Amor y temor, en efecto, son incompatibles; el auténtico amor elimina el temor, ya que el temor está en relación con el castigo, y el que teme es que aún no ha aprendido a amar perfectamente. (1 Juan 4:18)


El miedo a Dios ha sido durante siglos una manera de mantener controlada a la gente. La imagen de la divinidad como un policía o juez cósmico, constantemente vigilando para castigar a todo aquel que transgreda su Ley ha formado y forma parte del imaginario colectivo de generaciones y generaciones. Incluso en las familias se ha utilizado para que los niños tuvieran buena conducta y desde los púlpitos para que la obediencia al Señor y sus mandamientos tuviera más fuerza y motivación.

Aún hoy en día millones de seguidores del Maestro basan su relación con Él en el miedo, lo cual, tal y como afirma Juan, indica que no han entendido para nada la esencia del evangelio y de las bases de una relación saludable y funcional con Dios. Aparentemente nada diferencia exteriormente al que teme y al que ama. Ambos pueden obedecer al Señor por igual; la diferencia radica en el interior. El primero teme -de forma consciente o inconsciente- el castigo, la represalia, la venganza de Dios sobre él o sus seres queridos. El segundo se sabe amado y aceptado de forma incondicional por el Padre y tiene la plena certeza de que nada ni nadie le separará de ese amor. Vive con la confianza total y absoluta de que si cuando era un enemigo del Señor, Jesús murió por él, ¡Cómo no va a vivir en estos momentos libre de temores, miedos y sospechas en cuanto a su relación con el Padre!


¿En qué se basa tu relación con el Señor en el amor o el miedo?



Amor y temor, en efecto, son incompatibles; el auténtico amor elimina el temor, ya que el temor está en relación con el castigo, y el que teme es que aún no ha aprendido a amar perfectamente. (1 Juan 4:18)


El miedo a Dios ha sido durante siglos una manera de mantener controlada a la gente. La imagen de la divinidad como un policía o juez cósmico, constantemente vigilando para castigar a todo aquel que transgreda su Ley ha formado y forma parte del imaginario colectivo de generaciones y generaciones. Incluso en las familias se ha utilizado para que los niños tuvieran buena conducta y desde los púlpitos para que la obediencia al Señor y sus mandamientos tuviera más fuerza y motivación.

Aún hoy en día millones de seguidores del Maestro basan su relación con Él en el miedo, lo cual, tal y como afirma Juan, indica que no han entendido para nada la esencia del evangelio y de las bases de una relación saludable y funcional con Dios. Aparentemente nada diferencia exteriormente al que teme y al que ama. Ambos pueden obedecer al Señor por igual; la diferencia radica en el interior. El primero teme -de forma consciente o inconsciente- el castigo, la represalia, la venganza de Dios sobre él o sus seres queridos. El segundo se sabe amado y aceptado de forma incondicional por el Padre y tiene la plena certeza de que nada ni nadie le separará de ese amor. Vive con la confianza total y absoluta de que si cuando era un enemigo del Señor, Jesús murió por él, ¡Cómo no va a vivir en estos momentos libre de temores, miedos y sospechas en cuanto a su relación con el Padre!


¿En qué se basa tu relación con el Señor en el amor o el miedo?



Amor y temor, en efecto, son incompatibles; el auténtico amor elimina el temor, ya que el temor está en relación con el castigo, y el que teme es que aún no ha aprendido a amar perfectamente. (1 Juan 4:18)


El miedo a Dios ha sido durante siglos una manera de mantener controlada a la gente. La imagen de la divinidad como un policía o juez cósmico, constantemente vigilando para castigar a todo aquel que transgreda su Ley ha formado y forma parte del imaginario colectivo de generaciones y generaciones. Incluso en las familias se ha utilizado para que los niños tuvieran buena conducta y desde los púlpitos para que la obediencia al Señor y sus mandamientos tuviera más fuerza y motivación.

Aún hoy en día millones de seguidores del Maestro basan su relación con Él en el miedo, lo cual, tal y como afirma Juan, indica que no han entendido para nada la esencia del evangelio y de las bases de una relación saludable y funcional con Dios. Aparentemente nada diferencia exteriormente al que teme y al que ama. Ambos pueden obedecer al Señor por igual; la diferencia radica en el interior. El primero teme -de forma consciente o inconsciente- el castigo, la represalia, la venganza de Dios sobre él o sus seres queridos. El segundo se sabe amado y aceptado de forma incondicional por el Padre y tiene la plena certeza de que nada ni nadie le separará de ese amor. Vive con la confianza total y absoluta de que si cuando era un enemigo del Señor, Jesús murió por él, ¡Cómo no va a vivir en estos momentos libre de temores, miedos y sospechas en cuanto a su relación con el Padre!


¿En qué se basa tu relación con el Señor en el amor o el miedo?



Amor y temor, en efecto, son incompatibles; el auténtico amor elimina el temor, ya que el temor está en relación con el castigo, y el que teme es que aún no ha aprendido a amar perfectamente. (1 Juan 4:18)


El miedo a Dios ha sido durante siglos una manera de mantener controlada a la gente. La imagen de la divinidad como un policía o juez cósmico, constantemente vigilando para castigar a todo aquel que transgreda su Ley ha formado y forma parte del imaginario colectivo de generaciones y generaciones. Incluso en las familias se ha utilizado para que los niños tuvieran buena conducta y desde los púlpitos para que la obediencia al Señor y sus mandamientos tuviera más fuerza y motivación.

Aún hoy en día millones de seguidores del Maestro basan su relación con Él en el miedo, lo cual, tal y como afirma Juan, indica que no han entendido para nada la esencia del evangelio y de las bases de una relación saludable y funcional con Dios. Aparentemente nada diferencia exteriormente al que teme y al que ama. Ambos pueden obedecer al Señor por igual; la diferencia radica en el interior. El primero teme -de forma consciente o inconsciente- el castigo, la represalia, la venganza de Dios sobre él o sus seres queridos. El segundo se sabe amado y aceptado de forma incondicional por el Padre y tiene la plena certeza de que nada ni nadie le separará de ese amor. Vive con la confianza total y absoluta de que si cuando era un enemigo del Señor, Jesús murió por él, ¡Cómo no va a vivir en estos momentos libre de temores, miedos y sospechas en cuanto a su relación con el Padre!


¿En qué se basa tu relación con el Señor en el amor o el miedo?