Cerca ya de la entrada del pueblo, una nutrida comitiva fúnebre del mismo pueblo llevaba a enterrar al hijo único de una madre que era viuda. El Señor, al verla, se sintió profundamente conmovido y le dijo: — No llores. Y acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús exclamó: — ¡Muchacho, te ordeno que te levantes!  El muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. (Lucas 7: 12-15)

Esta situación fue totalmente fortuita. Jesús no esperaba encontrarse con aquel cortejo fúnebre que llevaba al entierro al hijo único de una mujer viuda. Sin embargo, Jesús no fue indiferente a la situación y a la necesidad de aquella persona. Podía haber continuado con su camino y ocupaciones. Estoy seguro que no era ni la primera ni la última vez que se encontraría con personas que habían fallecido. No tenemos constancia de que todo muerto que le saliera el paso fuera sanado. Pero este si. El Señor se sintió profundamente conmovido por la necesidad de la mujer y resucitó a su hijo.

Para mí hay una clara enseñanza en este pasaje que se convierte en un auténtico desafío. Conforme vamos por la vida nos encontraremos, sin lugar a dudas, gente en necesidad. La cuestión es si tendremos la capacidad de desarrollar un corazón que detecte las necesidades y sienta compasión como Jesús o, por el contrario, seguiremos por nuestro camino dejando de lado al necesitado. Creo que esas dos características han de desarrollarse de forma pro activa e intencional. Hemos de asegurarnos que aquello que no podemos hacer -resucitar muertos- no nos impida llevar a cabo lo que si está a nuestra mano -consolar al que sufre pérdida-.

¿Cuán sensible eres a las necesidades que Dios pone en tu camino?






Cerca ya de la entrada del pueblo, una nutrida comitiva fúnebre del mismo pueblo llevaba a enterrar al hijo único de una madre que era viuda. El Señor, al verla, se sintió profundamente conmovido y le dijo: — No llores. Y acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús exclamó: — ¡Muchacho, te ordeno que te levantes!  El muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. (Lucas 7: 12-15)

Esta situación fue totalmente fortuita. Jesús no esperaba encontrarse con aquel cortejo fúnebre que llevaba al entierro al hijo único de una mujer viuda. Sin embargo, Jesús no fue indiferente a la situación y a la necesidad de aquella persona. Podía haber continuado con su camino y ocupaciones. Estoy seguro que no era ni la primera ni la última vez que se encontraría con personas que habían fallecido. No tenemos constancia de que todo muerto que le saliera el paso fuera sanado. Pero este si. El Señor se sintió profundamente conmovido por la necesidad de la mujer y resucitó a su hijo.

Para mí hay una clara enseñanza en este pasaje que se convierte en un auténtico desafío. Conforme vamos por la vida nos encontraremos, sin lugar a dudas, gente en necesidad. La cuestión es si tendremos la capacidad de desarrollar un corazón que detecte las necesidades y sienta compasión como Jesús o, por el contrario, seguiremos por nuestro camino dejando de lado al necesitado. Creo que esas dos características han de desarrollarse de forma pro activa e intencional. Hemos de asegurarnos que aquello que no podemos hacer -resucitar muertos- no nos impida llevar a cabo lo que si está a nuestra mano -consolar al que sufre pérdida-.

¿Cuán sensible eres a las necesidades que Dios pone en tu camino?






Cerca ya de la entrada del pueblo, una nutrida comitiva fúnebre del mismo pueblo llevaba a enterrar al hijo único de una madre que era viuda. El Señor, al verla, se sintió profundamente conmovido y le dijo: — No llores. Y acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús exclamó: — ¡Muchacho, te ordeno que te levantes!  El muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. (Lucas 7: 12-15)

Esta situación fue totalmente fortuita. Jesús no esperaba encontrarse con aquel cortejo fúnebre que llevaba al entierro al hijo único de una mujer viuda. Sin embargo, Jesús no fue indiferente a la situación y a la necesidad de aquella persona. Podía haber continuado con su camino y ocupaciones. Estoy seguro que no era ni la primera ni la última vez que se encontraría con personas que habían fallecido. No tenemos constancia de que todo muerto que le saliera el paso fuera sanado. Pero este si. El Señor se sintió profundamente conmovido por la necesidad de la mujer y resucitó a su hijo.

Para mí hay una clara enseñanza en este pasaje que se convierte en un auténtico desafío. Conforme vamos por la vida nos encontraremos, sin lugar a dudas, gente en necesidad. La cuestión es si tendremos la capacidad de desarrollar un corazón que detecte las necesidades y sienta compasión como Jesús o, por el contrario, seguiremos por nuestro camino dejando de lado al necesitado. Creo que esas dos características han de desarrollarse de forma pro activa e intencional. Hemos de asegurarnos que aquello que no podemos hacer -resucitar muertos- no nos impida llevar a cabo lo que si está a nuestra mano -consolar al que sufre pérdida-.

¿Cuán sensible eres a las necesidades que Dios pone en tu camino?