Y después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús (Lucas 5.11)


Con demasiada frecuencia caemos en una trampa a la hora de leer los evangelios; nos encontramos ante realidades tan radicales -como la reflejada en este breve pasaje- que de forma automática las desechamos como situaciones épicas, totalmente imposibles en nuestra realidad o, como mucho, reservadas a un grupo de gente altamente comprometida que está dispuesta a tomar esos pasos tan radicales que exige Jesús, y que vemos impracticables en nuestra situación única y singular. ¿Quién puede dejar trabajo, estudios, familia y toda su realidad cotidiana para un seguimiento del Maestro como el propuesto en este pasaje?

Pero, con demasiada frecuencia, el árbol nos impide ver el bosque, lo que no podemos hacer -dejarlo todo como los discípulos- nos sirve de coartada para no tener que plantearnos aquello que si podemos hacer -deshacernos de apegos que nos impiden un seguimiento más comprometido del Maestro de Nazaret-.Porque creo que de eso, precisamente, va ese pasaje si queremos aplicarlo a nuestra realidad, tener la capacidad de identificar esos apegos -hábitos, conductas, actitudes, motivaciones, valores, prioridades  y un etcétera tan largo como lo desees- que no queremos dejar y, consecuentemente, nos impiden el seguimiento de Jesús tal y como Él lo espera. Aquí si que no hay racionalización posible; aquí si que estamos hablando de cosas que están total y absolutamente a nuestro alcance; aquí estamos hablando de pagar y un precio y una cuestión pura y llanamente de voluntad.

¿Cuáles son tus apegos?


Y después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús (Lucas 5.11)


Con demasiada frecuencia caemos en una trampa a la hora de leer los evangelios; nos encontramos ante realidades tan radicales -como la reflejada en este breve pasaje- que de forma automática las desechamos como situaciones épicas, totalmente imposibles en nuestra realidad o, como mucho, reservadas a un grupo de gente altamente comprometida que está dispuesta a tomar esos pasos tan radicales que exige Jesús, y que vemos impracticables en nuestra situación única y singular. ¿Quién puede dejar trabajo, estudios, familia y toda su realidad cotidiana para un seguimiento del Maestro como el propuesto en este pasaje?

Pero, con demasiada frecuencia, el árbol nos impide ver el bosque, lo que no podemos hacer -dejarlo todo como los discípulos- nos sirve de coartada para no tener que plantearnos aquello que si podemos hacer -deshacernos de apegos que nos impiden un seguimiento más comprometido del Maestro de Nazaret-.Porque creo que de eso, precisamente, va ese pasaje si queremos aplicarlo a nuestra realidad, tener la capacidad de identificar esos apegos -hábitos, conductas, actitudes, motivaciones, valores, prioridades  y un etcétera tan largo como lo desees- que no queremos dejar y, consecuentemente, nos impiden el seguimiento de Jesús tal y como Él lo espera. Aquí si que no hay racionalización posible; aquí si que estamos hablando de cosas que están total y absolutamente a nuestro alcance; aquí estamos hablando de pagar y un precio y una cuestión pura y llanamente de voluntad.

¿Cuáles son tus apegos?