Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad. (Juan 4:24)


Siempre me ha producido repulsa el escuchar cuando alguien ora diciendo que hemos venido, o que estamos, o que nos hemos reunido en la casa del Señor. Me produce rechazo por dos cosas; la primera, porque es mentira. El edificio que usamos para reunirnos no es la casa de Dios; Él, como bien señaló Salomón, no habita en templos hechos por manos humanas. Nosotros, cada uno de aquellos que le hemos aceptado como Señor y Salvador somos el templo en el cual Él habita por medio de su Santo Espíritu. La segunda, porque genera una espiritualidad falsa, no bíblica, ajena a lo que Jesús y sus discípulos nos quisieron transmitir. Si el domingo es el día del Señor y vamos a su casa para adorarlo, significa, de forma consciente o inconsciente, que el resto de la semana Él se queda en su casa y nosotros vivimos la vida auténtica desconectados de Él, quien se queda en su templo pero no viene con nosotros a la fábrica, la oficina, la escuela, la universidad, el hogar, el taller, la tienda, el hospital, la corte judicial, etc., etc. Dios está al margen de la vida cotidiana, donde nosotros desarrollamos nuestra actividad.

Jesús hablaba con la mujer samaritana acerca de la polémica de cuál era el lugar correcto para adorar a Dios. El Maestro zanja la cuestión afirmando que Dios es espíritu y que no está limitado por un lugar, un monte, un templo, una actividad, un día de la semana. Está con nosotros 24/7, como ya indiqué, va allá donde nosotros vamos. Está presente en todo lo que hacemos. El apóstol Pablo en línea con esta enseñanza de Jesús afirmó que todo lo que hagamos debemos hacerlo poniendo el corazón, como si fuera hecho para Dios y no para los hombres. Adorar al Señor en espíritu es hacerlo en tu vida cotidiana, es hacer de cada actividad de tu común vivir un acto de adoración y alabanza al Padre. Es poner el corazón en tu trabajo, tus estudios, tu cuidado del hogar, tu trato con los demás. Porque lo que hace de algo un acto de adoración no es el lugar donde se lleva a cabo -la mal llamada casa de Dios- sino la actitud del corazón que hace las cosas.


¿A qué esquema mental responde tu adoración?






Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad. (Juan 4:24)


Siempre me ha producido repulsa el escuchar cuando alguien ora diciendo que hemos venido, o que estamos, o que nos hemos reunido en la casa del Señor. Me produce rechazo por dos cosas; la primera, porque es mentira. El edificio que usamos para reunirnos no es la casa de Dios; Él, como bien señaló Salomón, no habita en templos hechos por manos humanas. Nosotros, cada uno de aquellos que le hemos aceptado como Señor y Salvador somos el templo en el cual Él habita por medio de su Santo Espíritu. La segunda, porque genera una espiritualidad falsa, no bíblica, ajena a lo que Jesús y sus discípulos nos quisieron transmitir. Si el domingo es el día del Señor y vamos a su casa para adorarlo, significa, de forma consciente o inconsciente, que el resto de la semana Él se queda en su casa y nosotros vivimos la vida auténtica desconectados de Él, quien se queda en su templo pero no viene con nosotros a la fábrica, la oficina, la escuela, la universidad, el hogar, el taller, la tienda, el hospital, la corte judicial, etc., etc. Dios está al margen de la vida cotidiana, donde nosotros desarrollamos nuestra actividad.

Jesús hablaba con la mujer samaritana acerca de la polémica de cuál era el lugar correcto para adorar a Dios. El Maestro zanja la cuestión afirmando que Dios es espíritu y que no está limitado por un lugar, un monte, un templo, una actividad, un día de la semana. Está con nosotros 24/7, como ya indiqué, va allá donde nosotros vamos. Está presente en todo lo que hacemos. El apóstol Pablo en línea con esta enseñanza de Jesús afirmó que todo lo que hagamos debemos hacerlo poniendo el corazón, como si fuera hecho para Dios y no para los hombres. Adorar al Señor en espíritu es hacerlo en tu vida cotidiana, es hacer de cada actividad de tu común vivir un acto de adoración y alabanza al Padre. Es poner el corazón en tu trabajo, tus estudios, tu cuidado del hogar, tu trato con los demás. Porque lo que hace de algo un acto de adoración no es el lugar donde se lleva a cabo -la mal llamada casa de Dios- sino la actitud del corazón que hace las cosas.


¿A qué esquema mental responde tu adoración?






Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad. (Juan 4:24)


Siempre me ha producido repulsa el escuchar cuando alguien ora diciendo que hemos venido, o que estamos, o que nos hemos reunido en la casa del Señor. Me produce rechazo por dos cosas; la primera, porque es mentira. El edificio que usamos para reunirnos no es la casa de Dios; Él, como bien señaló Salomón, no habita en templos hechos por manos humanas. Nosotros, cada uno de aquellos que le hemos aceptado como Señor y Salvador somos el templo en el cual Él habita por medio de su Santo Espíritu. La segunda, porque genera una espiritualidad falsa, no bíblica, ajena a lo que Jesús y sus discípulos nos quisieron transmitir. Si el domingo es el día del Señor y vamos a su casa para adorarlo, significa, de forma consciente o inconsciente, que el resto de la semana Él se queda en su casa y nosotros vivimos la vida auténtica desconectados de Él, quien se queda en su templo pero no viene con nosotros a la fábrica, la oficina, la escuela, la universidad, el hogar, el taller, la tienda, el hospital, la corte judicial, etc., etc. Dios está al margen de la vida cotidiana, donde nosotros desarrollamos nuestra actividad.

Jesús hablaba con la mujer samaritana acerca de la polémica de cuál era el lugar correcto para adorar a Dios. El Maestro zanja la cuestión afirmando que Dios es espíritu y que no está limitado por un lugar, un monte, un templo, una actividad, un día de la semana. Está con nosotros 24/7, como ya indiqué, va allá donde nosotros vamos. Está presente en todo lo que hacemos. El apóstol Pablo en línea con esta enseñanza de Jesús afirmó que todo lo que hagamos debemos hacerlo poniendo el corazón, como si fuera hecho para Dios y no para los hombres. Adorar al Señor en espíritu es hacerlo en tu vida cotidiana, es hacer de cada actividad de tu común vivir un acto de adoración y alabanza al Padre. Es poner el corazón en tu trabajo, tus estudios, tu cuidado del hogar, tu trato con los demás. Porque lo que hace de algo un acto de adoración no es el lugar donde se lleva a cabo -la mal llamada casa de Dios- sino la actitud del corazón que hace las cosas.


¿A qué esquema mental responde tu adoración?