Por aquel tiempo llegó Jesús al Jordán procedente de Galilea para que Juan lo bautizara. Pero Juan se resistía diciendo: — Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice? Jesús le contestó:— ¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto. Entonces Juan consintió. (Mateo 3:14-15)

Llama la atención que Jesús deseara ser bautizado. El bautismo de Juan, como indica el evangelio, era de arrepentimiento para el perdón de los pecados, algo que no encaja con Jesús y razón por la cual Juan se resistía a implementarlo. Hasta el tiempo del Bautista el bautismo era desconocido entre los judíos; éste se aplicaba únicamente a los conversos que venían de otras religiones y aceptaban la fe judía. Significaba el lavamiento y purificación de una vida vivida al margen del Señor.  Sin embargo, como sabemos, en aquellos momentos se estaba produciendo un auténtico avivamiento espiritual en Israel. El pueblo tenía una conciencia de pecado como nunca antes. Un judío, por el hecho de ser hijo de Abrahán, se consideraba en una relación correcta con el Señor; eran los gentiles los que vivían en pecado y al margen de Dios. Sin embargo, la predicación del Bautista removió las conciencias generando una conciencia de pecado y una necesidad de arrepentimiento que sirvió para preparar el ministerio de Jesús.
Jesús, según dicen los estudiosos bíblicos, con su bautismo estaba honrando el ministerio de Juan y, al mismo tiempo, identificándose con esa necesidad de los seres humanos de volverse hacia Dios, necesidad que era la razón de ser de su ministerio. El Maestro se estaba identificando con una humanidad caída y reforzando el mensaje de Juan acerca de la necesidad de volverse a Dios. Hay cosas que se hacen, no porque uno las necesite, sino porque son aquellos que están a nuestro alrededor que las precisan. 

Desde el punto de vista espiritual ¿Qué precisa la gente que hay a nuestro alrededor que está a nuestro alcance darles?



Por aquel tiempo llegó Jesús al Jordán procedente de Galilea para que Juan lo bautizara. Pero Juan se resistía diciendo: — Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice? Jesús le contestó:— ¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto. Entonces Juan consintió. (Mateo 3:14-15)

Llama la atención que Jesús deseara ser bautizado. El bautismo de Juan, como indica el evangelio, era de arrepentimiento para el perdón de los pecados, algo que no encaja con Jesús y razón por la cual Juan se resistía a implementarlo. Hasta el tiempo del Bautista el bautismo era desconocido entre los judíos; éste se aplicaba únicamente a los conversos que venían de otras religiones y aceptaban la fe judía. Significaba el lavamiento y purificación de una vida vivida al margen del Señor.  Sin embargo, como sabemos, en aquellos momentos se estaba produciendo un auténtico avivamiento espiritual en Israel. El pueblo tenía una conciencia de pecado como nunca antes. Un judío, por el hecho de ser hijo de Abrahán, se consideraba en una relación correcta con el Señor; eran los gentiles los que vivían en pecado y al margen de Dios. Sin embargo, la predicación del Bautista removió las conciencias generando una conciencia de pecado y una necesidad de arrepentimiento que sirvió para preparar el ministerio de Jesús.
Jesús, según dicen los estudiosos bíblicos, con su bautismo estaba honrando el ministerio de Juan y, al mismo tiempo, identificándose con esa necesidad de los seres humanos de volverse hacia Dios, necesidad que era la razón de ser de su ministerio. El Maestro se estaba identificando con una humanidad caída y reforzando el mensaje de Juan acerca de la necesidad de volverse a Dios. Hay cosas que se hacen, no porque uno las necesite, sino porque son aquellos que están a nuestro alrededor que las precisan. 

Desde el punto de vista espiritual ¿Qué precisa la gente que hay a nuestro alrededor que está a nuestro alcance darles?



Por aquel tiempo llegó Jesús al Jordán procedente de Galilea para que Juan lo bautizara. Pero Juan se resistía diciendo: — Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice? Jesús le contestó:— ¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto. Entonces Juan consintió. (Mateo 3:14-15)

Llama la atención que Jesús deseara ser bautizado. El bautismo de Juan, como indica el evangelio, era de arrepentimiento para el perdón de los pecados, algo que no encaja con Jesús y razón por la cual Juan se resistía a implementarlo. Hasta el tiempo del Bautista el bautismo era desconocido entre los judíos; éste se aplicaba únicamente a los conversos que venían de otras religiones y aceptaban la fe judía. Significaba el lavamiento y purificación de una vida vivida al margen del Señor.  Sin embargo, como sabemos, en aquellos momentos se estaba produciendo un auténtico avivamiento espiritual en Israel. El pueblo tenía una conciencia de pecado como nunca antes. Un judío, por el hecho de ser hijo de Abrahán, se consideraba en una relación correcta con el Señor; eran los gentiles los que vivían en pecado y al margen de Dios. Sin embargo, la predicación del Bautista removió las conciencias generando una conciencia de pecado y una necesidad de arrepentimiento que sirvió para preparar el ministerio de Jesús.
Jesús, según dicen los estudiosos bíblicos, con su bautismo estaba honrando el ministerio de Juan y, al mismo tiempo, identificándose con esa necesidad de los seres humanos de volverse hacia Dios, necesidad que era la razón de ser de su ministerio. El Maestro se estaba identificando con una humanidad caída y reforzando el mensaje de Juan acerca de la necesidad de volverse a Dios. Hay cosas que se hacen, no porque uno las necesite, sino porque son aquellos que están a nuestro alrededor que las precisan. 

Desde el punto de vista espiritual ¿Qué precisa la gente que hay a nuestro alrededor que está a nuestro alcance darles?