Por eso, cuando socorras a algún necesitado, no lo pregones a bombo y platillo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los alabe. Os aseguro que esos ya han recibido su recompensa. Cuando socorras a un necesitado, hazlo de modo que ni siquiera tu mano izquierda sepa lo que hace tu derecha. Así tu buena obra quedará oculta y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. (Mateo 6:2-4)


Vale la pena comenzar afirmando que Jesús no cuestiona la práctica de la ayuda al necesitado; es más, espera de sus seguidores que la apliquen en su espiritualidad. Otra cosa, sin embargo, es cómo deben llevarla a cabo. Este pasaje, como los otros dos que le seguirán, tienen la misma estructura que se puede dividir en tres partes claramente diferenciadas. Primero, la mala praxis; segundo, la recuperas que de ella se deriva; finalmente, la práctica que desea el Señor y su recompensa. 

Cuando demos no debemos hacerlo como los hipócritas. Interesante que esta palabra en el idioma griego se utilizaba para designar a los actores en las obras de teatro, que usaban máscaras para expresar los sentimientos, de modo que aquello que se veía en el exterior no tenía nada que ver con lo que se experimentaba en el interior del actor. No es nada difícil relacionarlo con lo que comentaba en la anterior reflexión en relación con el público para el cual uno actúa. El hipócrita da a fin de ser visto por los demás, impresionar a estos con su piedad y ganar el reconocimiento del receptor y el aplauso del resto de la sociedad que ve su manera de comportarse. Jesús dice que esta es su recompensa; han conseguido aquello que buscaban y nada más deben esperar. Dios no valora su acción.

A continuación plantea la forma correcta de proceder. Cuando se trata de socorrer al necesitado nuestra motivación como seguidores de Jesús debe ser la imitación del Padre y el amor ágape hacia el necesitado. Ni buscamos ni necesitamos el reconocimiento del entorno en el que estamos; ni siquiera del receptor de nuestra benevolencia. La audiencia, como varias veces ya se ha comentado, es el Señor, para Él actuamos y a Él únicamente tratamos de agradar. Por eso, la recomendación del Maestro, es el anonimato y la discreción más absoluta a la hora de bendecir a otros, ya que aquel que tiene que verlo ya lo hace. 


Se espera de ti que socorras al necesitado ¿Lo haces? En caso negativo ¿Qué te impide hacerlo? ¿Qué necesidades hay a tu alrededor que requieren tu compromiso? En caso afirmativo ¿Lo haces según el modelo propuesto por Jesús?



Por eso, cuando socorras a algún necesitado, no lo pregones a bombo y platillo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los alabe. Os aseguro que esos ya han recibido su recompensa. Cuando socorras a un necesitado, hazlo de modo que ni siquiera tu mano izquierda sepa lo que hace tu derecha. Así tu buena obra quedará oculta y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. (Mateo 6:2-4)


Vale la pena comenzar afirmando que Jesús no cuestiona la práctica de la ayuda al necesitado; es más, espera de sus seguidores que la apliquen en su espiritualidad. Otra cosa, sin embargo, es cómo deben llevarla a cabo. Este pasaje, como los otros dos que le seguirán, tienen la misma estructura que se puede dividir en tres partes claramente diferenciadas. Primero, la mala praxis; segundo, la recuperas que de ella se deriva; finalmente, la práctica que desea el Señor y su recompensa. 

Cuando demos no debemos hacerlo como los hipócritas. Interesante que esta palabra en el idioma griego se utilizaba para designar a los actores en las obras de teatro, que usaban máscaras para expresar los sentimientos, de modo que aquello que se veía en el exterior no tenía nada que ver con lo que se experimentaba en el interior del actor. No es nada difícil relacionarlo con lo que comentaba en la anterior reflexión en relación con el público para el cual uno actúa. El hipócrita da a fin de ser visto por los demás, impresionar a estos con su piedad y ganar el reconocimiento del receptor y el aplauso del resto de la sociedad que ve su manera de comportarse. Jesús dice que esta es su recompensa; han conseguido aquello que buscaban y nada más deben esperar. Dios no valora su acción.

A continuación plantea la forma correcta de proceder. Cuando se trata de socorrer al necesitado nuestra motivación como seguidores de Jesús debe ser la imitación del Padre y el amor ágape hacia el necesitado. Ni buscamos ni necesitamos el reconocimiento del entorno en el que estamos; ni siquiera del receptor de nuestra benevolencia. La audiencia, como varias veces ya se ha comentado, es el Señor, para Él actuamos y a Él únicamente tratamos de agradar. Por eso, la recomendación del Maestro, es el anonimato y la discreción más absoluta a la hora de bendecir a otros, ya que aquel que tiene que verlo ya lo hace. 


Se espera de ti que socorras al necesitado ¿Lo haces? En caso negativo ¿Qué te impide hacerlo? ¿Qué necesidades hay a tu alrededor que requieren tu compromiso? En caso afirmativo ¿Lo haces según el modelo propuesto por Jesús?



Por eso, cuando socorras a algún necesitado, no lo pregones a bombo y platillo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los alabe. Os aseguro que esos ya han recibido su recompensa. Cuando socorras a un necesitado, hazlo de modo que ni siquiera tu mano izquierda sepa lo que hace tu derecha. Así tu buena obra quedará oculta y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. (Mateo 6:2-4)


Vale la pena comenzar afirmando que Jesús no cuestiona la práctica de la ayuda al necesitado; es más, espera de sus seguidores que la apliquen en su espiritualidad. Otra cosa, sin embargo, es cómo deben llevarla a cabo. Este pasaje, como los otros dos que le seguirán, tienen la misma estructura que se puede dividir en tres partes claramente diferenciadas. Primero, la mala praxis; segundo, la recuperas que de ella se deriva; finalmente, la práctica que desea el Señor y su recompensa. 

Cuando demos no debemos hacerlo como los hipócritas. Interesante que esta palabra en el idioma griego se utilizaba para designar a los actores en las obras de teatro, que usaban máscaras para expresar los sentimientos, de modo que aquello que se veía en el exterior no tenía nada que ver con lo que se experimentaba en el interior del actor. No es nada difícil relacionarlo con lo que comentaba en la anterior reflexión en relación con el público para el cual uno actúa. El hipócrita da a fin de ser visto por los demás, impresionar a estos con su piedad y ganar el reconocimiento del receptor y el aplauso del resto de la sociedad que ve su manera de comportarse. Jesús dice que esta es su recompensa; han conseguido aquello que buscaban y nada más deben esperar. Dios no valora su acción.

A continuación plantea la forma correcta de proceder. Cuando se trata de socorrer al necesitado nuestra motivación como seguidores de Jesús debe ser la imitación del Padre y el amor ágape hacia el necesitado. Ni buscamos ni necesitamos el reconocimiento del entorno en el que estamos; ni siquiera del receptor de nuestra benevolencia. La audiencia, como varias veces ya se ha comentado, es el Señor, para Él actuamos y a Él únicamente tratamos de agradar. Por eso, la recomendación del Maestro, es el anonimato y la discreción más absoluta a la hora de bendecir a otros, ya que aquel que tiene que verlo ya lo hace. 


Se espera de ti que socorras al necesitado ¿Lo haces? En caso negativo ¿Qué te impide hacerlo? ¿Qué necesidades hay a tu alrededor que requieren tu compromiso? En caso afirmativo ¿Lo haces según el modelo propuesto por Jesús?