Cada uno es puesto a prueba por su propia pasión desordenada, que lo arrastra y lo seduce. Semejante pasión concibe y da a luz el pecado; y éste, una vez cometido, origina la muerte. (Santiago 1:14-15)


Según indica Santiago nosotros somos responsables. Es bien cierto que no podemos evitar la tentación; salvo que seamos de plástico estamos expuestos a la misma. Esta encuentra en nosotros actitudes, deseos, inclinaciones, intereses, heridas y muchas otras cosas a las cuales puede apelar. El pecado juega un juego de seducción, como lo hizo con Adán y Eva, y es nuestro libre albedrío el responder a la misma de una manera u otra. Martín Lutero, el reformador, afirmaba que no podemos impedir que los pájaros revoloteen sobre nuestras cabezas -la tentación-, pero sí impedir que aniden en ellas -el pecado-.

La tentación genera en nosotros un estímulo que si respondemos al mismo acaba arrastrándonos al pecado y éste siempre genera muerte. Al hablar de muerte hablamos en términos amplios; no estamos diciendo que cada vez que pequemos nos vamos a morir físicamente; pero sí que cada vez que lo hacemos se desgarra algo en nosotros, en nuestro interior, en nuestra relación con otros, en nuestra relación con Dios o una combinación de todo ello.

¿Cómo afrontarlo? Primero, reconocer la tentación como tal. Segundo, atajarla en sus primeros estadios. Pablo nos aconseja que no demos lugar la diablo, que no juguemos con ella, que no la alimentemos. La tentación si es alimentada crece y cuanto más crece menos posibilidad tenemos de controlarla y manejarla. Finalmente, llevar la situación ante Dios tantas veces como sea necesaria y experimentar su gracia.


¿De qué manera te pueden ayudar estos pasos prácticos para afrontar tus tentaciones?



Cada uno es puesto a prueba por su propia pasión desordenada, que lo arrastra y lo seduce. Semejante pasión concibe y da a luz el pecado; y éste, una vez cometido, origina la muerte. (Santiago 1:14-15)


Según indica Santiago nosotros somos responsables. Es bien cierto que no podemos evitar la tentación; salvo que seamos de plástico estamos expuestos a la misma. Esta encuentra en nosotros actitudes, deseos, inclinaciones, intereses, heridas y muchas otras cosas a las cuales puede apelar. El pecado juega un juego de seducción, como lo hizo con Adán y Eva, y es nuestro libre albedrío el responder a la misma de una manera u otra. Martín Lutero, el reformador, afirmaba que no podemos impedir que los pájaros revoloteen sobre nuestras cabezas -la tentación-, pero sí impedir que aniden en ellas -el pecado-.

La tentación genera en nosotros un estímulo que si respondemos al mismo acaba arrastrándonos al pecado y éste siempre genera muerte. Al hablar de muerte hablamos en términos amplios; no estamos diciendo que cada vez que pequemos nos vamos a morir físicamente; pero sí que cada vez que lo hacemos se desgarra algo en nosotros, en nuestro interior, en nuestra relación con otros, en nuestra relación con Dios o una combinación de todo ello.

¿Cómo afrontarlo? Primero, reconocer la tentación como tal. Segundo, atajarla en sus primeros estadios. Pablo nos aconseja que no demos lugar la diablo, que no juguemos con ella, que no la alimentemos. La tentación si es alimentada crece y cuanto más crece menos posibilidad tenemos de controlarla y manejarla. Finalmente, llevar la situación ante Dios tantas veces como sea necesaria y experimentar su gracia.


¿De qué manera te pueden ayudar estos pasos prácticos para afrontar tus tentaciones?



Cada uno es puesto a prueba por su propia pasión desordenada, que lo arrastra y lo seduce. Semejante pasión concibe y da a luz el pecado; y éste, una vez cometido, origina la muerte. (Santiago 1:14-15)


Según indica Santiago nosotros somos responsables. Es bien cierto que no podemos evitar la tentación; salvo que seamos de plástico estamos expuestos a la misma. Esta encuentra en nosotros actitudes, deseos, inclinaciones, intereses, heridas y muchas otras cosas a las cuales puede apelar. El pecado juega un juego de seducción, como lo hizo con Adán y Eva, y es nuestro libre albedrío el responder a la misma de una manera u otra. Martín Lutero, el reformador, afirmaba que no podemos impedir que los pájaros revoloteen sobre nuestras cabezas -la tentación-, pero sí impedir que aniden en ellas -el pecado-.

La tentación genera en nosotros un estímulo que si respondemos al mismo acaba arrastrándonos al pecado y éste siempre genera muerte. Al hablar de muerte hablamos en términos amplios; no estamos diciendo que cada vez que pequemos nos vamos a morir físicamente; pero sí que cada vez que lo hacemos se desgarra algo en nosotros, en nuestro interior, en nuestra relación con otros, en nuestra relación con Dios o una combinación de todo ello.

¿Cómo afrontarlo? Primero, reconocer la tentación como tal. Segundo, atajarla en sus primeros estadios. Pablo nos aconseja que no demos lugar la diablo, que no juguemos con ella, que no la alimentemos. La tentación si es alimentada crece y cuanto más crece menos posibilidad tenemos de controlarla y manejarla. Finalmente, llevar la situación ante Dios tantas veces como sea necesaria y experimentar su gracia.


¿De qué manera te pueden ayudar estos pasos prácticos para afrontar tus tentaciones?