Lo que pasa es que algunos os desconciertan intentando deformar el mensaje evangélico de Cristo. (Gálatas 1:7)


Pablo, escribiendo a los seguidores de Jesús que se reunían en Galacia, alerta sobre el peligro de personas que deseen deformar el mensaje de Jesús. Más adelante, en este mismo capítulo, afirma en dos ocasiones que quien pretenda hacer eso ¡Caiga sobre él la maldición! ¡Qué afirmación más fuerte! Literalmente afirma que sea anatema, es decir, separado para la destrucción. La advertencia es necesaria, los seres humanos tenemos la costumbre de corromper hasta lo más sagrado, valga como ejemplo la distorsión que se hizo de la Ley dada por Dios a Moisés y cómo los mismos fariseos y otros religiosos de su tiempo la utilizaban para cuestionar al mismo Jesús, el autor de esa Ley. ¡En fin, así somos los humanos!

Todo eso me lleva a preguntarme ¿Cuál es el auténtico evangelio de Jesús? Muchos autores afirman que esta carta es, si no la más antigua, una de las más antiguas del Nuevo Testamento. Eso implica que todavía no existía lo que hoy conocemos como la Biblia. Pablo reinterpretaba el Antiguo Testamento con la perspectiva de Jesús y añadía aquello que creemos que el Señor le iba revelando. Su predicación se basaba sobre las tradiciones que corrían acerca de la vida y ministerio del Maestro, como las recogidas por Lucas, el médico compañero de sus viajes ministeriales y que había investigado el tema a fondo.

¿Cuál es pues el ADN del mensaje de Jesús? Si hubiera que reducirlo a su expresión más fundamental y central ¿Cuál sería? Después de darle y darle vueltas me arriesgaría a decir que se trata de la parábola del padre que ama y perdona, más conocida entre nosotros como la parábola del hijo pródigo. Me baso para esa afirmación en que ninguna de las enseñanzas de Jesús describe mejor a Dios y su actitud hacia los seres humanos que dicha narración. También porque fue dirigida a un público muy especial, los religiosos de su tiempo, aquellos que conocían al dedillo la revelación del Señor y se ufanaban de guardarla y, por tanto, se sentían superiores a todos los demás seres humanos, especialmente aquellos que consideraban viles pecadores. Y la enseñanza básica de esa parábola es: gracia, perdón y aceptación incondicional; no debido a lo que somos sino siempre, siempre, a pesar de lo que somos.

Si Jesús, quien es Dios, definió así la buena noticia, nadie, absolutamente nadie tiene derecho a deformar ese evangelio. Toda otra explicación de Dios y su relación con el ser humano tiene que estar definitivamente alineada con el mensaje de Jesús; de lo contrario, bien podríamos caer, como dice Pablo, en el peligro de maldición; maldición porque deformar el evangelio de Jesús es cosa seria.


¿Cuál es el ADN de tu fe?



Lo que pasa es que algunos os desconciertan intentando deformar el mensaje evangélico de Cristo. (Gálatas 1:7)


Pablo, escribiendo a los seguidores de Jesús que se reunían en Galacia, alerta sobre el peligro de personas que deseen deformar el mensaje de Jesús. Más adelante, en este mismo capítulo, afirma en dos ocasiones que quien pretenda hacer eso ¡Caiga sobre él la maldición! ¡Qué afirmación más fuerte! Literalmente afirma que sea anatema, es decir, separado para la destrucción. La advertencia es necesaria, los seres humanos tenemos la costumbre de corromper hasta lo más sagrado, valga como ejemplo la distorsión que se hizo de la Ley dada por Dios a Moisés y cómo los mismos fariseos y otros religiosos de su tiempo la utilizaban para cuestionar al mismo Jesús, el autor de esa Ley. ¡En fin, así somos los humanos!

Todo eso me lleva a preguntarme ¿Cuál es el auténtico evangelio de Jesús? Muchos autores afirman que esta carta es, si no la más antigua, una de las más antiguas del Nuevo Testamento. Eso implica que todavía no existía lo que hoy conocemos como la Biblia. Pablo reinterpretaba el Antiguo Testamento con la perspectiva de Jesús y añadía aquello que creemos que el Señor le iba revelando. Su predicación se basaba sobre las tradiciones que corrían acerca de la vida y ministerio del Maestro, como las recogidas por Lucas, el médico compañero de sus viajes ministeriales y que había investigado el tema a fondo.

