Felices los que desean de todo corazón que se cumpla la voluntad de Dios, porque Dios atenderá su deseo. (Mateo 5:6)


La paráfrasis de Barclay suena así:

¡Qué feliz es el hombre que anhela la justicia total del mismo modo como el que tiene hambre anhela el alimento, o el que se muere de sed la bebida, porque este recibirá la satisfacción de su deseo!

La versión Reina Valera traduce este versículo de una manera que no es más familiar a los lectores de habla castellana: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados".

Hay dos cosas que vale la pena reseñar acerca de esta bienaventuranza, lo que se desea y la intensidad con que se desea. Vayamos, pues, por partes. En primer lugar aquí Jesús no está hablando de la justicia social, política o económica. No sé trata que el Maestro o la Biblia en general no tengan interés en el tema y, siendo como es nuestro Dios justo, ama la justicia en el sentido recién mencionado. Aquí el sentido de la palabra tiene que ver con el hecho de ser una persona justa, íntegra, recta, que su interior y su exterior concuerdan, en la cual no hay doblez de ningún tipo. Es desear ser una persona conforme al corazón de Dios, que merece su aprobación y complacencia.

En segundo lugar hablemos de la intensidad. Hambre y sed para los que vivimos en sociedades más o menos desarrolladas es un término difícil de entender. Para muchos de nosotros el tema se resuelve yendo al refrigerador y tomando algo para comer y/o beber. Para los oyentes de las palabras de Jesús tenía un significado total y absolutamente más radical. Se trataba de personas que constantemente vivían con hambre y tenían muy limitado el acceso al agua potable. Comer y beber era una cuestión de vida o muerte para individuos, familias y comunidades enteras si las lluvias no llegaban y, consecuentemente, los pozos se secaban y las cosechas se perdían.

En definitiva lo que Jesús habla es de tener ese deseo punzante, intenso, urgente, agudo y crónico a la vez por ser el tipo de ser humano que Dios tenía en mente y el pecado hizo inviable. Ese deseo de ser como Jesús por dentro -nuestros valores, motivaciones, actitudes, prioridades- y por fuera -nuestra conducta con sus acciones y omisiones-.


¿Cuál es tu nivel de ese tipo de hambre?



Felices los que desean de todo corazón que se cumpla la voluntad de Dios, porque Dios atenderá su deseo. (Mateo 5:6)


La paráfrasis de Barclay suena así:

¡Qué feliz es el hombre que anhela la justicia total del mismo modo como el que tiene hambre anhela el alimento, o el que se muere de sed la bebida, porque este recibirá la satisfacción de su deseo!

La versión Reina Valera traduce este versículo de una manera que no es más familiar a los lectores de habla castellana: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados".

Hay dos cosas que vale la pena reseñar acerca de esta bienaventuranza, lo que se desea y la intensidad con que se desea. Vayamos, pues, por partes. En primer lugar aquí Jesús no está hablando de la justicia social, política o económica. No sé trata que el Maestro o la Biblia en general no tengan interés en el tema y, siendo como es nuestro Dios justo, ama la justicia en el sentido recién mencionado. Aquí el sentido de la palabra tiene que ver con el hecho de ser una persona justa, íntegra, recta, que su interior y su exterior concuerdan, en la cual no hay doblez de ningún tipo. Es desear ser una persona conforme al corazón de Dios, que merece su aprobación y complacencia.

En segundo lugar hablemos de la intensidad. Hambre y sed para los que vivimos en sociedades más o menos desarrolladas es un término difícil de entender. Para muchos de nosotros el tema se resuelve yendo al refrigerador y tomando algo para comer y/o beber. Para los oyentes de las palabras de Jesús tenía un significado total y absolutamente más radical. Se trataba de personas que constantemente vivían con hambre y tenían muy limitado el acceso al agua potable. Comer y beber era una cuestión de vida o muerte para individuos, familias y comunidades enteras si las lluvias no llegaban y, consecuentemente, los pozos se secaban y las cosechas se perdían.

En definitiva lo que Jesús habla es de tener ese deseo punzante, intenso, urgente, agudo y crónico a la vez por ser el tipo de ser humano que Dios tenía en mente y el pecado hizo inviable. Ese deseo de ser como Jesús por dentro -nuestros valores, motivaciones, actitudes, prioridades- y por fuera -nuestra conducta con sus acciones y omisiones-.


¿Cuál es tu nivel de ese tipo de hambre?