Con la mayor insistencia nos rogaban que les permitiéramos colaborar en la colecta y en la ayuda a los hermanos. Y más allá de nuestras expectativas, ellos mismos se ofrecieron en persona, primero al Señor y luego a nosotros, ya que esta era la voluntad de Dios. (2 Corintios 8:4-5)


Pablo usa a los filipenses como ejemplo para ilustrar la importancia del dar. Lo hace mostrándonos que existe un orden natural y lógico cuando afrontamos este tema: primero darse a Dios y, consecuentemente, darse a los otros, en este caso en forma de contribución económica para las necesidades de los seguidores de Jesús en Jerusalén. Porque si uno no se ha entregado primeramente al Señor, si no ha hecho esa primera y fundamental entrega, difícilmente podrá llevar a cabo aquellas que, aunque más pequeñas en entidad, son las que siguen de forma natural. 

Dar siempre tiene una implicación de renuncia a algo. Si damos nuestra vida al Señor renunciamos a controlarla y establecer nuestras propias prioridades, valores y lealtades. Si damos de nuestro tiempo, renunciamos a usarlo en lo que podrían ser nuestros intereses legítimos. Si damos de nuestro dinero, renunciamos a gastarlo en aquello que necesitamos o simplemente queremos. Para aquel que no ha llevado a cabo esa gran entrega personal a Jesús todas las demás le serán dolorosas. Contrariamente aquel que la ha llevado a cabo considerará un privilegio el poder dar de su vida, tiempo y recursos de todo tipo; será el fluir natural de su compromiso con el Señor.


¿Qué sucede en tu vida con esa gran entrega fundamental? ¿Qué dicen al respecto tus hechos cotidianos?



Con la mayor insistencia nos rogaban que les permitiéramos colaborar en la colecta y en la ayuda a los hermanos. Y más allá de nuestras expectativas, ellos mismos se ofrecieron en persona, primero al Señor y luego a nosotros, ya que esta era la voluntad de Dios. (2 Corintios 8:4-5)


Pablo usa a los filipenses como ejemplo para ilustrar la importancia del dar. Lo hace mostrándonos que existe un orden natural y lógico cuando afrontamos este tema: primero darse a Dios y, consecuentemente, darse a los otros, en este caso en forma de contribución económica para las necesidades de los seguidores de Jesús en Jerusalén. Porque si uno no se ha entregado primeramente al Señor, si no ha hecho esa primera y fundamental entrega, difícilmente podrá llevar a cabo aquellas que, aunque más pequeñas en entidad, son las que siguen de forma natural. 

Dar siempre tiene una implicación de renuncia a algo. Si damos nuestra vida al Señor renunciamos a controlarla y establecer nuestras propias prioridades, valores y lealtades. Si damos de nuestro tiempo, renunciamos a usarlo en lo que podrían ser nuestros intereses legítimos. Si damos de nuestro dinero, renunciamos a gastarlo en aquello que necesitamos o simplemente queremos. Para aquel que no ha llevado a cabo esa gran entrega personal a Jesús todas las demás le serán dolorosas. Contrariamente aquel que la ha llevado a cabo considerará un privilegio el poder dar de su vida, tiempo y recursos de todo tipo; será el fluir natural de su compromiso con el Señor.


¿Qué sucede en tu vida con esa gran entrega fundamental? ¿Qué dicen al respecto tus hechos cotidianos?



Con la mayor insistencia nos rogaban que les permitiéramos colaborar en la colecta y en la ayuda a los hermanos. Y más allá de nuestras expectativas, ellos mismos se ofrecieron en persona, primero al Señor y luego a nosotros, ya que esta era la voluntad de Dios. (2 Corintios 8:4-5)


Pablo usa a los filipenses como ejemplo para ilustrar la importancia del dar. Lo hace mostrándonos que existe un orden natural y lógico cuando afrontamos este tema: primero darse a Dios y, consecuentemente, darse a los otros, en este caso en forma de contribución económica para las necesidades de los seguidores de Jesús en Jerusalén. Porque si uno no se ha entregado primeramente al Señor, si no ha hecho esa primera y fundamental entrega, difícilmente podrá llevar a cabo aquellas que, aunque más pequeñas en entidad, son las que siguen de forma natural. 

Dar siempre tiene una implicación de renuncia a algo. Si damos nuestra vida al Señor renunciamos a controlarla y establecer nuestras propias prioridades, valores y lealtades. Si damos de nuestro tiempo, renunciamos a usarlo en lo que podrían ser nuestros intereses legítimos. Si damos de nuestro dinero, renunciamos a gastarlo en aquello que necesitamos o simplemente queremos. Para aquel que no ha llevado a cabo esa gran entrega personal a Jesús todas las demás le serán dolorosas. Contrariamente aquel que la ha llevado a cabo considerará un privilegio el poder dar de su vida, tiempo y recursos de todo tipo; será el fluir natural de su compromiso con el Señor.


¿Qué sucede en tu vida con esa gran entrega fundamental? ¿Qué dicen al respecto tus hechos cotidianos?