Demostrad con hechos vuestra conversión y no os hagáis ilusiones pensando que sois descendientes de Abrahán. Porque os digo que Dios puede sacar de estas piedras descendientes de Abrahán. (Mateo 3:8-9)


La conversión -metanoia en griego- es, literalmente, un cambio de mente. Es algo que se produce en el interior de la persona por obra del Espíritu Santo de Dios. Es, por describirlo de forma visual, un cambio de 180 grados; uno va en una dirección determinada y, en un momento dado, se da cuenta del error en el camino y da ese giro radical. En términos cristianos la conversión sería volvernos hacia el Señor abandonando nuestro viejo estilo de vivir.

Los procesos internos sólo pueden ser corroborados por manifestaciones externas, y aquí radica el punto central de la enseñanza del Bautista. Te has convertido ¡Demuéstralo por medio de tus hechos! De nada sirve la doctrina correcta que no va acompañada por la práctica correcta. Santiago, el hermano de Jesús, ya lo afirmaba con rotundidad cuando en su carta (que, por cierto, Martín Lutero deseaba quitar del Nuevo Testamento) indicaba que la fe que no nos lleva a un estilo de vida está muerta. Ya afirmaba también Jesús que por nuestros frutos seríamos conocidos; que no todo aquel que le llame Señor entrará en el Reino, sino aquel que haga la voluntad del Padre.

Juan, el que preparaba el camino para Jesús, les decía a aquellos que escuchaban su mensaje que era preciso demostrar que esa conversión había sido genuina, y que la única manera de hacerlo era por medio de un cambio de vida. No servía apelar al pedigrí religioso, no significaba nada el ser hijo de Abrahán, el pertenecer a un grupo religioso de élite. Lo que verdaderamente cuenta es cómo vives.


¿Hasta qué punto demuestra tu vida la realidad de tu conversión?



Demostrad con hechos vuestra conversión y no os hagáis ilusiones pensando que sois descendientes de Abrahán. Porque os digo que Dios puede sacar de estas piedras descendientes de Abrahán. (Mateo 3:8-9)


La conversión -metanoia en griego- es, literalmente, un cambio de mente. Es algo que se produce en el interior de la persona por obra del Espíritu Santo de Dios. Es, por describirlo de forma visual, un cambio de 180 grados; uno va en una dirección determinada y, en un momento dado, se da cuenta del error en el camino y da ese giro radical. En términos cristianos la conversión sería volvernos hacia el Señor abandonando nuestro viejo estilo de vivir.

Los procesos internos sólo pueden ser corroborados por manifestaciones externas, y aquí radica el punto central de la enseñanza del Bautista. Te has convertido ¡Demuéstralo por medio de tus hechos! De nada sirve la doctrina correcta que no va acompañada por la práctica correcta. Santiago, el hermano de Jesús, ya lo afirmaba con rotundidad cuando en su carta (que, por cierto, Martín Lutero deseaba quitar del Nuevo Testamento) indicaba que la fe que no nos lleva a un estilo de vida está muerta. Ya afirmaba también Jesús que por nuestros frutos seríamos conocidos; que no todo aquel que le llame Señor entrará en el Reino, sino aquel que haga la voluntad del Padre.

Juan, el que preparaba el camino para Jesús, les decía a aquellos que escuchaban su mensaje que era preciso demostrar que esa conversión había sido genuina, y que la única manera de hacerlo era por medio de un cambio de vida. No servía apelar al pedigrí religioso, no significaba nada el ser hijo de Abrahán, el pertenecer a un grupo religioso de élite. Lo que verdaderamente cuenta es cómo vives.


¿Hasta qué punto demuestra tu vida la realidad de tu conversión?



Demostrad con hechos vuestra conversión y no os hagáis ilusiones pensando que sois descendientes de Abrahán. Porque os digo que Dios puede sacar de estas piedras descendientes de Abrahán. (Mateo 3:8-9)


La conversión -metanoia en griego- es, literalmente, un cambio de mente. Es algo que se produce en el interior de la persona por obra del Espíritu Santo de Dios. Es, por describirlo de forma visual, un cambio de 180 grados; uno va en una dirección determinada y, en un momento dado, se da cuenta del error en el camino y da ese giro radical. En términos cristianos la conversión sería volvernos hacia el Señor abandonando nuestro viejo estilo de vivir.

Los procesos internos sólo pueden ser corroborados por manifestaciones externas, y aquí radica el punto central de la enseñanza del Bautista. Te has convertido ¡Demuéstralo por medio de tus hechos! De nada sirve la doctrina correcta que no va acompañada por la práctica correcta. Santiago, el hermano de Jesús, ya lo afirmaba con rotundidad cuando en su carta (que, por cierto, Martín Lutero deseaba quitar del Nuevo Testamento) indicaba que la fe que no nos lleva a un estilo de vida está muerta. Ya afirmaba también Jesús que por nuestros frutos seríamos conocidos; que no todo aquel que le llame Señor entrará en el Reino, sino aquel que haga la voluntad del Padre.

Juan, el que preparaba el camino para Jesús, les decía a aquellos que escuchaban su mensaje que era preciso demostrar que esa conversión había sido genuina, y que la única manera de hacerlo era por medio de un cambio de vida. No servía apelar al pedigrí religioso, no significaba nada el ser hijo de Abrahán, el pertenecer a un grupo religioso de élite. Lo que verdaderamente cuenta es cómo vives.


¿Hasta qué punto demuestra tu vida la realidad de tu conversión?