Este es el punto central de cuanto venimos diciendo: que tenemos, junto al trono celestial de Dios, un sumo sacerdote, que desempeña sus funciones en el santuario, en la verdadera Tienda de la presencia, construida no por seres humanos sino por el Señor. (Hebreos 8:1-2)


Me impresiona que no me impresione. Hemos banalizado tanto el pecado que hemos perdido comprensión de hasta qué punto nos ha afectado en todas y cada una de las dimensiones de nuestra realidad como seres humanos. No somos lo que Dios pensó y desde que lo conocimos y llegamos a tener una relación personal con Él todo el proceso consiste en reconstruir la imagen de Jesús en nosotros; como dice el apóstol Juan: "algún día seremos semejantes a Él". Pero todavía no, todavía somos gente en proceso, en camino. 

Lo digo porque el pecado ha afectado nuestra capacidad de maravillarnos ante las realidades espirituales, ha disminuido nuestra capacidad de asombro, ha generado una cierta insensibilidad en nuestros receptores espirituales. Entendemos lo que leemos -que Jesús está de forma constante a la diestra del Padre como Sumo Sacerdote intercediendo por nosotros-, sin embargo, no logra producir el impacto que una verdad de semejante calado debiera tener. Es probable que en estos mismos momentos esta sea tu experiencia. La mente lo entiende pero... Esta es mi realidad y lo único que puedo hacer es, primero, darle gracias al Señor por fe por todo lo que hace por mí. Segundo, continuar meditando en la grandeza de quién es Él, lo que ha hecho y sigue haciendo por mí con la esperanza de que pueda ir ganando en sensibilidad espiritual.


¿Cómo vives tú esta realidad?







Este es el punto central de cuanto venimos diciendo: que tenemos, junto al trono celestial de Dios, un sumo sacerdote, que desempeña sus funciones en el santuario, en la verdadera Tienda de la presencia, construida no por seres humanos sino por el Señor. (Hebreos 8:1-2)


Me impresiona que no me impresione. Hemos banalizado tanto el pecado que hemos perdido comprensión de hasta qué punto nos ha afectado en todas y cada una de las dimensiones de nuestra realidad como seres humanos. No somos lo que Dios pensó y desde que lo conocimos y llegamos a tener una relación personal con Él todo el proceso consiste en reconstruir la imagen de Jesús en nosotros; como dice el apóstol Juan: "algún día seremos semejantes a Él". Pero todavía no, todavía somos gente en proceso, en camino. 

Lo digo porque el pecado ha afectado nuestra capacidad de maravillarnos ante las realidades espirituales, ha disminuido nuestra capacidad de asombro, ha generado una cierta insensibilidad en nuestros receptores espirituales. Entendemos lo que leemos -que Jesús está de forma constante a la diestra del Padre como Sumo Sacerdote intercediendo por nosotros-, sin embargo, no logra producir el impacto que una verdad de semejante calado debiera tener. Es probable que en estos mismos momentos esta sea tu experiencia. La mente lo entiende pero... Esta es mi realidad y lo único que puedo hacer es, primero, darle gracias al Señor por fe por todo lo que hace por mí. Segundo, continuar meditando en la grandeza de quién es Él, lo que ha hecho y sigue haciendo por mí con la esperanza de que pueda ir ganando en sensibilidad espiritual.


¿Cómo vives tú esta realidad?







Este es el punto central de cuanto venimos diciendo: que tenemos, junto al trono celestial de Dios, un sumo sacerdote, que desempeña sus funciones en el santuario, en la verdadera Tienda de la presencia, construida no por seres humanos sino por el Señor. (Hebreos 8:1-2)


Me impresiona que no me impresione. Hemos banalizado tanto el pecado que hemos perdido comprensión de hasta qué punto nos ha afectado en todas y cada una de las dimensiones de nuestra realidad como seres humanos. No somos lo que Dios pensó y desde que lo conocimos y llegamos a tener una relación personal con Él todo el proceso consiste en reconstruir la imagen de Jesús en nosotros; como dice el apóstol Juan: "algún día seremos semejantes a Él". Pero todavía no, todavía somos gente en proceso, en camino. 

Lo digo porque el pecado ha afectado nuestra capacidad de maravillarnos ante las realidades espirituales, ha disminuido nuestra capacidad de asombro, ha generado una cierta insensibilidad en nuestros receptores espirituales. Entendemos lo que leemos -que Jesús está de forma constante a la diestra del Padre como Sumo Sacerdote intercediendo por nosotros-, sin embargo, no logra producir el impacto que una verdad de semejante calado debiera tener. Es probable que en estos mismos momentos esta sea tu experiencia. La mente lo entiende pero... Esta es mi realidad y lo único que puedo hacer es, primero, darle gracias al Señor por fe por todo lo que hace por mí. Segundo, continuar meditando en la grandeza de quién es Él, lo que ha hecho y sigue haciendo por mí con la esperanza de que pueda ir ganando en sensibilidad espiritual.


¿Cómo vives tú esta realidad?