Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)

Otro de los "cerebros", es decir de las partes de nuestro cuerpo que tienen la capacidad de recibir información, procesarla y enviarnos retroalimentación es el corazón. Así como las entrañas estaban vinculadas con la protección de nuestro proyecto vital y se encargaban de enviar señales de alerta, el corazón está preocupado con nuestro auténtico yo, con nuestra identidad, con nuestro ser. En el corazón, según siempre la ciencia, residirían nuestros valores, nuestra auténtica identidad y cuando algo entra en contradicción con ese auténtico yo, el corazón nos envía retroalimentación generando ese estado de inquietud, ansiedad, estrés, etc., que es el resultado de nuestro deseo de actuar o dejar de hacerlo de una manera que es totalmente inconsistente con nuestro yo real, auténtico y genuino. 

No en vano la Biblia nos enseña que, ante todo y sobre todo, cuidemos el corazón pues de él nace la vida, el proyecto vital de cada ser humano. Así como las entrañas se preocupan de mantenernos vivos, el corazón se preocupa de mantenernos íntegros y coherentes. El corazón es el centro de control del proyecto vital y allí se toman las decisiones que lo encaminarán en una dirección u otra. Pero, como bien dice la Escritura, el corazón es engañoso; en ocasiones nos hace ir por direcciones que pueden ser destructivas e inconsistentes con quien realmente somos. En él radica la voluntad y allí se producen las luchas entre el viejo y el nuevo hombre, el deseo de honrar a Dios y vivir al margen de Él. Aquí se toman las decisiones para bien o para mal. ¿Cómo se puede solucionar esa tensión? Bien, ese es el tema de la próxima entrada. 



Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)

Otro de los "cerebros", es decir de las partes de nuestro cuerpo que tienen la capacidad de recibir información, procesarla y enviarnos retroalimentación es el corazón. Así como las entrañas estaban vinculadas con la protección de nuestro proyecto vital y se encargaban de enviar señales de alerta, el corazón está preocupado con nuestro auténtico yo, con nuestra identidad, con nuestro ser. En el corazón, según siempre la ciencia, residirían nuestros valores, nuestra auténtica identidad y cuando algo entra en contradicción con ese auténtico yo, el corazón nos envía retroalimentación generando ese estado de inquietud, ansiedad, estrés, etc., que es el resultado de nuestro deseo de actuar o dejar de hacerlo de una manera que es totalmente inconsistente con nuestro yo real, auténtico y genuino. 

No en vano la Biblia nos enseña que, ante todo y sobre todo, cuidemos el corazón pues de él nace la vida, el proyecto vital de cada ser humano. Así como las entrañas se preocupan de mantenernos vivos, el corazón se preocupa de mantenernos íntegros y coherentes. El corazón es el centro de control del proyecto vital y allí se toman las decisiones que lo encaminarán en una dirección u otra. Pero, como bien dice la Escritura, el corazón es engañoso; en ocasiones nos hace ir por direcciones que pueden ser destructivas e inconsistentes con quien realmente somos. En él radica la voluntad y allí se producen las luchas entre el viejo y el nuevo hombre, el deseo de honrar a Dios y vivir al margen de Él. Aquí se toman las decisiones para bien o para mal. ¿Cómo se puede solucionar esa tensión? Bien, ese es el tema de la próxima entrada. 



Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)

Otro de los "cerebros", es decir de las partes de nuestro cuerpo que tienen la capacidad de recibir información, procesarla y enviarnos retroalimentación es el corazón. Así como las entrañas estaban vinculadas con la protección de nuestro proyecto vital y se encargaban de enviar señales de alerta, el corazón está preocupado con nuestro auténtico yo, con nuestra identidad, con nuestro ser. En el corazón, según siempre la ciencia, residirían nuestros valores, nuestra auténtica identidad y cuando algo entra en contradicción con ese auténtico yo, el corazón nos envía retroalimentación generando ese estado de inquietud, ansiedad, estrés, etc., que es el resultado de nuestro deseo de actuar o dejar de hacerlo de una manera que es totalmente inconsistente con nuestro yo real, auténtico y genuino. 

No en vano la Biblia nos enseña que, ante todo y sobre todo, cuidemos el corazón pues de él nace la vida, el proyecto vital de cada ser humano. Así como las entrañas se preocupan de mantenernos vivos, el corazón se preocupa de mantenernos íntegros y coherentes. El corazón es el centro de control del proyecto vital y allí se toman las decisiones que lo encaminarán en una dirección u otra. Pero, como bien dice la Escritura, el corazón es engañoso; en ocasiones nos hace ir por direcciones que pueden ser destructivas e inconsistentes con quien realmente somos. En él radica la voluntad y allí se producen las luchas entre el viejo y el nuevo hombre, el deseo de honrar a Dios y vivir al margen de Él. Aquí se toman las decisiones para bien o para mal. ¿Cómo se puede solucionar esa tensión? Bien, ese es el tema de la próxima entrada.