¿De dónde surgen los conflictos y las luchas que hay entre vosotros? Sin duda, de los deseos que lleváis siempre en pie de guerra en vuestro interior. (Santiago 4:1)


La sabiduría popular nos dice que las pasiones nacen del corazón -no en vano en la antropología hebrea es el centro de control de la vida de una persona-, después el cerebro se encarga de elaborar un discurso que las justifique y nos permita superar la disonancia cognitiva -fricción interna- que se produce entre lo que queremos y lo que sabemos que es correcto o incorrecto. Los deseos nos pueden hacer parecer irracionales; solo buscan ser satisfechos, en muchas ocasiones, sin que les importe el precio que debamos pagar para ello, aunque sea el enfrentamiento con otros, el deterioro o incluso la ruptura de relaciones. 

Hace mucho que asumí que los deseos siempre nos van a acompañar, hasta el mismo día de nuestra muerte. Sin duda, el trabajo del Espíritu Santo en nosotros va poniéndolos bajo control y vamos ganando en madurez, pero allí continúan, actualizándose como el software de un ordenador/computadora, con nuevas versiones cada vez más sofisticadas; ¿Qué podemos y debemos hacer al respecto?

Ganar en discernimiento y conocimiento de nosotros mismos. Ayudados por el Espíritu Santo hemos de tener la capacidad de observar nuestros deseos, pensar sobre nuestros pensamientos y llevar todo eso a los pies del Señor. No podemos evitar los deseos, solo podemos regularlos y gestionarlos con la ayuda del Espíritu de Jesús. ¿Qué quiere decir esto en términos prácticos? En un momento dado de nuestra vida aparece un deseo, un impulso, una pasión. En primer lugar hemos de tener un diálogo con nosotros mismos ¿Qué estoy sintiendo y/o deseando? ¿Qué pasión/deseo puedo identificar? En segundo lugar hemos de ponerle nombre y apellidos ¿Qué es exactamente lo que estoy experimentando? ¿Cómo lo percibe Dios? En tercer lugar hemos de llevarlo a su presencia. Hemos de tener un diálogo franco, honesto, abierto y sincero con el Señor acerca de todo aquello que sentimos y experimentamos.  Finalmente, pedirle al Señor la capacidad de dejarlo en sus manos y repetir el proceso tantas veces como sea necesario. 

¿Cómo manejas los deseos y pasiones en tu vida?









¿De dónde surgen los conflictos y las luchas que hay entre vosotros? Sin duda, de los deseos que lleváis siempre en pie de guerra en vuestro interior. (Santiago 4:1)


La sabiduría popular nos dice que las pasiones nacen del corazón -no en vano en la antropología hebrea es el centro de control de la vida de una persona-, después el cerebro se encarga de elaborar un discurso que las justifique y nos permita superar la disonancia cognitiva -fricción interna- que se produce entre lo que queremos y lo que sabemos que es correcto o incorrecto. Los deseos nos pueden hacer parecer irracionales; solo buscan ser satisfechos, en muchas ocasiones, sin que les importe el precio que debamos pagar para ello, aunque sea el enfrentamiento con otros, el deterioro o incluso la ruptura de relaciones. 

Hace mucho que asumí que los deseos siempre nos van a acompañar, hasta el mismo día de nuestra muerte. Sin duda, el trabajo del Espíritu Santo en nosotros va poniéndolos bajo control y vamos ganando en madurez, pero allí continúan, actualizándose como el software de un ordenador/computadora, con nuevas versiones cada vez más sofisticadas; ¿Qué podemos y debemos hacer al respecto?

Ganar en discernimiento y conocimiento de nosotros mismos. Ayudados por el Espíritu Santo hemos de tener la capacidad de observar nuestros deseos, pensar sobre nuestros pensamientos y llevar todo eso a los pies del Señor. No podemos evitar los deseos, solo podemos regularlos y gestionarlos con la ayuda del Espíritu de Jesús. ¿Qué quiere decir esto en términos prácticos? En un momento dado de nuestra vida aparece un deseo, un impulso, una pasión. En primer lugar hemos de tener un diálogo con nosotros mismos ¿Qué estoy sintiendo y/o deseando? ¿Qué pasión/deseo puedo identificar? En segundo lugar hemos de ponerle nombre y apellidos ¿Qué es exactamente lo que estoy experimentando? ¿Cómo lo percibe Dios? En tercer lugar hemos de llevarlo a su presencia. Hemos de tener un diálogo franco, honesto, abierto y sincero con el Señor acerca de todo aquello que sentimos y experimentamos.  Finalmente, pedirle al Señor la capacidad de dejarlo en sus manos y repetir el proceso tantas veces como sea necesario. 

¿Cómo manejas los deseos y pasiones en tu vida?









