Sabéis que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. (Mateo 5:43-44)


Hay que ir al idioma griego para entender qué quiso decir Jesús con sus palabras. Ese idioma tiene multitud de matices que nosotros, desafortunadamente, no tenemos en castellano y, por tanto, perdemos de vista la profundidad de las palabras del Maestro. Para los griegos había tres vocablos diferentes para referirse al sustantivo amor. La primera era fileo; se trataba del amor que tenemos hacia alguien porque esa persona, por las razones que sean, es digna de ser amada por nosotros. Existe algo en la misma que la hace una digna depositaria de nuestro amor. Eros es la segunda palabra; en principio servía para definir el amor pasional pero, según los expertos, fue evolucionando para referirse al amor físico. La tercera palabra, la usada por el Maestro en este texto, es ágape.

Agape es una palabra muy poderosa, además de ser la usada por Jesús para referirse a cómo hemos de tratar a nuestros enemigos es la utilizada por Juan para definir a Dios como amor; Dios es ágape. No se trata de un sentimiento o afecto positivo hacia una persona; ágape es un acto que nace de la voluntad y que tiene como propósito buscar el bien de la persona receptora de ese amor. Si tenemos en mente el bien conocido pasaje de Juan 3:16 podremos ver con absoluta claridad cuáles son las características propias del amor ágape y que el Padre tan claramente ilustra. En primer lugar es incondicional, la persona no es amada por lo que es o hace, sino más bien a pesar de lo que es o hace. En segundo lugar, como ya se comentó, es un acto de la voluntad, no un sentimiento o un afecto. En tercer lugar, toma la iniciativa de beneficiar al otro sin ninguna referencia a sus méritos o carencia de los mismos. En cuarto lugar, se plasma en hechos, acciones u omisiones concretas y no en meras declaraciones. Finalmente, es sacrificial, porque amar a alguien que nos ha hecho, hace o pretende hacernos mal, es costoso, duro, difícil. 

Así pues Jesús no nos está pidiendo sentimientos o afectos positivos hacia las personas que se consideran o consideramos nuestros enemigos, pienso que eso sería algo contra natura; nos está pidiendo que naciendo de nuestra voluntad busquemos bendecir y beneficiar a esas personas, actuar hacia ellas con benevolencia y, a modo de ejemplo de cómo debiera ser ese trato, nos pide que oremos por ellas.


¿Quién hay en tu entorno que debería ser amado o amada con amor ágape? ¿Por quién debería orar e interceder de forma continua como muestra de ese amor?


Sabéis que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. (Mateo 5:43-44)


Hay que ir al idioma griego para entender qué quiso decir Jesús con sus palabras. Ese idioma tiene multitud de matices que nosotros, desafortunadamente, no tenemos en castellano y, por tanto, perdemos de vista la profundidad de las palabras del Maestro. Para los griegos había tres vocablos diferentes para referirse al sustantivo amor. La primera era fileo; se trataba del amor que tenemos hacia alguien porque esa persona, por las razones que sean, es digna de ser amada por nosotros. Existe algo en la misma que la hace una digna depositaria de nuestro amor. Eros es la segunda palabra; en principio servía para definir el amor pasional pero, según los expertos, fue evolucionando para referirse al amor físico. La tercera palabra, la usada por el Maestro en este texto, es ágape.

Agape es una palabra muy poderosa, además de ser la usada por Jesús para referirse a cómo hemos de tratar a nuestros enemigos es la utilizada por Juan para definir a Dios como amor; Dios es ágape. No se trata de un sentimiento o afecto positivo hacia una persona; ágape es un acto que nace de la voluntad y que tiene como propósito buscar el bien de la persona receptora de ese amor. Si tenemos en mente el bien conocido pasaje de Juan 3:16 podremos ver con absoluta claridad cuáles son las características propias del amor ágape y que el Padre tan claramente ilustra. En primer lugar es incondicional, la persona no es amada por lo que es o hace, sino más bien a pesar de lo que es o hace. En segundo lugar, como ya se comentó, es un acto de la voluntad, no un sentimiento o un afecto. En tercer lugar, toma la iniciativa de beneficiar al otro sin ninguna referencia a sus méritos o carencia de los mismos. En cuarto lugar, se plasma en hechos, acciones u omisiones concretas y no en meras declaraciones. Finalmente, es sacrificial, porque amar a alguien que nos ha hecho, hace o pretende hacernos mal, es costoso, duro, difícil. 

Así pues Jesús no nos está pidiendo sentimientos o afectos positivos hacia las personas que se consideran o consideramos nuestros enemigos, pienso que eso sería algo contra natura; nos está pidiendo que naciendo de nuestra voluntad busquemos bendecir y beneficiar a esas personas, actuar hacia ellas con benevolencia y, a modo de ejemplo de cómo debiera ser ese trato, nos pide que oremos por ellas.


¿Quién hay en tu entorno que debería ser amado o amada con amor ágape? ¿Por quién debería orar e interceder de forma continua como muestra de ese amor?


Sabéis que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. (Mateo 5:43-44)


Hay que ir al idioma griego para entender qué quiso decir Jesús con sus palabras. Ese idioma tiene multitud de matices que nosotros, desafortunadamente, no tenemos en castellano y, por tanto, perdemos de vista la profundidad de las palabras del Maestro. Para los griegos había tres vocablos diferentes para referirse al sustantivo amor. La primera era fileo; se trataba del amor que tenemos hacia alguien porque esa persona, por las razones que sean, es digna de ser amada por nosotros. Existe algo en la misma que la hace una digna depositaria de nuestro amor. Eros es la segunda palabra; en principio servía para definir el amor pasional pero, según los expertos, fue evolucionando para referirse al amor físico. La tercera palabra, la usada por el Maestro en este texto, es ágape.

Agape es una palabra muy poderosa, además de ser la usada por Jesús para referirse a cómo hemos de tratar a nuestros enemigos es la utilizada por Juan para definir a Dios como amor; Dios es ágape. No se trata de un sentimiento o afecto positivo hacia una persona; ágape es un acto que nace de la voluntad y que tiene como propósito buscar el bien de la persona receptora de ese amor. Si tenemos en mente el bien conocido pasaje de Juan 3:16 podremos ver con absoluta claridad cuáles son las características propias del amor ágape y que el Padre tan claramente ilustra. En primer lugar es incondicional, la persona no es amada por lo que es o hace, sino más bien a pesar de lo que es o hace. En segundo lugar, como ya se comentó, es un acto de la voluntad, no un sentimiento o un afecto. En tercer lugar, toma la iniciativa de beneficiar al otro sin ninguna referencia a sus méritos o carencia de los mismos. En cuarto lugar, se plasma en hechos, acciones u omisiones concretas y no en meras declaraciones. Finalmente, es sacrificial, porque amar a alguien que nos ha hecho, hace o pretende hacernos mal, es costoso, duro, difícil. 

Así pues Jesús no nos está pidiendo sentimientos o afectos positivos hacia las personas que se consideran o consideramos nuestros enemigos, pienso que eso sería algo contra natura; nos está pidiendo que naciendo de nuestra voluntad busquemos bendecir y beneficiar a esas personas, actuar hacia ellas con benevolencia y, a modo de ejemplo de cómo debiera ser ese trato, nos pide que oremos por ellas.


¿Quién hay en tu entorno que debería ser amado o amada con amor ágape? ¿Por quién debería orar e interceder de forma continua como muestra de ese amor?