Di a los israelitas que destinen un tributo para mí. Únicamente aceptaréis el tributo de aquellos que lo ofrezcan de corazón. (Éxodo 25:2)


Una y otra vez en la Biblia se nos indica que lo importante no es lo que hacemos para Dios -nada la impresiona-, sino la actitud con que lo hacemos; es decir, el corazón que le ponemos a las cosas. El Señor indica que nosotros miramos -y nos dejamos impresionar- por aquello que tenemos ante nuestros ojos; Él no, Dios mira el corazón, las intenciones, las motivaciones y las actitudes. Ni siquiera nuestra parafernalia religiosa le resulta satisfactoria si el corazón no está detrás. Hablando en el profeta Isaías indica que su pueblo le alaba de labios para fuera, sin embargo, su corazón está muy lejos de Él. Si entendemos y aceptamos que nada de lo que hagamos "por Dios" le añade el más mínimo valor a  alguien como Él que es totalmente completo y perfecto en Sí mismo. Entonces podemos comenzar a entender que lo que verdaderamente valora y le produce satisfacción es la actitud -el corazón- que hay detrás de lo que hacemos. De hecho, el corazón con que hacemos las cosas puede echar por tierra el valor de todo lo hecho. No es de extrañar que la Escritura nos anime a, sobre todas las cosas, cuidar nuestro corazón.


¿Cuál es el estado de tu corazón?



Di a los israelitas que destinen un tributo para mí. Únicamente aceptaréis el tributo de aquellos que lo ofrezcan de corazón. (Éxodo 25:2)


Una y otra vez en la Biblia se nos indica que lo importante no es lo que hacemos para Dios -nada la impresiona-, sino la actitud con que lo hacemos; es decir, el corazón que le ponemos a las cosas. El Señor indica que nosotros miramos -y nos dejamos impresionar- por aquello que tenemos ante nuestros ojos; Él no, Dios mira el corazón, las intenciones, las motivaciones y las actitudes. Ni siquiera nuestra parafernalia religiosa le resulta satisfactoria si el corazón no está detrás. Hablando en el profeta Isaías indica que su pueblo le alaba de labios para fuera, sin embargo, su corazón está muy lejos de Él. Si entendemos y aceptamos que nada de lo que hagamos "por Dios" le añade el más mínimo valor a  alguien como Él que es totalmente completo y perfecto en Sí mismo. Entonces podemos comenzar a entender que lo que verdaderamente valora y le produce satisfacción es la actitud -el corazón- que hay detrás de lo que hacemos. De hecho, el corazón con que hacemos las cosas puede echar por tierra el valor de todo lo hecho. No es de extrañar que la Escritura nos anime a, sobre todas las cosas, cuidar nuestro corazón.


¿Cuál es el estado de tu corazón?



Di a los israelitas que destinen un tributo para mí. Únicamente aceptaréis el tributo de aquellos que lo ofrezcan de corazón. (Éxodo 25:2)


Una y otra vez en la Biblia se nos indica que lo importante no es lo que hacemos para Dios -nada la impresiona-, sino la actitud con que lo hacemos; es decir, el corazón que le ponemos a las cosas. El Señor indica que nosotros miramos -y nos dejamos impresionar- por aquello que tenemos ante nuestros ojos; Él no, Dios mira el corazón, las intenciones, las motivaciones y las actitudes. Ni siquiera nuestra parafernalia religiosa le resulta satisfactoria si el corazón no está detrás. Hablando en el profeta Isaías indica que su pueblo le alaba de labios para fuera, sin embargo, su corazón está muy lejos de Él. Si entendemos y aceptamos que nada de lo que hagamos "por Dios" le añade el más mínimo valor a  alguien como Él que es totalmente completo y perfecto en Sí mismo. Entonces podemos comenzar a entender que lo que verdaderamente valora y le produce satisfacción es la actitud -el corazón- que hay detrás de lo que hacemos. De hecho, el corazón con que hacemos las cosas puede echar por tierra el valor de todo lo hecho. No es de extrañar que la Escritura nos anime a, sobre todas las cosas, cuidar nuestro corazón.


¿Cuál es el estado de tu corazón?