En otro tiempo no conocíais a Dios y estabais al servicio de falsos dioses. Pero ahora que ya conocéis a Dios, o mejor dicho, ahora que sois objeto del conocimiento amoroso de Dios, ¿Cómo es que volvéis a dejaros esclavizar por esas realidades mundanas que no tienen fuerza ni valor? Todavía celebráis como fiestas religiosas ciertos días, meses, estaciones y años. Mucho me temo que mis sudores entre vosotros hayan sido baldíos. (Gálatas 4:8-11)


¿De qué está hablando Pablo y qué sentido tiene para nosotros? El apóstol escribe en el contexto de lo que estaban viviendo los gálatas. Después de haber conocido a Jesús por medio de la fe y la gracia habían sido, en palabras literales del de Tarso, seducidos por los judaizantes y caído en una religiosidad que lejos de asegurar su relación con Dios como ellos pensaban los esclavizaba. Ahora se veían obligados, no sólo a circuncidarse, sino que al hacerlo debían de guardar toda la Ley y se colocaban de nuevo bajo su autoridad. Consecuencia de ello debía ser su necesidad de guardar determinadas fiestas, días y celebraciones. 

¿Qué aplicación tiene para nosotros? He notado que los seguidores del Maestro, por lo general, nos movemos bajo dos grandes paradigmas, seguridad o inseguridad. El primero es el paradigma de la gracia. Por medio de ella hemos sido aceptados, por medio de ella vivimos día tras día, por medio de ella recibimos un llamado a ser agentes de restauración y reconciliación en este mundo roto. La gracia nos permite vivir en seguridad y confianza al saber que nuestra relación con el Padre es segura, estable y eterna. "Nada nos separa del amor del Padre" afirma el apóstol. El segundo es el paradigma de la inseguridad. Admitimos haber sido salvados por gracia y, sin embargo, vivimos el día a día en un constante intento de mantener intacto el amor y la aceptación de Dios. Hemos de actuar para garantizar que nuestro estilo de vida nos hace todavía dignos de ser amados y aceptados por Dios. A este paradigma también le podríamos llamar el del miedo. Es el paradigma de aquellos que aún no han entendido que nunca podrán dar la talla ante Dios y, por tanto, aún no se han rendido a su gracia.


¿Qué paradigma gobierna tu vida?



En otro tiempo no conocíais a Dios y estabais al servicio de falsos dioses. Pero ahora que ya conocéis a Dios, o mejor dicho, ahora que sois objeto del conocimiento amoroso de Dios, ¿Cómo es que volvéis a dejaros esclavizar por esas realidades mundanas que no tienen fuerza ni valor? Todavía celebráis como fiestas religiosas ciertos días, meses, estaciones y años. Mucho me temo que mis sudores entre vosotros hayan sido baldíos. (Gálatas 4:8-11)


¿De qué está hablando Pablo y qué sentido tiene para nosotros? El apóstol escribe en el contexto de lo que estaban viviendo los gálatas. Después de haber conocido a Jesús por medio de la fe y la gracia habían sido, en palabras literales del de Tarso, seducidos por los judaizantes y caído en una religiosidad que lejos de asegurar su relación con Dios como ellos pensaban los esclavizaba. Ahora se veían obligados, no sólo a circuncidarse, sino que al hacerlo debían de guardar toda la Ley y se colocaban de nuevo bajo su autoridad. Consecuencia de ello debía ser su necesidad de guardar determinadas fiestas, días y celebraciones. 

¿Qué aplicación tiene para nosotros? He notado que los seguidores del Maestro, por lo general, nos movemos bajo dos grandes paradigmas, seguridad o inseguridad. El primero es el paradigma de la gracia. Por medio de ella hemos sido aceptados, por medio de ella vivimos día tras día, por medio de ella recibimos un llamado a ser agentes de restauración y reconciliación en este mundo roto. La gracia nos permite vivir en seguridad y confianza al saber que nuestra relación con el Padre es segura, estable y eterna. "Nada nos separa del amor del Padre" afirma el apóstol. El segundo es el paradigma de la inseguridad. Admitimos haber sido salvados por gracia y, sin embargo, vivimos el día a día en un constante intento de mantener intacto el amor y la aceptación de Dios. Hemos de actuar para garantizar que nuestro estilo de vida nos hace todavía dignos de ser amados y aceptados por Dios. A este paradigma también le podríamos llamar el del miedo. Es el paradigma de aquellos que aún no han entendido que nunca podrán dar la talla ante Dios y, por tanto, aún no se han rendido a su gracia.


¿Qué paradigma gobierna tu vida?



En otro tiempo no conocíais a Dios y estabais al servicio de falsos dioses. Pero ahora que ya conocéis a Dios, o mejor dicho, ahora que sois objeto del conocimiento amoroso de Dios, ¿Cómo es que volvéis a dejaros esclavizar por esas realidades mundanas que no tienen fuerza ni valor? Todavía celebráis como fiestas religiosas ciertos días, meses, estaciones y años. Mucho me temo que mis sudores entre vosotros hayan sido baldíos. (Gálatas 4:8-11)


¿De qué está hablando Pablo y qué sentido tiene para nosotros? El apóstol escribe en el contexto de lo que estaban viviendo los gálatas. Después de haber conocido a Jesús por medio de la fe y la gracia habían sido, en palabras literales del de Tarso, seducidos por los judaizantes y caído en una religiosidad que lejos de asegurar su relación con Dios como ellos pensaban los esclavizaba. Ahora se veían obligados, no sólo a circuncidarse, sino que al hacerlo debían de guardar toda la Ley y se colocaban de nuevo bajo su autoridad. Consecuencia de ello debía ser su necesidad de guardar determinadas fiestas, días y celebraciones. 

¿Qué aplicación tiene para nosotros? He notado que los seguidores del Maestro, por lo general, nos movemos bajo dos grandes paradigmas, seguridad o inseguridad. El primero es el paradigma de la gracia. Por medio de ella hemos sido aceptados, por medio de ella vivimos día tras día, por medio de ella recibimos un llamado a ser agentes de restauración y reconciliación en este mundo roto. La gracia nos permite vivir en seguridad y confianza al saber que nuestra relación con el Padre es segura, estable y eterna. "Nada nos separa del amor del Padre" afirma el apóstol. El segundo es el paradigma de la inseguridad. Admitimos haber sido salvados por gracia y, sin embargo, vivimos el día a día en un constante intento de mantener intacto el amor y la aceptación de Dios. Hemos de actuar para garantizar que nuestro estilo de vida nos hace todavía dignos de ser amados y aceptados por Dios. A este paradigma también le podríamos llamar el del miedo. Es el paradigma de aquellos que aún no han entendido que nunca podrán dar la talla ante Dios y, por tanto, aún no se han rendido a su gracia.


¿Qué paradigma gobierna tu vida?