Porque esta batalla no la libráis vosotros, sino Dios (2 Crónicas 20:15)


La vida está llena de batallas y, probablemente, una de las cosas más decisivas es tener el suficiente discernimiento para saber determinar cuáles debemos pelear, porque son nuestras, y cuáles hay que saber dejarlas en las manos de Dios porque son suyas. No siempre es fácil. Mi experiencia pastoral me ha hecho tomar conciencia de que muchas personas se desgastan hasta la extenuación luchando aquellas que le corresponden al Señor, aquellas sobre las que tienen poco o nulo control y, sin embargo, sorprendentemente no hacen nada o bien poco sobre aquellas que si lo están. No cabe duda que se trata de un error de discernimiento que nos produce mucha frustración e insatisfacción en nuestra vida. Es fácil, cuando somos gente orientada a la acción, lanzarnos contra los problemas con todo nuestro arsenal sin un previo análisis de la situación para ver a qué categoría corresponde el desafío que tenemos por delante. No queremos entrar en un diálogo con el Señor que nos de discernimiento para determinar si es suya o nuestra la batalla, si debemos enfrentarla o, simplemente, dejarla en sus manos con una actitud de descanso activo, es decir en oración y espera de su intervención, en acción de gracias por lo que Él hará. 

Cuando leía este pasaje no me ha sido nada difícil identificar al menos dos batallas que le corresponden al Señor y, por tanto, no voy a desgastarme más luchando aquello que no me corresponde. Esperaré confiado en su intervención y las fuerzas liberadas podrán ir a aquellas batallas -pasar más tiempo con Él, servir más otros, etc.,- que si me corresponden a mí.


¿Qué batallas estás luchando?



Porque esta batalla no la libráis vosotros, sino Dios (2 Crónicas 20:15)


La vida está llena de batallas y, probablemente, una de las cosas más decisivas es tener el suficiente discernimiento para saber determinar cuáles debemos pelear, porque son nuestras, y cuáles hay que saber dejarlas en las manos de Dios porque son suyas. No siempre es fácil. Mi experiencia pastoral me ha hecho tomar conciencia de que muchas personas se desgastan hasta la extenuación luchando aquellas que le corresponden al Señor, aquellas sobre las que tienen poco o nulo control y, sin embargo, sorprendentemente no hacen nada o bien poco sobre aquellas que si lo están. No cabe duda que se trata de un error de discernimiento que nos produce mucha frustración e insatisfacción en nuestra vida. Es fácil, cuando somos gente orientada a la acción, lanzarnos contra los problemas con todo nuestro arsenal sin un previo análisis de la situación para ver a qué categoría corresponde el desafío que tenemos por delante. No queremos entrar en un diálogo con el Señor que nos de discernimiento para determinar si es suya o nuestra la batalla, si debemos enfrentarla o, simplemente, dejarla en sus manos con una actitud de descanso activo, es decir en oración y espera de su intervención, en acción de gracias por lo que Él hará. 

Cuando leía este pasaje no me ha sido nada difícil identificar al menos dos batallas que le corresponden al Señor y, por tanto, no voy a desgastarme más luchando aquello que no me corresponde. Esperaré confiado en su intervención y las fuerzas liberadas podrán ir a aquellas batallas -pasar más tiempo con Él, servir más otros, etc.,- que si me corresponden a mí.


¿Qué batallas estás luchando?



Porque esta batalla no la libráis vosotros, sino Dios (2 Crónicas 20:15)


La vida está llena de batallas y, probablemente, una de las cosas más decisivas es tener el suficiente discernimiento para saber determinar cuáles debemos pelear, porque son nuestras, y cuáles hay que saber dejarlas en las manos de Dios porque son suyas. No siempre es fácil. Mi experiencia pastoral me ha hecho tomar conciencia de que muchas personas se desgastan hasta la extenuación luchando aquellas que le corresponden al Señor, aquellas sobre las que tienen poco o nulo control y, sin embargo, sorprendentemente no hacen nada o bien poco sobre aquellas que si lo están. No cabe duda que se trata de un error de discernimiento que nos produce mucha frustración e insatisfacción en nuestra vida. Es fácil, cuando somos gente orientada a la acción, lanzarnos contra los problemas con todo nuestro arsenal sin un previo análisis de la situación para ver a qué categoría corresponde el desafío que tenemos por delante. No queremos entrar en un diálogo con el Señor que nos de discernimiento para determinar si es suya o nuestra la batalla, si debemos enfrentarla o, simplemente, dejarla en sus manos con una actitud de descanso activo, es decir en oración y espera de su intervención, en acción de gracias por lo que Él hará. 

Cuando leía este pasaje no me ha sido nada difícil identificar al menos dos batallas que le corresponden al Señor y, por tanto, no voy a desgastarme más luchando aquello que no me corresponde. Esperaré confiado en su intervención y las fuerzas liberadas podrán ir a aquellas batallas -pasar más tiempo con Él, servir más otros, etc.,- que si me corresponden a mí.


¿Qué batallas estás luchando?