Os exhorto, pues, a que vivais de acuerdo con las exigencias del Espíritu y así no os dejaréis arrastrar por desordenadas apetencias humanas (Gálatas 5:16)


La expresión “dejarse llevar” significa no oponer resistencia a algo, a pesar de no desearlo o no estar de acuerdo con ello. Podemos referirnos al usarla a una persona de carácter débil y con poco carácter, que es incapaz de seguir su propio criterio y que fácilmente se deja convencer por los demás y sigue los de éstos. Así: “no deseaba colaborar en algo así, pero se dejó llevar”. También puede referirse a una persona que decide no oponerse a algo, no por falta de carácter ni debilidad, sino porque lleva tiempo luchando por algo y está cansada de ello, por lo que decide, digamos, rendirse ante las circunstancias. Como: “se encontraba tan agotado que decidió dejarse llevar”.
Esto es lo que he encontrado cuando leía acerca de esta afirmación tan común en la lengua castellana. Aplicado a la reflexión de Pablo vendría a afirmar que no deberíamos permitir que nuestras tendencias -pecaminosas- ejerzan una excesiva influencia sobre nosotros de tal manera que "nos dejemos llevar por las mismas". De hecho, el apóstol dedica el resto del capítulo cinco de su carta a los Gálatas para desarrollar este concepto de "dejarse llevar". 
Si yo entendí bien su razonamiento hay dos grandes fuerzas que pugnan dentro nuestro: el Espíritu Santo y la vieja naturaleza. Ambas pugnan por tener control e influencia sobre nuestras vidas. Quien nos controle determinará qué tipos de actitudes y conductas se generarán en nosotros. El planteamiento de Pablo es muy simple: Déjate llevar por tu vieja naturaleza -lo que llama desordenadas apetencias humanas- y lo único que producirán en ti es muerte en el sentido más amplio de la expresión. Por el contrario, déjate llevar a por el Espíritu que vive en ti y éste producirá vida -lo que llama el fruto del Espíritu por todos conocido-. Es una cuestión de por quién nos dejamos llevar.

¿Y tú, por quién te dejas llevar?



Os exhorto, pues, a que vivais de acuerdo con las exigencias del Espíritu y así no os dejaréis arrastrar por desordenadas apetencias humanas (Gálatas 5:16)


La expresión “dejarse llevar” significa no oponer resistencia a algo, a pesar de no desearlo o no estar de acuerdo con ello. Podemos referirnos al usarla a una persona de carácter débil y con poco carácter, que es incapaz de seguir su propio criterio y que fácilmente se deja convencer por los demás y sigue los de éstos. Así: “no deseaba colaborar en algo así, pero se dejó llevar”. También puede referirse a una persona que decide no oponerse a algo, no por falta de carácter ni debilidad, sino porque lleva tiempo luchando por algo y está cansada de ello, por lo que decide, digamos, rendirse ante las circunstancias. Como: “se encontraba tan agotado que decidió dejarse llevar”.
Esto es lo que he encontrado cuando leía acerca de esta afirmación tan común en la lengua castellana. Aplicado a la reflexión de Pablo vendría a afirmar que no deberíamos permitir que nuestras tendencias -pecaminosas- ejerzan una excesiva influencia sobre nosotros de tal manera que "nos dejemos llevar por las mismas". De hecho, el apóstol dedica el resto del capítulo cinco de su carta a los Gálatas para desarrollar este concepto de "dejarse llevar". 
Si yo entendí bien su razonamiento hay dos grandes fuerzas que pugnan dentro nuestro: el Espíritu Santo y la vieja naturaleza. Ambas pugnan por tener control e influencia sobre nuestras vidas. Quien nos controle determinará qué tipos de actitudes y conductas se generarán en nosotros. El planteamiento de Pablo es muy simple: Déjate llevar por tu vieja naturaleza -lo que llama desordenadas apetencias humanas- y lo único que producirán en ti es muerte en el sentido más amplio de la expresión. Por el contrario, déjate llevar a por el Espíritu que vive en ti y éste producirá vida -lo que llama el fruto del Espíritu por todos conocido-. Es una cuestión de por quién nos dejamos llevar.

¿Y tú, por quién te dejas llevar?



Os exhorto, pues, a que vivais de acuerdo con las exigencias del Espíritu y así no os dejaréis arrastrar por desordenadas apetencias humanas (Gálatas 5:16)


La expresión “dejarse llevar” significa no oponer resistencia a algo, a pesar de no desearlo o no estar de acuerdo con ello. Podemos referirnos al usarla a una persona de carácter débil y con poco carácter, que es incapaz de seguir su propio criterio y que fácilmente se deja convencer por los demás y sigue los de éstos. Así: “no deseaba colaborar en algo así, pero se dejó llevar”. También puede referirse a una persona que decide no oponerse a algo, no por falta de carácter ni debilidad, sino porque lleva tiempo luchando por algo y está cansada de ello, por lo que decide, digamos, rendirse ante las circunstancias. Como: “se encontraba tan agotado que decidió dejarse llevar”.
Esto es lo que he encontrado cuando leía acerca de esta afirmación tan común en la lengua castellana. Aplicado a la reflexión de Pablo vendría a afirmar que no deberíamos permitir que nuestras tendencias -pecaminosas- ejerzan una excesiva influencia sobre nosotros de tal manera que "nos dejemos llevar por las mismas". De hecho, el apóstol dedica el resto del capítulo cinco de su carta a los Gálatas para desarrollar este concepto de "dejarse llevar". 
Si yo entendí bien su razonamiento hay dos grandes fuerzas que pugnan dentro nuestro: el Espíritu Santo y la vieja naturaleza. Ambas pugnan por tener control e influencia sobre nuestras vidas. Quien nos controle determinará qué tipos de actitudes y conductas se generarán en nosotros. El planteamiento de Pablo es muy simple: Déjate llevar por tu vieja naturaleza -lo que llama desordenadas apetencias humanas- y lo único que producirán en ti es muerte en el sentido más amplio de la expresión. Por el contrario, déjate llevar a por el Espíritu que vive en ti y éste producirá vida -lo que llama el fruto del Espíritu por todos conocido-. Es una cuestión de por quién nos dejamos llevar.

¿Y tú, por quién te dejas llevar?