Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que son muy dados a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que todo el mundo los vea. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú cuando ores, métete en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo escondido te recompensará. (Mateo 6:5-6)


Imagino que cuando Jesús habló estas palabras tenía en mente, por un lado, a la persona que acostumbraba a dirigir la oración en las reuniones de la sinagoga; una oración pública que podía fácilmente derivar en una exhibición de piedad personal de cara a la galería. Por otro lado, como sucede hoy en día en los países islámicos, en Jerusalén sonaban las trompetas y las personas, tres veces al día, eran invitadas a dejar sus ocupaciones y orar dondequiera que se encontraran. Sin duda, había personas que lo hacían movidas por una piedad personal sincera y otras que encontraban en esta práctica una oportunidad de lucimiento personal. 

De estas primeras palabras de Jesús acerca de la oración lo que más me ha impresionado es la expresión "Tu Padre que está allí a solas contigo". Me ha hecho pensar en el contraste entre la espiritualidad pública y la privada. Me ha hecho meditar que el auténtico Félix no es el que yo proyecto, conscientemente en unas ocasiones e inconscientemente en otras, en público; el genuino, el real, el auténtico yo es cuando estoy a solas, cuando nadie observa, cuando el único testigo de todo lo que hago, omito, digo o pienso es el Padre que está allí a solas conmigo, en la intimidad, lejos del público. Porque me espiritualidad no ha de medirse por la vertiente pública sino por la privada. La talla no se da en público, la talla se da en la intimidad con Dios, cuando no hay nadie más. Si nuestra devoción pública y privada no están en consonancia, entonces, somos los hipócritas de los que habla Jesús en este pasaje. 

Pero también le veo un aspecto alentador a la frase de Jesús "Tu Padre que está allí a solas contigo"; es en esa intimidad donde yo puedo ser honesto, genuino y real con Dios. Hay cosas, pensamientos, motivaciones, situaciones que yo nunca podré expresar en público porque mis hermanos en la fe no entenderían, se escandalizarían o incluso podrían usarlas en contra mía; afortunadamente nada de eso pasa en la intimidad con el Padre; allí el auténtico, el real Félix puede salir a la superficie en un entorno de amor, seguridad y aceptación que, fuera de esa intimidad, sería imposible de encontrar. 



Observa desde fuera tu espiritualidad pública y privada ¿Qué ves como consecuencia de esa observación? ¿Qué sientes de parte de Dios que deberías hacer como resultado de esa observación? ¿Cuán a menudo tu auténtico yo sale a la luz en esos tiempos de intimidad con el Padre? ¿Cuál es el beneficio de poder hacerlo?



Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que son muy dados a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que todo el mundo los vea. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú cuando ores, métete en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo escondido te recompensará. (Mateo 6:5-6)


Imagino que cuando Jesús habló estas palabras tenía en mente, por un lado, a la persona que acostumbraba a dirigir la oración en las reuniones de la sinagoga; una oración pública que podía fácilmente derivar en una exhibición de piedad personal de cara a la galería. Por otro lado, como sucede hoy en día en los países islámicos, en Jerusalén sonaban las trompetas y las personas, tres veces al día, eran invitadas a dejar sus ocupaciones y orar dondequiera que se encontraran. Sin duda, había personas que lo hacían movidas por una piedad personal sincera y otras que encontraban en esta práctica una oportunidad de lucimiento personal. 

De estas primeras palabras de Jesús acerca de la oración lo que más me ha impresionado es la expresión "Tu Padre que está allí a solas contigo". Me ha hecho pensar en el contraste entre la espiritualidad pública y la privada. Me ha hecho meditar que el auténtico Félix no es el que yo proyecto, conscientemente en unas ocasiones e inconscientemente en otras, en público; el genuino, el real, el auténtico yo es cuando estoy a solas, cuando nadie observa, cuando el único testigo de todo lo que hago, omito, digo o pienso es el Padre que está allí a solas conmigo, en la intimidad, lejos del público. Porque me espiritualidad no ha de medirse por la vertiente pública sino por la privada. La talla no se da en público, la talla se da en la intimidad con Dios, cuando no hay nadie más. Si nuestra devoción pública y privada no están en consonancia, entonces, somos los hipócritas de los que habla Jesús en este pasaje. 

