Guardaos de hacer el bien a pública subasta sólo para que la gente os vea. De otro modo no recibiréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 6:1)


La limosna, la oración y el ayuno eran tres pilares básicos de la espiritualidad de todo judío piadoso. Jesús, en los versículos que seguirán, no cuestiona en absoluto esas prácticas; pero va más allá de la superficialidad y nos hace pensar en la motivación por la cual las llevamos a cabo. Se trata al fin y al cabo de una cuestión de audiencias.

Imaginemos que la vida es como un gran teatro y nosotros somos los actores del mismo; el punto que nos está planteando Jesús es para quién nosotros estamos actuando, quién es nuestra audiencia, quién es nuestro público. El Maestro desarrollando más en profundidad esos tres pilares de espiritualidad nos indica que si nuestro público es la gente que nos rodea, de ella recibiremos el aplauso, la ovación y el reconocimiento; sin embargo, ahí acabará todo puesto que esa ha sido la audiencia para la cual hemos representado y actuado. No esperemos la aprobación por parte del Señor puesto que no "actuábamos" para Él. Pero si nuestra principal audiencia es Dios, de Él recibiremos el aplauso, la ovación y el reconocimiento aunque la gente no lo haga. Es cuestión de quién queremos que nos aplauda. Jesús nos está retando a que vivamos teniendo al Señor como nuestra primera y principal audiencia.

Pienso que nuestra vida podría cambiar de forma drástica y radical si desarrolláramos ese concepto y lo pudiéramos vivir en el día a día; si cuando hacemos algo o lo dejamos de hacer tuviéramos en mente a quién tratamos de agradar y honrar, de quién buscamos el reconocimiento y el aplauso. Porque en el fondo no basta con hacer el bien o dejar de hacer el mal; ambas cosas deben de nacer de la motivación correcta, a saber, honrar a nuestro Dios, satisfacer y obtener el reconocimiento y la complacencia de aquel que es nuestro principal público. 


¿Quién es tu audiencia? ¿A quién tratas de complacer y agradar? ¿De quién buscas el aplauso y el reconocimiento? ¿Cómo podría cambiar tu vida si el Señor fuera tu principal audiencia?



Guardaos de hacer el bien a pública subasta sólo para que la gente os vea. De otro modo no recibiréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 6:1)


La limosna, la oración y el ayuno eran tres pilares básicos de la espiritualidad de todo judío piadoso. Jesús, en los versículos que seguirán, no cuestiona en absoluto esas prácticas; pero va más allá de la superficialidad y nos hace pensar en la motivación por la cual las llevamos a cabo. Se trata al fin y al cabo de una cuestión de audiencias.

Imaginemos que la vida es como un gran teatro y nosotros somos los actores del mismo; el punto que nos está planteando Jesús es para quién nosotros estamos actuando, quién es nuestra audiencia, quién es nuestro público. El Maestro desarrollando más en profundidad esos tres pilares de espiritualidad nos indica que si nuestro público es la gente que nos rodea, de ella recibiremos el aplauso, la ovación y el reconocimiento; sin embargo, ahí acabará todo puesto que esa ha sido la audiencia para la cual hemos representado y actuado. No esperemos la aprobación por parte del Señor puesto que no "actuábamos" para Él. Pero si nuestra principal audiencia es Dios, de Él recibiremos el aplauso, la ovación y el reconocimiento aunque la gente no lo haga. Es cuestión de quién queremos que nos aplauda. Jesús nos está retando a que vivamos teniendo al Señor como nuestra primera y principal audiencia.

Pienso que nuestra vida podría cambiar de forma drástica y radical si desarrolláramos ese concepto y lo pudiéramos vivir en el día a día; si cuando hacemos algo o lo dejamos de hacer tuviéramos en mente a quién tratamos de agradar y honrar, de quién buscamos el reconocimiento y el aplauso. Porque en el fondo no basta con hacer el bien o dejar de hacer el mal; ambas cosas deben de nacer de la motivación correcta, a saber, honrar a nuestro Dios, satisfacer y obtener el reconocimiento y la complacencia de aquel que es nuestro principal público. 


¿Quién es tu audiencia? ¿A quién tratas de complacer y agradar? ¿De quién buscas el aplauso y el reconocimiento? ¿Cómo podría cambiar tu vida si el Señor fuera tu principal audiencia?



Guardaos de hacer el bien a pública subasta sólo para que la gente os vea. De otro modo no recibiréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 6:1)


La limosna, la oración y el ayuno eran tres pilares básicos de la espiritualidad de todo judío piadoso. Jesús, en los versículos que seguirán, no cuestiona en absoluto esas prácticas; pero va más allá de la superficialidad y nos hace pensar en la motivación por la cual las llevamos a cabo. Se trata al fin y al cabo de una cuestión de audiencias.

Imaginemos que la vida es como un gran teatro y nosotros somos los actores del mismo; el punto que nos está planteando Jesús es para quién nosotros estamos actuando, quién es nuestra audiencia, quién es nuestro público. El Maestro desarrollando más en profundidad esos tres pilares de espiritualidad nos indica que si nuestro público es la gente que nos rodea, de ella recibiremos el aplauso, la ovación y el reconocimiento; sin embargo, ahí acabará todo puesto que esa ha sido la audiencia para la cual hemos representado y actuado. No esperemos la aprobación por parte del Señor puesto que no "actuábamos" para Él. Pero si nuestra principal audiencia es Dios, de Él recibiremos el aplauso, la ovación y el reconocimiento aunque la gente no lo haga. Es cuestión de quién queremos que nos aplauda. Jesús nos está retando a que vivamos teniendo al Señor como nuestra primera y principal audiencia.

Pienso que nuestra vida podría cambiar de forma drástica y radical si desarrolláramos ese concepto y lo pudiéramos vivir en el día a día; si cuando hacemos algo o lo dejamos de hacer tuviéramos en mente a quién tratamos de agradar y honrar, de quién buscamos el reconocimiento y el aplauso. Porque en el fondo no basta con hacer el bien o dejar de hacer el mal; ambas cosas deben de nacer de la motivación correcta, a saber, honrar a nuestro Dios, satisfacer y obtener el reconocimiento y la complacencia de aquel que es nuestro principal público. 


¿Quién es tu audiencia? ¿A quién tratas de complacer y agradar? ¿De quién buscas el aplauso y el reconocimiento? ¿Cómo podría cambiar tu vida si el Señor fuera tu principal audiencia?