Esos falsos hermanos que se infiltraron entre nosotros con la intención de arrebatarnos la libertad que tenemos como cristianos y hacer de nosotros unos esclavos. (Gálatas 2:4)


Cristo nos ha hecho libres en muchos sentidos. Libres de la condenación que el pecado traía sobre nuestras vidas. Libres de tenernos que ganar el amor y aceptación del Señor que se basa en la gracia y no en nada que nosotros podamos aportar a la cuenta de resultados. Libres del miedo a sentirnos rechazados por Dios debido a nuestra incapacidad, no ya de cumplir sus normas de lo que deberíamos ser, sino ni siquiera las nuestras propias. Libres para vivir en y con seguridad con respecto a Dios. Porque el amor echa fuera el miedo como afirma Juan. Pero esto no agrada a todo el mundo. No lo hacía en tiempos de Pablo y tampoco hoy en día.

En los días del apóstol había una facción, los judaizantes, que iban recorriendo todas las iglesias gentiles para imponerles su visión y percepción del seguimiento del Maestro. Una perspectiva que, en palabras del mismo Pablo, corrompía el auténtico evangelio de Jesús y era un atentado contra la libertad cristiana, la que Cristo ganó para nosotros. Para este grupo, si uno quería ser realmente salvo debía de guardar la Ley de Moisés e incluso circuncidarse. Debían de volver a esclavizarse, precisamente, a aquello que nos condenaba y ponía de manifiesto nuestra incapacidad de alcanzar al Señor por nuestros propios méritos.

Hoy en día ocurre algo similar. Hay toda una serie de grupúsculos que atentan contra nuestra libertad en Cristo y desean imponernos su forma, la Forma según ellos, de ser un cristiano auténtico y genuino. Si no entiendes el seguimiento de Jesús tal y como ellos lo hacen eres un heterodoxo y digno de condenación. Su forma de entender la fe carece de la flexibilidad de la que hizo gala Jesús y se caracteriza por la rigidez. Es una fe excluyente, o con nosotros o contra nosotros, incapaz de valorar o ver atisbos de verdad en cualquier forma alternativa de entender el seguimiento del Maestro de Nazaret. Siempre he pensado que aquel que vive en esclavitud y miedo difícilmente puede soportar la libertad de la que otros hacen gala y tratan de ponerles sus propios grilletes mentales y espirituales. Pero Jesús me ha hecho libre y no pienso renunciar a esa libertad.


¿Vives en libertad o en esclavitud?








Esos falsos hermanos que se infiltraron entre nosotros con la intención de arrebatarnos la libertad que tenemos como cristianos y hacer de nosotros unos esclavos. (Gálatas 2:4)


Cristo nos ha hecho libres en muchos sentidos. Libres de la condenación que el pecado traía sobre nuestras vidas. Libres de tenernos que ganar el amor y aceptación del Señor que se basa en la gracia y no en nada que nosotros podamos aportar a la cuenta de resultados. Libres del miedo a sentirnos rechazados por Dios debido a nuestra incapacidad, no ya de cumplir sus normas de lo que deberíamos ser, sino ni siquiera las nuestras propias. Libres para vivir en y con seguridad con respecto a Dios. Porque el amor echa fuera el miedo como afirma Juan. Pero esto no agrada a todo el mundo. No lo hacía en tiempos de Pablo y tampoco hoy en día.

En los días del apóstol había una facción, los judaizantes, que iban recorriendo todas las iglesias gentiles para imponerles su visión y percepción del seguimiento del Maestro. Una perspectiva que, en palabras del mismo Pablo, corrompía el auténtico evangelio de Jesús y era un atentado contra la libertad cristiana, la que Cristo ganó para nosotros. Para este grupo, si uno quería ser realmente salvo debía de guardar la Ley de Moisés e incluso circuncidarse. Debían de volver a esclavizarse, precisamente, a aquello que nos condenaba y ponía de manifiesto nuestra incapacidad de alcanzar al Señor por nuestros propios méritos.

Hoy en día ocurre algo similar. Hay toda una serie de grupúsculos que atentan contra nuestra libertad en Cristo y desean imponernos su forma, la Forma según ellos, de ser un cristiano auténtico y genuino. Si no entiendes el seguimiento de Jesús tal y como ellos lo hacen eres un heterodoxo y digno de condenación. Su forma de entender la fe carece de la flexibilidad de la que hizo gala Jesús y se caracteriza por la rigidez. Es una fe excluyente, o con nosotros o contra nosotros, incapaz de valorar o ver atisbos de verdad en cualquier forma alternativa de entender el seguimiento del Maestro de Nazaret. Siempre he pensado que aquel que vive en esclavitud y miedo difícilmente puede soportar la libertad de la que otros hacen gala y tratan de ponerles sus propios grilletes mentales y espirituales. Pero Jesús me ha hecho libre y no pienso renunciar a esa libertad.


¿Vives en libertad o en esclavitud?








Esos falsos hermanos que se infiltraron entre nosotros con la intención de arrebatarnos la libertad que tenemos como cristianos y hacer de nosotros unos esclavos. (Gálatas 2:4)


Cristo nos ha hecho libres en muchos sentidos. Libres de la condenación que el pecado traía sobre nuestras vidas. Libres de tenernos que ganar el amor y aceptación del Señor que se basa en la gracia y no en nada que nosotros podamos aportar a la cuenta de resultados. Libres del miedo a sentirnos rechazados por Dios debido a nuestra incapacidad, no ya de cumplir sus normas de lo que deberíamos ser, sino ni siquiera las nuestras propias. Libres para vivir en y con seguridad con respecto a Dios. Porque el amor echa fuera el miedo como afirma Juan. Pero esto no agrada a todo el mundo. No lo hacía en tiempos de Pablo y tampoco hoy en día.

En los días del apóstol había una facción, los judaizantes, que iban recorriendo todas las iglesias gentiles para imponerles su visión y percepción del seguimiento del Maestro. Una perspectiva que, en palabras del mismo Pablo, corrompía el auténtico evangelio de Jesús y era un atentado contra la libertad cristiana, la que Cristo ganó para nosotros. Para este grupo, si uno quería ser realmente salvo debía de guardar la Ley de Moisés e incluso circuncidarse. Debían de volver a esclavizarse, precisamente, a aquello que nos condenaba y ponía de manifiesto nuestra incapacidad de alcanzar al Señor por nuestros propios méritos.

Hoy en día ocurre algo similar. Hay toda una serie de grupúsculos que atentan contra nuestra libertad en Cristo y desean imponernos su forma, la Forma según ellos, de ser un cristiano auténtico y genuino. Si no entiendes el seguimiento de Jesús tal y como ellos lo hacen eres un heterodoxo y digno de condenación. Su forma de entender la fe carece de la flexibilidad de la que hizo gala Jesús y se caracteriza por la rigidez. Es una fe excluyente, o con nosotros o contra nosotros, incapaz de valorar o ver atisbos de verdad en cualquier forma alternativa de entender el seguimiento del Maestro de Nazaret. Siempre he pensado que aquel que vive en esclavitud y miedo difícilmente puede soportar la libertad de la que otros hacen gala y tratan de ponerles sus propios grilletes mentales y espirituales. Pero Jesús me ha hecho libre y no pienso renunciar a esa libertad.


¿Vives en libertad o en esclavitud?