En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: quien no practica el bien ni ama al hermano, no es hijo de Dios. (1 Juan 3:10)


Lo que afirma Juan es muy serio. Aquí no se está hablando de mayor o menor madurez en la vida cristiana; se están haciendo declaraciones muy fuertes y muy tajantes a la hora de determinar quién es un hijo de Dios y quién, por el contrario es un hijo del diablo. Según el apóstol lo que diferencia a unos de otros no hay que buscarlo en el plano intelectual ni doctrinal; hay que hacerlo en el plano de la conducta. Hay dos maneras de vivir muy claras y específicas que nos distinguen y califican como hijos de Dios: la práctica del bien -algo que, como todos sabemos, va orientado hacia mi prójimo- y el amor al hermano -es decir la búsqueda intencional y proactiva del bien del mismo-. Si ambas cosas están presentes en tu vida ¡Eres hijo de Dios! Si ambas cosas no están presentes ¡Eres un hijo del diablo! y esto, no lo afirmo yo, lo afirma con rotundidad la Escritura.

No es, todo sea dicho de paso, nada novedoso. Jesús ya afirmó que seríamos conocidos y reconocidos por nuestra práctica del bien. También indicó con claridad que los que entran en el Reino de los cielos no son los que claman su nombre sino hacen su voluntad. Pablo insiste por activa y por pasiva que hemos sido salvados para practicar de forma apasionada e indiscriminada el bien.


¿Pasas la prueba del apóstol para saber si eres hijo de Dios?



En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: quien no practica el bien ni ama al hermano, no es hijo de Dios. (1 Juan 3:10)


Lo que afirma Juan es muy serio. Aquí no se está hablando de mayor o menor madurez en la vida cristiana; se están haciendo declaraciones muy fuertes y muy tajantes a la hora de determinar quién es un hijo de Dios y quién, por el contrario es un hijo del diablo. Según el apóstol lo que diferencia a unos de otros no hay que buscarlo en el plano intelectual ni doctrinal; hay que hacerlo en el plano de la conducta. Hay dos maneras de vivir muy claras y específicas que nos distinguen y califican como hijos de Dios: la práctica del bien -algo que, como todos sabemos, va orientado hacia mi prójimo- y el amor al hermano -es decir la búsqueda intencional y proactiva del bien del mismo-. Si ambas cosas están presentes en tu vida ¡Eres hijo de Dios! Si ambas cosas no están presentes ¡Eres un hijo del diablo! y esto, no lo afirmo yo, lo afirma con rotundidad la Escritura.

No es, todo sea dicho de paso, nada novedoso. Jesús ya afirmó que seríamos conocidos y reconocidos por nuestra práctica del bien. También indicó con claridad que los que entran en el Reino de los cielos no son los que claman su nombre sino hacen su voluntad. Pablo insiste por activa y por pasiva que hemos sido salvados para practicar de forma apasionada e indiscriminada el bien.


¿Pasas la prueba del apóstol para saber si eres hijo de Dios?



En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: quien no practica el bien ni ama al hermano, no es hijo de Dios. (1 Juan 3:10)


Lo que afirma Juan es muy serio. Aquí no se está hablando de mayor o menor madurez en la vida cristiana; se están haciendo declaraciones muy fuertes y muy tajantes a la hora de determinar quién es un hijo de Dios y quién, por el contrario es un hijo del diablo. Según el apóstol lo que diferencia a unos de otros no hay que buscarlo en el plano intelectual ni doctrinal; hay que hacerlo en el plano de la conducta. Hay dos maneras de vivir muy claras y específicas que nos distinguen y califican como hijos de Dios: la práctica del bien -algo que, como todos sabemos, va orientado hacia mi prójimo- y el amor al hermano -es decir la búsqueda intencional y proactiva del bien del mismo-. Si ambas cosas están presentes en tu vida ¡Eres hijo de Dios! Si ambas cosas no están presentes ¡Eres un hijo del diablo! y esto, no lo afirmo yo, lo afirma con rotundidad la Escritura.

No es, todo sea dicho de paso, nada novedoso. Jesús ya afirmó que seríamos conocidos y reconocidos por nuestra práctica del bien. También indicó con claridad que los que entran en el Reino de los cielos no son los que claman su nombre sino hacen su voluntad. Pablo insiste por activa y por pasiva que hemos sido salvados para practicar de forma apasionada e indiscriminada el bien.


¿Pasas la prueba del apóstol para saber si eres hijo de Dios?



En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: quien no practica el bien ni ama al hermano, no es hijo de Dios. (1 Juan 3:10)


Lo que afirma Juan es muy serio. Aquí no se está hablando de mayor o menor madurez en la vida cristiana; se están haciendo declaraciones muy fuertes y muy tajantes a la hora de determinar quién es un hijo de Dios y quién, por el contrario es un hijo del diablo. Según el apóstol lo que diferencia a unos de otros no hay que buscarlo en el plano intelectual ni doctrinal; hay que hacerlo en el plano de la conducta. Hay dos maneras de vivir muy claras y específicas que nos distinguen y califican como hijos de Dios: la práctica del bien -algo que, como todos sabemos, va orientado hacia mi prójimo- y el amor al hermano -es decir la búsqueda intencional y proactiva del bien del mismo-. Si ambas cosas están presentes en tu vida ¡Eres hijo de Dios! Si ambas cosas no están presentes ¡Eres un hijo del diablo! y esto, no lo afirmo yo, lo afirma con rotundidad la Escritura.

No es, todo sea dicho de paso, nada novedoso. Jesús ya afirmó que seríamos conocidos y reconocidos por nuestra práctica del bien. También indicó con claridad que los que entran en el Reino de los cielos no son los que claman su nombre sino hacen su voluntad. Pablo insiste por activa y por pasiva que hemos sido salvados para practicar de forma apasionada e indiscriminada el bien.


¿Pasas la prueba del apóstol para saber si eres hijo de Dios?