluyente; si Dios es soberano el hombre no puede ser libre; si el ser humano es libre no sabemos qué hacer con la soberanía de Dios. Mi humilde opinión, que no tiene más valor que el ser mía, es que el Dios es 100% soberano y el ser humano es 100% libre ¡En eso radica el misterio! Eso, sin embargo, es otro tema. 

Al margen de como balanceemos esa tensión entre soberanía y libertad, lo cierto es que el corazón del faraón se volvió duro e intransigente hacia la voz de Dios; sin importar cuántas señales y prodigios hiciera el Señor. Como tantas veces esta persona de la Biblia es un buen espejo donde mirarse y reflexionar sobre lo que nos devuelve. El rey me hace pensar hasta qué punto yo mismo estoy permitiendo que mi corazón se endurezca, se vuelva intransigente ante los requerimientos del Señor. La dureza de corazón es un proceso, no es algo que se produzca de un día para otro. Todo comienza con ignorar la voz de Dios. Al principio es molesto convivir con ella debido a su persistencia. Sin embargo, si uno resiste el tiempo suficiente se va acallando y el corazón se vuelve más y más insensible, duro, intransigente. La voz del Señor desaparece totalmente y ya no encuentra ningún tipo de eco en nuestra vida. Es como una especie de esclerosis espiritual que bloquea totalmente nuestro corazón y lo vuelve de piedra, insensible a Dios.

Faraón es un aviso para caminantes. Nos indica lo peligroso que es cerrar nuestros oídos y corazón al Señor. No responder con presteza a sus demandas. Permitir que la insensibilidad espiritual crezca en nuestro corazón hasta que lo endurezca total y definitivamente. Ningún seguidor de Jesús está a salvo de este peligro.


¿Qué evidencias de dureza hay en tu corazón?



El Señor hizo que el faraón se mantuviera intransigente y que no los dejara salir. (Éxodo 10:27)


Los capítulos siete al once son la sucesión de las plagas que Egipto tuvo que sufrir. En todos estos episodios hay un factor común que se repite una y otra vez, la intransigencia o dureza del corazón del faraón. La lectura de estos hechos le generan a uno cuestiones teológicas muy profundas. Repetidamente se indica que fue el Señor quien hizo que el corazón del rey fuera duro e impidiera la salida de su pueblo. A mí, personalmente, me plantea el difícil y nunca resuelto problema de la soberanía de Dios y la libertad del ser humano. Para aquellos que acostumbran a ver el universo en blanco y negro, sin matices de color, todo está claro. Yo nuevamente me encuentro con el misterio; aquello que mi mente infinita no puede ni procesar ni comprender. Siempre he sospechado que nosotros, por nuestra educación tan influenciada por el pensamiento griego, tenemos la tendencia a pensar de forma excluyente; si Dios es soberano el hombre no puede ser libre; si el ser humano es libre no sabemos qué hacer con la soberanía de Dios. Mi humilde opinión, que no tiene más valor que el ser mía, es que el Dios es 100% soberano y el ser humano es 100% libre ¡En eso radica el misterio! Eso, sin embargo, es otro tema. 

Al margen de como balanceemos esa tensión entre soberanía y libertad, lo cierto es que el corazón del faraón se volvió duro e intransigente hacia la voz de Dios; sin importar cuántas señales y prodigios hiciera el Señor. Como tantas veces esta persona de la Biblia es un buen espejo donde mirarse y reflexionar sobre lo que nos devuelve. El rey me hace pensar hasta qué punto yo mismo estoy permitiendo que mi corazón se endurezca, se vuelva intransigente ante los requerimientos del Señor. La dureza de corazón es un proceso, no es algo que se produzca de un día para otro. Todo comienza con ignorar la voz de Dios. Al principio es molesto convivir con ella debido a su persistencia. Sin embargo, si uno resiste el tiempo suficiente se va acallando y el corazón se vuelve más y más insensible, duro, intransigente. La voz del Señor desaparece totalmente y ya no encuentra ningún tipo de eco en nuestra vida. Es como una especie de esclerosis espiritual que bloquea totalmente nuestro corazón y lo vuelve de piedra, insensible a Dios.

Faraón es un aviso para caminantes. Nos indica lo peligroso que es cerrar nuestros oídos y corazón al Señor. No responder con presteza a sus demandas. Permitir que la insensibilidad espiritual crezca en nuestro corazón hasta que lo endurezca total y definitivamente. Ningún seguidor de Jesús está a salvo de este peligro.


¿Qué evidencias de dureza hay en tu corazón?