Pero se trata de que pongáis en práctica esa palabra y no simplemente que la oigáis, engañándoos a vosotros mismos. (Santiago 1:22)

Es frecuente que nos engañemos a nosotros mismos. El engaño es definido como hacer creer a alguien que algo falso es verdadero. La Biblia define el corazón del ser humano como engañoso, es decir, que le vende como bueno lo malo. Engañarse a uno mismo podría ser considerada la peor forma de engaño y la más ruin. Santiago con su habitual pragmatismo nos indica en dos ocasiones que aquel que escucha la Palabra, incluso la medita, pero no la pone en práctica, se está engañando a sí mismo.

¿De qué modo? Bien, en primer lugar porque confunde la auténtica religiosidad con la parte puramente teórica y piensa que espiritualidad y conocimiento intelectual son sinónimos. Santiago hace énfasis en la práctica, en la aplicación en el contexto de la vida cotidiana de aquello que hemos oído, leído o meditado.

En segundo lugar, porque la lectura y la meditación de la Escritura tarde o temprano nos confronta con nuestra realidad, y lo hace para que actuemos sobre ella; para que ganemos conciencia de cómo somos y que debemos hacer y, consecuentemente, obremos en base a ese nuevo conocimiento que nos viene dado por la Palabra del Señor. Aumentar la conciencia sin aplicación es, en palabras de Santiago un autoengaño. Dicho de otro modo, para el hermano de Jesús no importa cuánto sabes sino cuánto aplicas. A los ojos de Dios es eso último lo que realmente cuenta y vale. 


Qué te definiría ¿oidor o hacedor?



Pero se trata de que pongáis en práctica esa palabra y no simplemente que la oigáis, engañándoos a vosotros mismos. (Santiago 1:22)

Es frecuente que nos engañemos a nosotros mismos. El engaño es definido como hacer creer a alguien que algo falso es verdadero. La Biblia define el corazón del ser humano como engañoso, es decir, que le vende como bueno lo malo. Engañarse a uno mismo podría ser considerada la peor forma de engaño y la más ruin. Santiago con su habitual pragmatismo nos indica en dos ocasiones que aquel que escucha la Palabra, incluso la medita, pero no la pone en práctica, se está engañando a sí mismo.

¿De qué modo? Bien, en primer lugar porque confunde la auténtica religiosidad con la parte puramente teórica y piensa que espiritualidad y conocimiento intelectual son sinónimos. Santiago hace énfasis en la práctica, en la aplicación en el contexto de la vida cotidiana de aquello que hemos oído, leído o meditado.

En segundo lugar, porque la lectura y la meditación de la Escritura tarde o temprano nos confronta con nuestra realidad, y lo hace para que actuemos sobre ella; para que ganemos conciencia de cómo somos y que debemos hacer y, consecuentemente, obremos en base a ese nuevo conocimiento que nos viene dado por la Palabra del Señor. Aumentar la conciencia sin aplicación es, en palabras de Santiago un autoengaño. Dicho de otro modo, para el hermano de Jesús no importa cuánto sabes sino cuánto aplicas. A los ojos de Dios es eso último lo que realmente cuenta y vale. 


Qué te definiría ¿oidor o hacedor?



Pero se trata de que pongáis en práctica esa palabra y no simplemente que la oigáis, engañándoos a vosotros mismos. (Santiago 1:22)

Es frecuente que nos engañemos a nosotros mismos. El engaño es definido como hacer creer a alguien que algo falso es verdadero. La Biblia define el corazón del ser humano como engañoso, es decir, que le vende como bueno lo malo. Engañarse a uno mismo podría ser considerada la peor forma de engaño y la más ruin. Santiago con su habitual pragmatismo nos indica en dos ocasiones que aquel que escucha la Palabra, incluso la medita, pero no la pone en práctica, se está engañando a sí mismo.

¿De qué modo? Bien, en primer lugar porque confunde la auténtica religiosidad con la parte puramente teórica y piensa que espiritualidad y conocimiento intelectual son sinónimos. Santiago hace énfasis en la práctica, en la aplicación en el contexto de la vida cotidiana de aquello que hemos oído, leído o meditado.

En segundo lugar, porque la lectura y la meditación de la Escritura tarde o temprano nos confronta con nuestra realidad, y lo hace para que actuemos sobre ella; para que ganemos conciencia de cómo somos y que debemos hacer y, consecuentemente, obremos en base a ese nuevo conocimiento que nos viene dado por la Palabra del Señor. Aumentar la conciencia sin aplicación es, en palabras de Santiago un autoengaño. Dicho de otro modo, para el hermano de Jesús no importa cuánto sabes sino cuánto aplicas. A los ojos de Dios es eso último lo que realmente cuenta y vale. 


Qué te definiría ¿oidor o hacedor?