Aunque el Señor ha establecido la cancha de juego  -su voluntad moral – todavía en el marco y contexto de la misma debemos de continuar tomando decisiones ¿Cómo lo haremos? Dependiendo del Espíritu Santo, que vuelvo a insistir nos guiará a toda la verdad y nos enseñará todas las cosas, y un buen conocimiento de la Palabra del Señor.  Pero apliquémoslo al tema de escoger la pareja con la que queremos compartir nuestra vida.

El apóstol Pablo indica con claridad meridiana que la voluntad moral de Dios es que esta persona sea del Señor, sea creyente. Dentro de esos parámetros nos toca a nosotros escoger ¿Cómo lo llevaremos a cabo? En discernimiento por medio de la oración y el diálogo con el Espíritu Santo. ¿Tiene esta personas los mismos objetivos en la vida que yo tengo? A pesar de ser creyente ¿Es Dios una prioridad en su vida más allá de la mera religiosidad? ¿Cuáles son sus valores, cómo los demuestra en la vida cotidiana? ¿Cómo es su familia de origen, seremos compatibles? ¿Qué pensamos acerca del lugar que Dios debe ocupar en nuestro matrimonio? ¿Qué dicen, ven y piensan las personas que nos aman y respetamos con respecto a esa persona? Cuando hablamos con el Señor acerca de esta persona y escuchamos la voz del Espíritu Santo ¿Qué oímos, qué sentimos, qué nos está diciendo? Cuando pienso en el futuro ¿Me veo compartiendo toda la vida con esa persona? ¿Qué dudas, miedos o preocupaciones nos asaltan al pensar en compartir toda la vida? ¿Siento que esta persona me acercará o me alejará de un caminar más profundo con el Señor?

Todas estas son preguntas que en diálogo, oración y discernimiento con el Espíritu Santo nos ayudan a poder tomar la decisión correcta dentro de la voluntad moral de Dios, todo y sabiendo que todos nosotros somos dinámicos y cambiamos con el paso del tiempo para mejor o para peor. En mi larga trayectoria pastoral he visto multitud de parejas que se han caso convencidas de que aquella era la persona que Dios había preparado desde antes de la fundación del mundo y….

Un buen comienzo no garantiza un buen final. La base de un buen matrimonio no consiste en cuán convencido estás de que aquella es la persona preparada por Dios desde antes de la fundación del mundo; más bien radica en tu caminar diario y constante con el Señor.



Aunque el Señor ha establecido la cancha de juego  -su voluntad moral – todavía en el marco y contexto de la misma debemos de continuar tomando decisiones ¿Cómo lo haremos? Dependiendo del Espíritu Santo, que vuelvo a insistir nos guiará a toda la verdad y nos enseñará todas las cosas, y un buen conocimiento de la Palabra del Señor.  Pero apliquémoslo al tema de escoger la pareja con la que queremos compartir nuestra vida.

El apóstol Pablo indica con claridad meridiana que la voluntad moral de Dios es que esta persona sea del Señor, sea creyente. Dentro de esos parámetros nos toca a nosotros escoger ¿Cómo lo llevaremos a cabo? En discernimiento por medio de la oración y el diálogo con el Espíritu Santo. ¿Tiene esta personas los mismos objetivos en la vida que yo tengo? A pesar de ser creyente ¿Es Dios una prioridad en su vida más allá de la mera religiosidad? ¿Cuáles son sus valores, cómo los demuestra en la vida cotidiana? ¿Cómo es su familia de origen, seremos compatibles? ¿Qué pensamos acerca del lugar que Dios debe ocupar en nuestro matrimonio? ¿Qué dicen, ven y piensan las personas que nos aman y respetamos con respecto a esa persona? Cuando hablamos con el Señor acerca de esta persona y escuchamos la voz del Espíritu Santo ¿Qué oímos, qué sentimos, qué nos está diciendo? Cuando pienso en el futuro ¿Me veo compartiendo toda la vida con esa persona? ¿Qué dudas, miedos o preocupaciones nos asaltan al pensar en compartir toda la vida? ¿Siento que esta persona me acercará o me alejará de un caminar más profundo con el Señor?

Todas estas son preguntas que en diálogo, oración y discernimiento con el Espíritu Santo nos ayudan a poder tomar la decisión correcta dentro de la voluntad moral de Dios, todo y sabiendo que todos nosotros somos dinámicos y cambiamos con el paso del tiempo para mejor o para peor. En mi larga trayectoria pastoral he visto multitud de parejas que se han caso convencidas de que aquella era la persona que Dios había preparado desde antes de la fundación del mundo y….

Un buen comienzo no garantiza un buen final. La base de un buen matrimonio no consiste en cuán convencido estás de que aquella es la persona preparada por Dios desde antes de la fundación del mundo; más bien radica en tu caminar diario y constante con el Señor.



Aunque el Señor ha establecido la cancha de juego  -su voluntad moral – todavía en el marco y contexto de la misma debemos de continuar tomando decisiones ¿Cómo lo haremos? Dependiendo del Espíritu Santo, que vuelvo a insistir nos guiará a toda la verdad y nos enseñará todas las cosas, y un buen conocimiento de la Palabra del Señor.  Pero apliquémoslo al tema de escoger la pareja con la que queremos compartir nuestra vida.

El apóstol Pablo indica con claridad meridiana que la voluntad moral de Dios es que esta persona sea del Señor, sea creyente. Dentro de esos parámetros nos toca a nosotros escoger ¿Cómo lo llevaremos a cabo? En discernimiento por medio de la oración y el diálogo con el Espíritu Santo. ¿Tiene esta personas los mismos objetivos en la vida que yo tengo? A pesar de ser creyente ¿Es Dios una prioridad en su vida más allá de la mera religiosidad? ¿Cuáles son sus valores, cómo los demuestra en la vida cotidiana? ¿Cómo es su familia de origen, seremos compatibles? ¿Qué pensamos acerca del lugar que Dios debe ocupar en nuestro matrimonio? ¿Qué dicen, ven y piensan las personas que nos aman y respetamos con respecto a esa persona? Cuando hablamos con el Señor acerca de esta persona y escuchamos la voz del Espíritu Santo ¿Qué oímos, qué sentimos, qué nos está diciendo? Cuando pienso en el futuro ¿Me veo compartiendo toda la vida con esa persona? ¿Qué dudas, miedos o preocupaciones nos asaltan al pensar en compartir toda la vida? ¿Siento que esta persona me acercará o me alejará de un caminar más profundo con el Señor?

Todas estas son preguntas que en diálogo, oración y discernimiento con el Espíritu Santo nos ayudan a poder tomar la decisión correcta dentro de la voluntad moral de Dios, todo y sabiendo que todos nosotros somos dinámicos y cambiamos con el paso del tiempo para mejor o para peor. En mi larga trayectoria pastoral he visto multitud de parejas que se han caso convencidas de que aquella era la persona que Dios había preparado desde antes de la fundación del mundo y….

Un buen comienzo no garantiza un buen final. La base de un buen matrimonio no consiste en cuán convencido estás de que aquella es la persona preparada por Dios desde antes de la fundación del mundo; más bien radica en tu caminar diario y constante con el Señor.