Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)


Había comentado que la ciencia nos ha enseñado que tres partes de nuestro cuerpo podrían ser consideradas "cerebros", en tanto que tienen la capacidad de procesar información y devolvernos retroalimentación acerca de la misma. El "cerebro" ubicado en nuestras entrañas está relacionado con la protección de la vida. El ubicado en el corazón es el centro de control de nuestro proyecto vital y nuestra identidad; allí residen nuestros valores y nos envían retroalimentación advirtiéndonos cuándo estamos intentando actuar en contra de nuestro real y genuino yo. Entonces ¿Cuál es la función del cerebro propiamente dicho, es decir, de aquel que reside en nuestra cabeza?

Su función es generar un discurso que justifique las decisiones tomadas en el corazón. Cuando tomamos una decisión que viola nuestro auténtico yo, que va contra nuestras creencias, principios o valores, se genera una disonancia cognitiva que nos hace sentir mal. El cerebro se encarga de suavizar o incluso eliminar esa disonancia generando un discurso que justifique lo que hemos decidido hacer. Todas sus neuronas se encargan de trabajar para que podamos sentirnos bien con las decisiones tomadas. El cerebro de nuestra cabeza, para que podamos entendernos, no hace juicios morales -esos tienen lugar en el corazón- simplemente justifica o sanciona con un discurso lógico aquello que queremos llevar a cabo.

¿Cuál es la aplicación práctica de todo ello? Dios nos ha diseñado de tal modo que recibamos información para poder tomar las decisiones correctas y orientarnos en la vida. En el corazón nacen y se toman las decisiones, por eso debemos cuidarlo más que cualquier otra cosa y debemos someterlo al análisis del Señor, ya que dado su carácter engañoso no siempre es de fiar.  Las entrañas nos avisarán si hay peligro para nuestro proyecto vital y el cerebro, pobre de él, simplemente elaborará un discurso que hará que parezca o sea coherente cualquier cosa que decidamos.


¿De qué modo cuidas el corazón?

Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)


Había comentado que la ciencia nos ha enseñado que tres partes de nuestro cuerpo podrían ser consideradas "cerebros", en tanto que tienen la capacidad de procesar información y devolvernos retroalimentación acerca de la misma. El "cerebro" ubicado en nuestras entrañas está relacionado con la protección de la vida. El ubicado en el corazón es el centro de control de nuestro proyecto vital y nuestra identidad; allí residen nuestros valores y nos envían retroalimentación advirtiéndonos cuándo estamos intentando actuar en contra de nuestro real y genuino yo. Entonces ¿Cuál es la función del cerebro propiamente dicho, es decir, de aquel que reside en nuestra cabeza?

Su función es generar un discurso que justifique las decisiones tomadas en el corazón. Cuando tomamos una decisión que viola nuestro auténtico yo, que va contra nuestras creencias, principios o valores, se genera una disonancia cognitiva que nos hace sentir mal. El cerebro se encarga de suavizar o incluso eliminar esa disonancia generando un discurso que justifique lo que hemos decidido hacer. Todas sus neuronas se encargan de trabajar para que podamos sentirnos bien con las decisiones tomadas. El cerebro de nuestra cabeza, para que podamos entendernos, no hace juicios morales -esos tienen lugar en el corazón- simplemente justifica o sanciona con un discurso lógico aquello que queremos llevar a cabo.

¿Cuál es la aplicación práctica de todo ello? Dios nos ha diseñado de tal modo que recibamos información para poder tomar las decisiones correctas y orientarnos en la vida. En el corazón nacen y se toman las decisiones, por eso debemos cuidarlo más que cualquier otra cosa y debemos someterlo al análisis del Señor, ya que dado su carácter engañoso no siempre es de fiar.  Las entrañas nos avisarán si hay peligro para nuestro proyecto vital y el cerebro, pobre de él, simplemente elaborará un discurso que hará que parezca o sea coherente cualquier cosa que decidamos.


¿De qué modo cuidas el corazón?

Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)


Había comentado que la ciencia nos ha enseñado que tres partes de nuestro cuerpo podrían ser consideradas "cerebros", en tanto que tienen la capacidad de procesar información y devolvernos retroalimentación acerca de la misma. El "cerebro" ubicado en nuestras entrañas está relacionado con la protección de la vida. El ubicado en el corazón es el centro de control de nuestro proyecto vital y nuestra identidad; allí residen nuestros valores y nos envían retroalimentación advirtiéndonos cuándo estamos intentando actuar en contra de nuestro real y genuino yo. Entonces ¿Cuál es la función del cerebro propiamente dicho, es decir, de aquel que reside en nuestra cabeza?