¿Cuál es pues el ADN del mensaje de Jesús? Si hubiera que reducirlo a su expresión más fundamental y central ¿Cuál sería? Después de darle y darle vueltas me arriesgaría a decir que se trata de la parábola del padre que ama y perdona, más conocida entre nosotros como la parábola del hijo pródigo. Me baso para esa afirmación en que ninguna de las enseñanzas de Jesús describe mejor a Dios y su actitud hacia los seres humanos que dicha narración. También porque fue dirigida a un público muy especial, los religiosos de su tiempo, aquellos que conocían al dedillo la revelación del Señor y se ufanaban de guardarla y, por tanto, se sentían superiores a todos los demás seres humanos, especialmente aquellos que consideraban viles pecadores. Y la enseñanza básica de esa parábola es: gracia, perdón y aceptación incondicional; no debido a lo que somos sino siempre, siempre, a pesar de lo que somos.

Si Jesús, quien es Dios, definió así la buena noticia, nadie, absolutamente nadie tiene derecho a deformar ese evangelio. Toda otra explicación de Dios y su relación con el ser humano tiene que estar definitivamente alineada con el mensaje de Jesús; de lo contrario, bien podríamos caer, como dice Pablo, en el peligro de maldición; maldición porque deformar el evangelio de Jesús es cosa seria.


¿Cuál es el ADN de tu fe?



Lo que pasa es que algunos os desconciertan intentando deformar el mensaje evangélico de Cristo. (Gálatas 1:7)


Pablo, escribiendo a los seguidores de Jesús que se reunían en Galacia, alerta sobre el peligro de personas que deseen deformar el mensaje de Jesús. Más adelante, en este mismo capítulo, afirma en dos ocasiones que quien pretenda hacer eso ¡Caiga sobre él la maldición! ¡Qué afirmación más fuerte! Literalmente afirma que sea anatema, es decir, separado para la destrucción. La advertencia es necesaria, los seres humanos tenemos la costumbre de corromper hasta lo más sagrado, valga como ejemplo la distorsión que se hizo de la Ley dada por Dios a Moisés y cómo los mismos fariseos y otros religiosos de su tiempo la utilizaban para cuestionar al mismo Jesús, el autor de esa Ley. ¡En fin, así somos los humanos!

Todo eso me lleva a preguntarme ¿Cuál es el auténtico evangelio de Jesús? Muchos autores afirman que esta carta es, si no la más antigua, una de las más antiguas del Nuevo Testamento. Eso implica que todavía no existía lo que hoy conocemos como la Biblia. Pablo reinterpretaba el Antiguo Testamento con la perspectiva de Jesús y añadía aquello que creemos que el Señor le iba revelando. Su predicación se basaba sobre las tradiciones que corrían acerca de la vida y ministerio del Maestro, como las recogidas por Lucas, el médico compañero de sus viajes ministeriales y que había investigado el tema a fondo.

¿Cuál es pues el ADN del mensaje de Jesús? Si hubiera que reducirlo a su expresión más fundamental y central ¿Cuál sería? Después de darle y darle vueltas me arriesgaría a decir que se trata de la parábola del padre que ama y perdona, más conocida entre nosotros como la parábola del hijo pródigo. Me baso para esa afirmación en que ninguna de las enseñanzas de Jesús describe mejor a Dios y su actitud hacia los seres humanos que dicha narración. También porque fue dirigida a un público muy especial, los religiosos de su tiempo, aquellos que conocían al dedillo la revelación del Señor y se ufanaban de guardarla y, por tanto, se sentían superiores a todos los demás seres humanos, especialmente aquellos que consideraban viles pecadores. Y la enseñanza básica de esa parábola es: gracia, perdón y aceptación incondicional; no debido a lo que somos sino siempre, siempre, a pesar de lo que somos.

Si Jesús, quien es Dios, definió así la buena noticia, nadie, absolutamente nadie tiene derecho a deformar ese evangelio. Toda otra explicación de Dios y su relación con el ser humano tiene que estar definitivamente alineada con el mensaje de Jesús; de lo contrario, bien podríamos caer, como dice Pablo, en el peligro de maldición; maldición porque deformar el evangelio de Jesús es cosa seria.


¿Cuál es el ADN de tu fe?