Felices los que tienen limpia conciencia, porque ellos verán a Dios. (Mateo 5:8)


Barclay, en su comentario a las bienaventuranzas, la parafrasea del siguiente modo:

¡Qué feliz es el hombre cuyas motivaciones son siempre íntegras y sin mezcla de mal alguno, porque éste es el hombre que verá a Dios!

La palabra griega traducida como limpio tiene otra connotación que es más interesante para poder entender el significado de la bienaventuranza. Se usaba para referirse a las cosas que eran íntegras, que no estaban adulteradas o mezcladas; por ejemplo la aleación de los metales; el vino o la leche que no han sido adulterados con agua; el trigo que ha sido separado de la cizaña. Adoptando este significado y aplicándolo al texto bíblico estamos hablando de tener un corazón –conciencia como dice esta versión- que es puro, íntegro, sin doblez en sus motivaciones.

No es algo fácil; la propia Biblia afirma que el corazón del ser humano es tremendamente engañoso. Podemos convencernos de cualquier cosa que queramos; nuestro corazón siempre nos proveerá de las excusas o las justificaciones necesarias para que nos sintamos tranquilos. La persona de corazón limpio es aquella que de forma intencional y proactiva se presenta delante del Señor, coloca su corazón abierto ante Él y le pide que lo someta a escrutinio; que examine sus motivaciones e intenciones para asegurarse que son correctas a los ojos de Dios y merecen su aprobación. El salmo 139, en sus versículos finales así lo indica. Es un hábito a incorporar en la vida cotidiana, una forma de vivir, una manera de administrar el corazón para asegurar que no hay impurezas, pecados, motivaciones o actitudes incorrectas.

Conforme se practica ese hábito uno va adquiriendo más pericia para reconocer la voz de Dios, su consejo, su evaluación su diagnóstico. Es una sensibilidad que no se obtiene de forma espontánea, se cultiva, se desarrolla. Es en ese sentido que uno, como dice la bienaventuranza, aprende y tiene el privilegio de ver a Dios actuando en su vida y en su cotidianeidad.



¿Con qué frecuencias expones tu corazón ante Dios? ¿Qué relación ves entre esa frecuencia y tu habilidad o inhabilidad para percibir a Dios?



Felices los que tienen limpia conciencia, porque ellos verán a Dios. (Mateo 5:8)


Barclay, en su comentario a las bienaventuranzas, la parafrasea del siguiente modo:

¡Qué feliz es el hombre cuyas motivaciones son siempre íntegras y sin mezcla de mal alguno, porque éste es el hombre que verá a Dios!

La palabra griega traducida como limpio tiene otra connotación que es más interesante para poder entender el significado de la bienaventuranza. Se usaba para referirse a las cosas que eran íntegras, que no estaban adulteradas o mezcladas; por ejemplo la aleación de los metales; el vino o la leche que no han sido adulterados con agua; el trigo que ha sido separado de la cizaña. Adoptando este significado y aplicándolo al texto bíblico estamos hablando de tener un corazón –conciencia como dice esta versión- que es puro, íntegro, sin doblez en sus motivaciones.

No es algo fácil; la propia Biblia afirma que el corazón del ser humano es tremendamente engañoso. Podemos convencernos de cualquier cosa que queramos; nuestro corazón siempre nos proveerá de las excusas o las justificaciones necesarias para que nos sintamos tranquilos. La persona de corazón limpio es aquella que de forma intencional y proactiva se presenta delante del Señor, coloca su corazón abierto ante Él y le pide que lo someta a escrutinio; que examine sus motivaciones e intenciones para asegurarse que son correctas a los ojos de Dios y merecen su aprobación. El salmo 139, en sus versículos finales así lo indica. Es un hábito a incorporar en la vida cotidiana, una forma de vivir, una manera de administrar el corazón para asegurar que no hay impurezas, pecados, motivaciones o actitudes incorrectas.

Conforme se practica ese hábito uno va adquiriendo más pericia para reconocer la voz de Dios, su consejo, su evaluación su diagnóstico. Es una sensibilidad que no se obtiene de forma espontánea, se cultiva, se desarrolla. Es en ese sentido que uno, como dice la bienaventuranza, aprende y tiene el privilegio de ver a Dios actuando en su vida y en su cotidianeidad.



¿Con qué frecuencias expones tu corazón ante Dios? ¿Qué relación ves entre esa frecuencia y tu habilidad o inhabilidad para percibir a Dios?



Felices los que tienen limpia conciencia, porque ellos verán a Dios. (Mateo 5:8)


Barclay, en su comentario a las bienaventuranzas, la parafrasea del siguiente modo:

¡Qué feliz es el hombre cuyas motivaciones son siempre íntegras y sin mezcla de mal alguno, porque éste es el hombre que verá a Dios!

La palabra griega traducida como limpio tiene otra connotación que es más interesante para poder entender el significado de la bienaventuranza. Se usaba para referirse a las cosas que eran íntegras, que no estaban adulteradas o mezcladas; por ejemplo la aleación de los metales; el vino o la leche que no han sido adulterados con agua; el trigo que ha sido separado de la cizaña. Adoptando este significado y aplicándolo al texto bíblico estamos hablando de tener un corazón –conciencia como dice esta versión- que es puro, íntegro, sin doblez en sus motivaciones.

No es algo fácil; la propia Biblia afirma que el corazón del ser humano es tremendamente engañoso. Podemos convencernos de cualquier cosa que queramos; nuestro corazón siempre nos proveerá de las excusas o las justificaciones necesarias para que nos sintamos tranquilos. La persona de corazón limpio es aquella que de forma intencional y proactiva se presenta delante del Señor, coloca su corazón abierto ante Él y le pide que lo someta a escrutinio; que examine sus motivaciones e intenciones para asegurarse que son correctas a los ojos de Dios y merecen su aprobación. El salmo 139, en sus versículos finales así lo indica. Es un hábito a incorporar en la vida cotidiana, una forma de vivir, una manera de administrar el corazón para asegurar que no hay impurezas, pecados, motivaciones o actitudes incorrectas.

Conforme se practica ese hábito uno va adquiriendo más pericia para reconocer la voz de Dios, su consejo, su evaluación su diagnóstico. Es una sensibilidad que no se obtiene de forma espontánea, se cultiva, se desarrolla. Es en ese sentido que uno, como dice la bienaventuranza, aprende y tiene el privilegio de ver a Dios actuando en su vida y en su cotidianeidad.



¿Con qué frecuencias expones tu corazón ante Dios? ¿Qué relación ves entre esa frecuencia y tu habilidad o inhabilidad para percibir a Dios?