Aunque el Espíritu que recibisteis de Jesucristo permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os instruya. Porque precisamente ese Espíritu, fuente de verdad y no de mentira, es el que os instruye acerca de todas las cosas. Manteneos, pues, unidos a Él según os enseñó. (1 Juan 2:27)


Vayamos por partes. El Espíritu Santo habita en el corazón de todos aquellos que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. Pablo, escribiendo a los cristianos de Roma, afirma que si alguien no tiene el Espíritu no es de Cristo. En segundo lugar, Jesús en sus enseñanzas afirmó en repetidas ocasiones que sería el Espíritu Santo quien nos guiaría a toda la verdad y nos enseñaría todas las cosas. En tercer lugar, el apóstol, haciéndose eco de las enseñanzas del Maestro vuelve a recalcar esa misma idea. Concluyo que debemos apoyarnos más en el Espíritu y menos en nuestros líderes. Algo no funciona bien cuando hemos desarrollado un seguimiento de Jesús que está más centrado en el líder que en el Espíritu Santo; o incluso pareciera que éste último, y su dirección, es patrimonio exclusivo de los líderes. 

Entiendo que es nuestra responsabilidad como líderes empoderar a las personas para que puedan identificar, reconocer y obedecer al Espíritu Santo que habita en ellas y ha prometido guiarlas a toda la verdad. No estaría de más en nuestros sermones, formaciones, congresos y otras actividades enfatizar más y más el rol del Espíritu en la vida cotidiana del seguidor de Jesús. Por otra parte, es nuestra responsabilidad como seguidores aprender a discernir esa voz y responder a ella en obediencia en vez de depender tanto del consejo y la orientación del líder. Pero, a veces, se genera una dinámica disfuncional que sirve a unos y otros.


¿Cuál es tu grado de sensibilidad a la voz del Espíritu Santo en tu vida?



Aunque el Espíritu que recibisteis de Jesucristo permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os instruya. Porque precisamente ese Espíritu, fuente de verdad y no de mentira, es el que os instruye acerca de todas las cosas. Manteneos, pues, unidos a Él según os enseñó. (1 Juan 2:27)


Vayamos por partes. El Espíritu Santo habita en el corazón de todos aquellos que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. Pablo, escribiendo a los cristianos de Roma, afirma que si alguien no tiene el Espíritu no es de Cristo. En segundo lugar, Jesús en sus enseñanzas afirmó en repetidas ocasiones que sería el Espíritu Santo quien nos guiaría a toda la verdad y nos enseñaría todas las cosas. En tercer lugar, el apóstol, haciéndose eco de las enseñanzas del Maestro vuelve a recalcar esa misma idea. Concluyo que debemos apoyarnos más en el Espíritu y menos en nuestros líderes. Algo no funciona bien cuando hemos desarrollado un seguimiento de Jesús que está más centrado en el líder que en el Espíritu Santo; o incluso pareciera que éste último, y su dirección, es patrimonio exclusivo de los líderes. 

Entiendo que es nuestra responsabilidad como líderes empoderar a las personas para que puedan identificar, reconocer y obedecer al Espíritu Santo que habita en ellas y ha prometido guiarlas a toda la verdad. No estaría de más en nuestros sermones, formaciones, congresos y otras actividades enfatizar más y más el rol del Espíritu en la vida cotidiana del seguidor de Jesús. Por otra parte, es nuestra responsabilidad como seguidores aprender a discernir esa voz y responder a ella en obediencia en vez de depender tanto del consejo y la orientación del líder. Pero, a veces, se genera una dinámica disfuncional que sirve a unos y otros.


¿Cuál es tu grado de sensibilidad a la voz del Espíritu Santo en tu vida?



Aunque el Espíritu que recibisteis de Jesucristo permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os instruya. Porque precisamente ese Espíritu, fuente de verdad y no de mentira, es el que os instruye acerca de todas las cosas. Manteneos, pues, unidos a Él según os enseñó. (1 Juan 2:27)


Vayamos por partes. El Espíritu Santo habita en el corazón de todos aquellos que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. Pablo, escribiendo a los cristianos de Roma, afirma que si alguien no tiene el Espíritu no es de Cristo. En segundo lugar, Jesús en sus enseñanzas afirmó en repetidas ocasiones que sería el Espíritu Santo quien nos guiaría a toda la verdad y nos enseñaría todas las cosas. En tercer lugar, el apóstol, haciéndose eco de las enseñanzas del Maestro vuelve a recalcar esa misma idea. Concluyo que debemos apoyarnos más en el Espíritu y menos en nuestros líderes. Algo no funciona bien cuando hemos desarrollado un seguimiento de Jesús que está más centrado en el líder que en el Espíritu Santo; o incluso pareciera que éste último, y su dirección, es patrimonio exclusivo de los líderes. 

Entiendo que es nuestra responsabilidad como líderes empoderar a las personas para que puedan identificar, reconocer y obedecer al Espíritu Santo que habita en ellas y ha prometido guiarlas a toda la verdad. No estaría de más en nuestros sermones, formaciones, congresos y otras actividades enfatizar más y más el rol del Espíritu en la vida cotidiana del seguidor de Jesús. Por otra parte, es nuestra responsabilidad como seguidores aprender a discernir esa voz y responder a ella en obediencia en vez de depender tanto del consejo y la orientación del líder. Pero, a veces, se genera una dinámica disfuncional que sirve a unos y otros.


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Aunque el Espíritu que recibisteis de Jesucristo permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os instruya. Porque precisamente ese Espíritu, fuente de verdad y no de mentira, es el que os instruye acerca de todas las cosas. Manteneos, pues, unidos a Él según os enseñó. (1 Juan 2:27)


Vayamos por partes. El Espíritu Santo habita en el corazón de todos aquellos que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. Pablo, escribiendo a los cristianos de Roma, afirma que si alguien no tiene el Espíritu no es de Cristo. En segundo lugar, Jesús en sus enseñanzas afirmó en repetidas ocasiones que sería el Espíritu Santo quien nos guiaría a toda la verdad y nos enseñaría todas las cosas. En tercer lugar, el apóstol, haciéndose eco de las enseñanzas del Maestro vuelve a recalcar esa misma idea. Concluyo que debemos apoyarnos más en el Espíritu y menos en nuestros líderes. Algo no funciona bien cuando hemos desarrollado un seguimiento de Jesús que está más centrado en el líder que en el Espíritu Santo; o incluso pareciera que éste último, y su dirección, es patrimonio exclusivo de los líderes. 

Entiendo que es nuestra responsabilidad como líderes empoderar a las personas para que puedan identificar, reconocer y obedecer al Espíritu Santo que habita en ellas y ha prometido guiarlas a toda la verdad. No estaría de más en nuestros sermones, formaciones, congresos y otras actividades enfatizar más y más el rol del Espíritu en la vida cotidiana del seguidor de Jesús. Por otra parte, es nuestra responsabilidad como seguidores aprender a discernir esa voz y responder a ella en obediencia en vez de depender tanto del consejo y la orientación del líder. Pero, a veces, se genera una dinámica disfuncional que sirve a unos y otros.


¿Cuál es tu grado de sensibilidad a la voz del Espíritu Santo en tu vida?