Su función es generar un discurso que justifique las decisiones tomadas en el corazón. Cuando tomamos una decisión que viola nuestro auténtico yo, que va contra nuestras creencias, principios o valores, se genera una disonancia cognitiva que nos hace sentir mal. El cerebro se encarga de suavizar o incluso eliminar esa disonancia generando un discurso que justifique lo que hemos decidido hacer. Todas sus neuronas se encargan de trabajar para que podamos sentirnos bien con las decisiones tomadas. El cerebro de nuestra cabeza, para que podamos entendernos, no hace juicios morales -esos tienen lugar en el corazón- simplemente justifica o sanciona con un discurso lógico aquello que queremos llevar a cabo.

¿Cuál es la aplicación práctica de todo ello? Dios nos ha diseñado de tal modo que recibamos información para poder tomar las decisiones correctas y orientarnos en la vida. En el corazón nacen y se toman las decisiones, por eso debemos cuidarlo más que cualquier otra cosa y debemos someterlo al análisis del Señor, ya que dado su carácter engañoso no siempre es de fiar.  Las entrañas nos avisarán si hay peligro para nuestro proyecto vital y el cerebro, pobre de él, simplemente elaborará un discurso que hará que parezca o sea coherente cualquier cosa que decidamos.


¿De qué modo cuidas el corazón?

Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)


Había comentado que la ciencia nos ha enseñado que tres partes de nuestro cuerpo podrían ser consideradas "cerebros", en tanto que tienen la capacidad de procesar información y devolvernos retroalimentación acerca de la misma. El "cerebro" ubicado en nuestras entrañas está relacionado con la protección de la vida. El ubicado en el corazón es el centro de control de nuestro proyecto vital y nuestra identidad; allí residen nuestros valores y nos envían retroalimentación advirtiéndonos cuándo estamos intentando actuar en contra de nuestro real y genuino yo. Entonces ¿Cuál es la función del cerebro propiamente dicho, es decir, de aquel que reside en nuestra cabeza?

Su función es generar un discurso que justifique las decisiones tomadas en el corazón. Cuando tomamos una decisión que viola nuestro auténtico yo, que va contra nuestras creencias, principios o valores, se genera una disonancia cognitiva que nos hace sentir mal. El cerebro se encarga de suavizar o incluso eliminar esa disonancia generando un discurso que justifique lo que hemos decidido hacer. Todas sus neuronas se encargan de trabajar para que podamos sentirnos bien con las decisiones tomadas. El cerebro de nuestra cabeza, para que podamos entendernos, no hace juicios morales -esos tienen lugar en el corazón- simplemente justifica o sanciona con un discurso lógico aquello que queremos llevar a cabo.

¿Cuál es la aplicación práctica de todo ello? Dios nos ha diseñado de tal modo que recibamos información para poder tomar las decisiones correctas y orientarnos en la vida. En el corazón nacen y se toman las decisiones, por eso debemos cuidarlo más que cualquier otra cosa y debemos someterlo al análisis del Señor, ya que dado su carácter engañoso no siempre es de fiar.  Las entrañas nos avisarán si hay peligro para nuestro proyecto vital y el cerebro, pobre de él, simplemente elaborará un discurso que hará que parezca o sea coherente cualquier cosa que decidamos.


¿De qué modo cuidas el corazón?

Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)


Había comentado que la ciencia nos ha enseñado que tres partes de nuestro cuerpo podrían ser consideradas "cerebros", en tanto que tienen la capacidad de procesar información y devolvernos retroalimentación acerca de la misma. El "cerebro" ubicado en nuestras entrañas está relacionado con la protección de la vida. El ubicado en el corazón es el centro de control de nuestro proyecto vital y nuestra identidad; allí residen nuestros valores y nos envían retroalimentación advirtiéndonos cuándo estamos intentando actuar en contra de nuestro real y genuino yo. Entonces ¿Cuál es la función del cerebro propiamente dicho, es decir, de aquel que reside en nuestra cabeza?

Su función es generar un discurso que justifique las decisiones tomadas en el corazón. Cuando tomamos una decisión que viola nuestro auténtico yo, que va contra nuestras creencias, principios o valores, se genera una disonancia cognitiva que nos hace sentir mal. El cerebro se encarga de suavizar o incluso eliminar esa disonancia generando un discurso que justifique lo que hemos decidido hacer. Todas sus neuronas se encargan de trabajar para que podamos sentirnos bien con las decisiones tomadas. El cerebro de nuestra cabeza, para que podamos entendernos, no hace juicios morales -esos tienen lugar en el corazón- simplemente justifica o sanciona con un discurso lógico aquello que queremos llevar a cabo.

¿Cuál es la aplicación práctica de todo ello? Dios nos ha diseñado de tal modo que recibamos información para poder tomar las decisiones correctas y orientarnos en la vida. En el corazón nacen y se toman las decisiones, por eso debemos cuidarlo más que cualquier otra cosa y debemos someterlo al análisis del Señor, ya que dado su carácter engañoso no siempre es de fiar.  Las entrañas nos avisarán si hay peligro para nuestro proyecto vital y el cerebro, pobre de él, simplemente elaborará un discurso que hará que parezca o sea coherente cualquier cosa que decidamos.


¿De qué modo cuidas el corazón?