¿De dónde surgen los conflictos y las luchas que hay entre vosotros? Sin duda, de los deseos que lleváis siempre en pie de guerra en vuestro interior. (Santiago 4:1)


La sabiduría popular nos dice que las pasiones nacen del corazón -no en vano en la antropología hebrea es el centro de control de la vida de una persona-, después el cerebro se encarga de elaborar un discurso que las justifique y nos permita superar la disonancia cognitiva -fricción interna- que se produce entre lo que queremos y lo que sabemos que es correcto o incorrecto. Los deseos nos pueden hacer parecer irracionales; solo buscan ser satisfechos, en muchas ocasiones, sin que les importe el precio que debamos pagar para ello, aunque sea el enfrentamiento con otros, el deterioro o incluso la ruptura de relaciones. 

Hace mucho que asumí que los deseos siempre nos van a acompañar, hasta el mismo día de nuestra muerte. Sin duda, el trabajo del Espíritu Santo en nosotros va poniéndolos bajo control y vamos ganando en madurez, pero allí continúan, actualizándose como el software de un ordenador/computadora, con nuevas versiones cada vez más sofisticadas; ¿Qué podemos y debemos hacer al respecto?

Ganar en discernimiento y conocimiento de nosotros mismos. Ayudados por el Espíritu Santo hemos de tener la capacidad de observar nuestros deseos, pensar sobre nuestros pensamientos y llevar todo eso a los pies del Señor. No podemos evitar los deseos, solo podemos regularlos y gestionarlos con la ayuda del Espíritu de Jesús. ¿Qué quiere decir esto en términos prácticos? En un momento dado de nuestra vida aparece un deseo, un impulso, una pasión. En primer lugar hemos de tener un diálogo con nosotros mismos ¿Qué estoy sintiendo y/o deseando? ¿Qué pasión/deseo puedo identificar? En segundo lugar hemos de ponerle nombre y apellidos ¿Qué es exactamente lo que estoy experimentando? ¿Cómo lo percibe Dios? En tercer lugar hemos de llevarlo a su presencia. Hemos de tener un diálogo franco, honesto, abierto y sincero con el Señor acerca de todo aquello que sentimos y experimentamos.  Finalmente, pedirle al Señor la capacidad de dejarlo en sus manos y repetir el proceso tantas veces como sea necesario. 

¿Cómo manejas los deseos y pasiones en tu vida?









¿De dónde surgen los conflictos y las luchas que hay entre vosotros? Sin duda, de los deseos que lleváis siempre en pie de guerra en vuestro interior. (Santiago 4:1)


La sabiduría popular nos dice que las pasiones nacen del corazón -no en vano en la antropología hebrea es el centro de control de la vida de una persona-, después el cerebro se encarga de elaborar un discurso que las justifique y nos permita superar la disonancia cognitiva -fricción interna- que se produce entre lo que queremos y lo que sabemos que es correcto o incorrecto. Los deseos nos pueden hacer parecer irracionales; solo buscan ser satisfechos, en muchas ocasiones, sin que les importe el precio que debamos pagar para ello, aunque sea el enfrentamiento con otros, el deterioro o incluso la ruptura de relaciones. 

Hace mucho que asumí que los deseos siempre nos van a acompañar, hasta el mismo día de nuestra muerte. Sin duda, el trabajo del Espíritu Santo en nosotros va poniéndolos bajo control y vamos ganando en madurez, pero allí continúan, actualizándose como el software de un ordenador/computadora, con nuevas versiones cada vez más sofisticadas; ¿Qué podemos y debemos hacer al respecto?

Ganar en discernimiento y conocimiento de nosotros mismos. Ayudados por el Espíritu Santo hemos de tener la capacidad de observar nuestros deseos, pensar sobre nuestros pensamientos y llevar todo eso a los pies del Señor. No podemos evitar los deseos, solo podemos regularlos y gestionarlos con la ayuda del Espíritu de Jesús. ¿Qué quiere decir esto en términos prácticos? En un momento dado de nuestra vida aparece un deseo, un impulso, una pasión. En primer lugar hemos de tener un diálogo con nosotros mismos ¿Qué estoy sintiendo y/o deseando? ¿Qué pasión/deseo puedo identificar? En segundo lugar hemos de ponerle nombre y apellidos ¿Qué es exactamente lo que estoy experimentando? ¿Cómo lo percibe Dios? En tercer lugar hemos de llevarlo a su presencia. Hemos de tener un diálogo franco, honesto, abierto y sincero con el Señor acerca de todo aquello que sentimos y experimentamos.  Finalmente, pedirle al Señor la capacidad de dejarlo en sus manos y repetir el proceso tantas veces como sea necesario. 

¿Cómo manejas los deseos y pasiones en tu vida?