Pero también le veo un aspecto alentador a la frase de Jesús "Tu Padre que está allí a solas contigo"; es en esa intimidad donde yo puedo ser honesto, genuino y real con Dios. Hay cosas, pensamientos, motivaciones, situaciones que yo nunca podré expresar en público porque mis hermanos en la fe no entenderían, se escandalizarían o incluso podrían usarlas en contra mía; afortunadamente nada de eso pasa en la intimidad con el Padre; allí el auténtico, el real Félix puede salir a la superficie en un entorno de amor, seguridad y aceptación que, fuera de esa intimidad, sería imposible de encontrar. 



Observa desde fuera tu espiritualidad pública y privada ¿Qué ves como consecuencia de esa observación? ¿Qué sientes de parte de Dios que deberías hacer como resultado de esa observación? ¿Cuán a menudo tu auténtico yo sale a la luz en esos tiempos de intimidad con el Padre? ¿Cuál es el beneficio de poder hacerlo?



Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que son muy dados a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que todo el mundo los vea. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú cuando ores, métete en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo escondido te recompensará. (Mateo 6:5-6)


Imagino que cuando Jesús habló estas palabras tenía en mente, por un lado, a la persona que acostumbraba a dirigir la oración en las reuniones de la sinagoga; una oración pública que podía fácilmente derivar en una exhibición de piedad personal de cara a la galería. Por otro lado, como sucede hoy en día en los países islámicos, en Jerusalén sonaban las trompetas y las personas, tres veces al día, eran invitadas a dejar sus ocupaciones y orar dondequiera que se encontraran. Sin duda, había personas que lo hacían movidas por una piedad personal sincera y otras que encontraban en esta práctica una oportunidad de lucimiento personal. 

De estas primeras palabras de Jesús acerca de la oración lo que más me ha impresionado es la expresión "Tu Padre que está allí a solas contigo". Me ha hecho pensar en el contraste entre la espiritualidad pública y la privada. Me ha hecho meditar que el auténtico Félix no es el que yo proyecto, conscientemente en unas ocasiones e inconscientemente en otras, en público; el genuino, el real, el auténtico yo es cuando estoy a solas, cuando nadie observa, cuando el único testigo de todo lo que hago, omito, digo o pienso es el Padre que está allí a solas conmigo, en la intimidad, lejos del público. Porque me espiritualidad no ha de medirse por la vertiente pública sino por la privada. La talla no se da en público, la talla se da en la intimidad con Dios, cuando no hay nadie más. Si nuestra devoción pública y privada no están en consonancia, entonces, somos los hipócritas de los que habla Jesús en este pasaje. 

Pero también le veo un aspecto alentador a la frase de Jesús "Tu Padre que está allí a solas contigo"; es en esa intimidad donde yo puedo ser honesto, genuino y real con Dios. Hay cosas, pensamientos, motivaciones, situaciones que yo nunca podré expresar en público porque mis hermanos en la fe no entenderían, se escandalizarían o incluso podrían usarlas en contra mía; afortunadamente nada de eso pasa en la intimidad con el Padre; allí el auténtico, el real Félix puede salir a la superficie en un entorno de amor, seguridad y aceptación que, fuera de esa intimidad, sería imposible de encontrar. 



Observa desde fuera tu espiritualidad pública y privada ¿Qué ves como consecuencia de esa observación? ¿Qué sientes de parte de Dios que deberías hacer como resultado de esa observación? ¿Cuán a menudo tu auténtico yo sale a la luz en esos tiempos de intimidad con el Padre? ¿Cuál es el beneficio de poder hacerlo?