Así que advertido por un sueño se dirigió a la región de Galilea (Mateo 2:23)


Cuando pienso en José, el esposo de María, y el muchacho que Dios usó para proveer de una familia a Jesús, no dejo de maravillarme. Ese adolescente tuvo que afrontar situaciones realmente complejas, el embarazo de su prometida, las amenazas de muerte al pequeño, la necesidad de exiliarse de forma precipitada en un país extranjero y, finalmente, el retorno a Israel instalándose en Galilea para seguir manteniendo a la criatura a salvo. José tan sólo aparece en los dos primeros capítulos del evangelio de Mateo; nada más sabemos de él. Pero lo que destaca de lo poco que conocemos es su capacidad para escuchar la voz de Dios y su disponibilidad para actuar en función de lo que entendió que el Señor esperaba de él.

Es fácil centrarse en el detalle de que Dios se le mostraba en sueños y quitarle valor o mérito a su actitud. Lo cierto, lo incuestionable, es que en él había una disponibilidad para oír y actuar en función de lo escuchado. Son dos cualidades que todo seguidor de Jesús debería ser intencional en cultivar, aprender a escuchar la voz del Señor y aprender a obedecerla. De hecho, pienso que existe una relación directa entre ambas realidades, quien no está dispuesto a obedecer tendrá enormes dificultades para escuchar la voz de Dios en su vida. Lo contrario también es cierto, a mayor deseo de obedecer mayor sensibilidad a identificar la voz del Señor en medio del ruido cotidiano. Creo firmemente que Dios continúa hablando hoy en día por medio de sueños y visiones ¿Por qué no habría de hacerlo? Sin embargo, para aquellos que nunca lo han experimentado, tampoco hace falta que lo persigan; el Señor sigue hablando de forma clara y meridiana por medio de su Palabra.  El problema no es que no hable, la cuestión es que no hay quien escuche.


¿Cómo está tu habilidad para escuchar la voz de Dios y obedecerla?


Así que advertido por un sueño se dirigió a la región de Galilea (Mateo 2:23)


Cuando pienso en José, el esposo de María, y el muchacho que Dios usó para proveer de una familia a Jesús, no dejo de maravillarme. Ese adolescente tuvo que afrontar situaciones realmente complejas, el embarazo de su prometida, las amenazas de muerte al pequeño, la necesidad de exiliarse de forma precipitada en un país extranjero y, finalmente, el retorno a Israel instalándose en Galilea para seguir manteniendo a la criatura a salvo. José tan sólo aparece en los dos primeros capítulos del evangelio de Mateo; nada más sabemos de él. Pero lo que destaca de lo poco que conocemos es su capacidad para escuchar la voz de Dios y su disponibilidad para actuar en función de lo que entendió que el Señor esperaba de él.

Es fácil centrarse en el detalle de que Dios se le mostraba en sueños y quitarle valor o mérito a su actitud. Lo cierto, lo incuestionable, es que en él había una disponibilidad para oír y actuar en función de lo escuchado. Son dos cualidades que todo seguidor de Jesús debería ser intencional en cultivar, aprender a escuchar la voz del Señor y aprender a obedecerla. De hecho, pienso que existe una relación directa entre ambas realidades, quien no está dispuesto a obedecer tendrá enormes dificultades para escuchar la voz de Dios en su vida. Lo contrario también es cierto, a mayor deseo de obedecer mayor sensibilidad a identificar la voz del Señor en medio del ruido cotidiano. Creo firmemente que Dios continúa hablando hoy en día por medio de sueños y visiones ¿Por qué no habría de hacerlo? Sin embargo, para aquellos que nunca lo han experimentado, tampoco hace falta que lo persigan; el Señor sigue hablando de forma clara y meridiana por medio de su Palabra.  El problema no es que no hable, la cuestión es que no hay quien escuche.


¿Cómo está tu habilidad para escuchar la voz de Dios y obedecerla?


Así que advertido por un sueño se dirigió a la región de Galilea (Mateo 2:23)


Cuando pienso en José, el esposo de María, y el muchacho que Dios usó para proveer de una familia a Jesús, no dejo de maravillarme. Ese adolescente tuvo que afrontar situaciones realmente complejas, el embarazo de su prometida, las amenazas de muerte al pequeño, la necesidad de exiliarse de forma precipitada en un país extranjero y, finalmente, el retorno a Israel instalándose en Galilea para seguir manteniendo a la criatura a salvo. José tan sólo aparece en los dos primeros capítulos del evangelio de Mateo; nada más sabemos de él. Pero lo que destaca de lo poco que conocemos es su capacidad para escuchar la voz de Dios y su disponibilidad para actuar en función de lo que entendió que el Señor esperaba de él.

Es fácil centrarse en el detalle de que Dios se le mostraba en sueños y quitarle valor o mérito a su actitud. Lo cierto, lo incuestionable, es que en él había una disponibilidad para oír y actuar en función de lo escuchado. Son dos cualidades que todo seguidor de Jesús debería ser intencional en cultivar, aprender a escuchar la voz del Señor y aprender a obedecerla. De hecho, pienso que existe una relación directa entre ambas realidades, quien no está dispuesto a obedecer tendrá enormes dificultades para escuchar la voz de Dios en su vida. Lo contrario también es cierto, a mayor deseo de obedecer mayor sensibilidad a identificar la voz del Señor en medio del ruido cotidiano. Creo firmemente que Dios continúa hablando hoy en día por medio de sueños y visiones ¿Por qué no habría de hacerlo? Sin embargo, para aquellos que nunca lo han experimentado, tampoco hace falta que lo persigan; el Señor sigue hablando de forma clara y meridiana por medio de su Palabra.  El problema no es que no hable, la cuestión es que no hay quien escuche.


¿Cómo está tu habilidad para escuchar la voz de Dios y obedecerla?