— Conozco tu comportamiento y, aunque alardeas de estar vivo, sé que estás muerto. Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo, porque ante los ojos de mi Dios, tu comportamiento está lejos de ser irreprochable. ¿No recuerdas aquella tu disposición para escuchar y recibir? Pues mantenla y, si es preciso, cambia de conducta. Porque, si no estás en vela, vendré a ti como un ladrón, sin que puedas saber a qué hora llegaré contra ti. (Apocalipsis 3:1-3)


Alardear, según el diccionario, es presumir de algo. Me atrevo a decir que alardear es un pecado evangélico, pues tenemos la mala costumbre de alardear. Lo hacemos de ser salvos por fe, aunque carecemos de obras; de amar a Dios, aunque obviamos sus mandamientos; de ser discípulos de Jesús, aunque su carácter no es evidente en nuestras vidas, actitudes, motivaciones y conductas; de tener la verdad, aunque no la vivimos. 

Pero el dictamen del Señor es muy duro ¡Sé que estás muerto! y ¡Tu comportamiento está lejos de ser irreprochable! Es tremendo con que facilidad nos engañamos a nosotros mismos. La única evidencia de que realmente estamos vivos es que damos fruto, así lo afirma con rotundidad la Escritura. Cuando la Palabra habla de fruto se puede referir a tres cosas diferentes: Lo que denominamos fruto del Espíritu que aparece reflejado por Pablo en Gálatas capítulo 5; el mostrar en nuestras vida el carácter del Maestro, es decir, que su vida es cada día más evidente en la nuestra; finalmente, producimos discípulos en el sentido que llevamos a otros al conocimiento de Cristo y a que crezcan en su seguimiento. 

Jesús afirma que si es preciso cambiemos del conducta y la pregunta que hoy levanta el texto es ¿En qué es preciso que cambies de conductas? ¿Qué te muestra el Espíritu al respecto?



— Conozco tu comportamiento y, aunque alardeas de estar vivo, sé que estás muerto. Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo, porque ante los ojos de mi Dios, tu comportamiento está lejos de ser irreprochable. ¿No recuerdas aquella tu disposición para escuchar y recibir? Pues mantenla y, si es preciso, cambia de conducta. Porque, si no estás en vela, vendré a ti como un ladrón, sin que puedas saber a qué hora llegaré contra ti. (Apocalipsis 3:1-3)


Alardear, según el diccionario, es presumir de algo. Me atrevo a decir que alardear es un pecado evangélico, pues tenemos la mala costumbre de alardear. Lo hacemos de ser salvos por fe, aunque carecemos de obras; de amar a Dios, aunque obviamos sus mandamientos; de ser discípulos de Jesús, aunque su carácter no es evidente en nuestras vidas, actitudes, motivaciones y conductas; de tener la verdad, aunque no la vivimos. 

Pero el dictamen del Señor es muy duro ¡Sé que estás muerto! y ¡Tu comportamiento está lejos de ser irreprochable! Es tremendo con que facilidad nos engañamos a nosotros mismos. La única evidencia de que realmente estamos vivos es que damos fruto, así lo afirma con rotundidad la Escritura. Cuando la Palabra habla de fruto se puede referir a tres cosas diferentes: Lo que denominamos fruto del Espíritu que aparece reflejado por Pablo en Gálatas capítulo 5; el mostrar en nuestras vida el carácter del Maestro, es decir, que su vida es cada día más evidente en la nuestra; finalmente, producimos discípulos en el sentido que llevamos a otros al conocimiento de Cristo y a que crezcan en su seguimiento. 

Jesús afirma que si es preciso cambiemos del conducta y la pregunta que hoy levanta el texto es ¿En qué es preciso que cambies de conductas? ¿Qué te muestra el Espíritu al respecto?



— Conozco tu comportamiento y, aunque alardeas de estar vivo, sé que estás muerto. Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo, porque ante los ojos de mi Dios, tu comportamiento está lejos de ser irreprochable. ¿No recuerdas aquella tu disposición para escuchar y recibir? Pues mantenla y, si es preciso, cambia de conducta. Porque, si no estás en vela, vendré a ti como un ladrón, sin que puedas saber a qué hora llegaré contra ti. (Apocalipsis 3:1-3)


Alardear, según el diccionario, es presumir de algo. Me atrevo a decir que alardear es un pecado evangélico, pues tenemos la mala costumbre de alardear. Lo hacemos de ser salvos por fe, aunque carecemos de obras; de amar a Dios, aunque obviamos sus mandamientos; de ser discípulos de Jesús, aunque su carácter no es evidente en nuestras vidas, actitudes, motivaciones y conductas; de tener la verdad, aunque no la vivimos. 

Pero el dictamen del Señor es muy duro ¡Sé que estás muerto! y ¡Tu comportamiento está lejos de ser irreprochable! Es tremendo con que facilidad nos engañamos a nosotros mismos. La única evidencia de que realmente estamos vivos es que damos fruto, así lo afirma con rotundidad la Escritura. Cuando la Palabra habla de fruto se puede referir a tres cosas diferentes: Lo que denominamos fruto del Espíritu que aparece reflejado por Pablo en Gálatas capítulo 5; el mostrar en nuestras vida el carácter del Maestro, es decir, que su vida es cada día más evidente en la nuestra; finalmente, producimos discípulos en el sentido que llevamos a otros al conocimiento de Cristo y a que crezcan en su seguimiento. 

Jesús afirma que si es preciso cambiemos del conducta y la pregunta que hoy levanta el texto es ¿En qué es preciso que cambies de conductas? ¿Qué te muestra el Espíritu al respecto?